POLLOS OPUESTOS
Pollos con carácter propio
En menos de un año este asador ha dado una vuelta más a un producto sencillo, al que mima en su horno de carbón. Sus aderezos marcan la diferencia y brindan platos

El cocinero David García posa junto a Margarita Guarin en el mostrador de Pollos Opuestos, el negocio que se ha propuesto dar una vuelta al pollo asado.
Con la boca abierta se quedarían los dos chavales que correteaban desde bien pequeños por el barrio de Villargamar si supieran que el pollo enlazaría, tiempo después, sus dispares caminos. La apuesta de David García, de familia hostelera y cocinero curtido en fogones con estrella, podría intuirse, pero la de Pedro Bartolomé, músico devoto y director de la Joven Orquesta Sinfónica de Burgos, choca de entrada. Hasta que afloran los detalles de un proyecto mimado, distinto, «comprometido con la excelencia», dicen. Y todo encaja. Como sus particulares empeños por dar una vuelta más a un producto tan básico, y en ocasiones denostado, como el pollo. Tocaba reivindicarlo, brindarle «el lugar que se merece». Con tal propósito, ni más ni menos, abría sus puertas hace apenas diez meses Pollos Opuestos.
El nombre sorprende tanto como la alianza entre dos jóvenes muy diferentes con un denominador común, la atracción por el alimento al que su empresa rinde homenaje. Porque ese es el empeño de este asador que dista mucho de aquellos que giran en torno a un horno de gas en el que decenas de ejemplares hacen piruetas durante horas, para acabar implorando una salsa que facilite hincarles el diente.
Nada de eso ocurre en este local de la calle San Isidro. Aquí la leña prende la magia. Los pollos se asan a la brasa, lo que «garantiza una cocción perfecta que resalta su sabor natural, con un toque característico de humo y sin aditivos». El tratamiento del producto marca la diferencia. «Para conseguir un gusto más auténtico y una textura jugosa, el pollo se marina durante 24 horas en una salmuera propia con el punto exacto de sal, especias mediterráneas y aderezos cítricos. Todo natural, sin artificios», explica entusiasmado Bartolomé.
A partir de ese producto base, Pollos Opuestos ofrece una carta variada que explora todas las posibilidades del pollo: desde croquetas y empanadillas caseras hasta ‘nuggets’ artesanos, ensaladas o una ensaladilla rusa con su toque especial.
Las hamburguesas son otro de los reclamos de la casa: «En lugar de ofrecer la típica pechuga seca, trabajamos con contramuslos, también marinados, que servimos a la brasa o con un rebozado crujiente de una tempura fina que elabora David y, sinceramente, no tiene nada que ver con los rebozados industriales», asegura el músico.
Lo que propone suena bien. Y tiene acento local. La elección, cuidada, de la materia prima afina esta tonada avícola. García y Bartolomé optan por el consumo de proximidad. «Es otro de los pilares del negocio. Las patatas proceden de productores de la provincia, y las verduras nos las suministra nuestro frutero de confianza. Al final, los platos más sencillos son los que más dependen de la calidad del producto. Nosotros no usamos nada congelado ni precocinado. Todo se hace en el local con muchas horas de trabajo y mucho mimo», añade el director de orquesta, para destacar que uno de los puntos fuertes del proyecto es su menú del día, una propuesta completa que, por 14,95 euros, incluye un pollo asado, patatas asadas, arroz o ensalada y una barra de pan. «Queríamos ofrecer algo equilibrado, de calidad y con un precio justo. Por la acogida que ha tenido creemos que la gente aprecia ese esfuerzo», añade.
En su afán por innovar, Pollos Opuestos presenta cada mes un plato nuevo, que permite «experimentar y mantener la carta viva». «Este mes, por ejemplo, participamos en la Ruta de la Patata de Burgos con una patata rellena», precisa Bartolomé, agradecido por el apoyo del barrio en el que estos emprendedores iniciaban su aventura. No faltan visitas de otras zonas de la ciudad, atraídas por sus platos «como los de casa, pero con un toque especial».
Con un aforo para 35 comensales y un equipo de seis personas los fines de semana, el balance que hacen los propietarios de los primeros meses de actividad es rotundamente positivo. «Vemos que quien lo prueba repite con frecuencia. Eso es porque gusta. Al final la calidad se impone y hemos demostrado que se puede dar valor al pollo, que bien tratado es una auténtica delicia. Hasta ahora no había nada igual en la ciudad», presume Bartolomé, orgulloso artífice de un espacio pensado para quienes, sencillamente, buscan «comer bien, sin artificios, y valoran la calidad».