Diario de Valladolid

EN RUTA

A vista de pájaro

Tierra de Campos se descubre desde el aire como un gran mar de cereal que surca el Canal de Castilla y el Camino de Santiago, riega humedales y salpica pequeños pueblos y palomares

Castillo y caserío de Belmonte de Campos-Grupo de Acción Local Araduey-Campos

Castillo y caserío de Belmonte de Campos-Grupo de Acción Local Araduey-Campos

Publicado por
Almudena Álvarez

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La aventura del Grupo Araduey-Campos, que con la ayuda tecnológica de los drones, ha tomado más de 5.000 fotografías aéreas de la comarca de Tierra de Campos, nos permite ahora entender la sensación que tienen de esta llana monumentalidad los miles de pájaros que sobrevuelan estas tierras.

Siguiendo su aleteo, Araduey-Campos nos regala imágenes aéreas de110 localidades en las que detener la mirada para descubrir otra perspectiva de la Tierra de Campos. En cada núcleo de población asoman torres de iglesia sobre rojos tejados que delimitan calles y plazas, trazados irregulares rodeados de bodegas en algunos casos, de castillos en otros, y de naves agrícolas casi siempre.

Y en los entornos, enormes campos de cereal, salpicados de palomares, rasgados por el Camino de Santiago, jaspeados por el verde de la vegetación escasa de esta comarca, y teñidos del azul de ríos y arroyos, de los humedales de La Nava y Boada, de las aguas del Canal de Castilla y de las charcas que lo rodean.

Siguiendo la línea horizontal que marca el Camino de Santiago descubrimos las formas geométricas de San Martín de Frómista, la original planta de esta joya del Románico donde se concentran ábsides semicirculares, crucero con linterna con cúpula sobre tambor octogonal, bóveda de cañón y dos torres cilíndricas. Sobrevolamos después la enorme magnitud de la iglesia de Santa María la Blanca, en Villalcázar de Sirga, un templo fortaleza de original distribución construido en la transición del Románico al Gótico, lugar de peregrinación de templarios, nobles y reyes, que guarda varias imágenes góticas de la Virgen y los sepulcros del infante don Felipe, hermano de Alfonso X el Sabio y doña Leonor Ruiz de Castro. Y nos topamos después con la noble villa de Carrión de los Condes. Casas blasonadas, templos, ermitas y conventos elevan su silueta desde el suelo: el monasterio de Santa Clara, la iglesia románica de Santa María del Camino, la de Santiago, que exhibe una portada románica de manual, y el monasterio de San Zoilo, donde Románico, Gótico y Barroco envuelven uno de los mejores claustros renacentistas de España.

Saliendo del Camino, que en un tiempo pasó por Támara de Campos, nos topamos con ‘la moza de Campos’, que es como se conoce popularmente a la torre de la iglesia de San Hipólito, un templo de dimensiones catedralicias que esconde en su interior un órgano de 1785 que hace equilibrios sobre una fina columna de madera que imita al mármol. Justo al lado, pelea en dimensiones la iglesia de San Juan Bautista, en Santoyo, un gran edificio de un Gótico esplendoroso levantado en los siglos XV y XVI, que llama la atención por su portada renacentista y la bóveda gótica de la capilla mayor. Además, en esta localidad el Centro de Interpretación del Palomar descubre todas las curiosidades de una de las construcciones más típicas de la comarca.

Pero si tomamos la opción de seguir el curso del Canal de Castilla, que atraviesa la comarca de Tierra de Campos con sus ramales Norte y Campos, recorreremos tierras de renacimiento e Ilustración. Desde Frómista, donde se cruzan el Camino de Santiago y el Canal de Castilla hasta Calahorra de Ribas, con una esclusa triple que ofrece un espectáculo único del punto donde se cruzan al mismo nivel el Canal y el río Carrión, a la sombra de los álamos.

El destino de esta vía fluvial nos lleva hasta Villaumbrales donde podemos visitar el Museo del Canal para ahondar en los pormenores de su construcción y su historia, o viajar en barco hasta Becerril de Campos, donde asoman las torres de sus cinco iglesias. En Becerril hay que pisar el suelo y visitar la iglesia-museo de Santa María, que cobija tablas pintadas por Berruguete, esculturas de Alejo de Vahía y Juan de Juni y preciosas obras de orfebrería religiosa. Y tocar el cielo de nuevo en San Pedro Cultural, gracias a la transformación de una iglesia en ruinas, la de San Pedro, en todo un observatorio astronómico.

A solo tres kilómetros, Paredes de Nava presume de su arquitectura castellana, de edificios señoriales y casas blasonadas, entre los que sobresale como una punta de lanza la torre cuadrada de Iglesia-Museo de Santa Eulalia, que además da cobijo a una de las obras maestras de Pedro Berruguete, las tablas de los Reyes de Israel. Junto a ellas, en el museo, lo más representativo del arte religioso de Castilla y León. Obras de Pedro y Alonso Berruguete, Alejo de Vahía y Juan de Villoldo para ser disfrutadas mientras suena la música del único órgano ibérico que se conserva en el templo donde antes hubo cuatro.

Desde aquí hasta Fuentes de Nava, localidad señalada en este mar de campos por la torre de San Pedro, conocida como ‘la Estrella de Campos’. Es en este conjunto histórico artístico donde un Centro de Interpretación acerca al visitante la importancia de los humedales en general y la biodiversidad del de La Nava en particular. Este museo abre la puerta al rosario de humedales que forman La Nava, Boada y Pedraza, reducto de aves en invierno y primavera, patos, gansos, aguiluchos laguneros, fochas y gaviotas reidoras que nos acompañan con aleteos y graznidos en este viaje aéreo.

Nos llevan incluso hasta la torre del castillo de Belmonte, que se mantiene en pie desafiando al tiempo; y hasta otro castillo, el del municipio de Ampudia que asoma en el límite de la comarca, entre campos de cereal, chozos, palomares y aerogeneradores eólicos. En esta localidad se mezcla todo y entre la arquitectura tradicional de sus calles asoportaladas, despunta la torre de San Miguel que alcanzó talla de colegiata y hoy se conoce como la Giralda de Campos por su altura y belleza.

Durante este viaje que nos regala Araduey-Campos se mezclan imágenes cenitales, olores y sonidos callados. Y aunque desde arriba no pueda oírse, si podemos evocar la música de los órganos barrocos que suenan en cada iglesia, en cada pueblo, y que envuelven al visitante para engancharlo a esta tierra desde arriba.

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