Diario de Valladolid

BALONCESTO ADAPTADO

Un alumno de matrícula

Pablo Lavanderia podría convertirse en el primer jugador de la Escuela en debutar con la selección española absoluta, después de citarle para concentrarse en diciembre con el equipo nacional

Pablo Lavandeira posa con la camiseta de España mientras luce la del Grupo Norte, donde es el dueño del dorsal 9.-J. M. LOSTAU

Pablo Lavandeira posa con la camiseta de España mientras luce la del Grupo Norte, donde es el dueño del dorsal 9.-J. M. LOSTAU

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Guillermo Sanz

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El baloncesto adaptado vallisoletano sólo ha rascado la superficie de su joven cantera (sólo tiene tres años de vida) y ya ha dado con su primer diamante: Pablo Lavandeira. El escolta del Fundación Grupo Norte destila quilates sobre el parqué con la misma velocidad que lo hacían los alambiques en plena Ley Seca y ese brillo no ha pasado desapercibido para la selección nacional que le ha llamado a filas el próximo 26 de diciembre en Madrid para preparar el Mundial de Hamburgo de 2018.

Si el cuento de hadas de Lavanderia se convierte en la Historia interminable y se hace un fijo en la selección cumplirá con un hito: el de convertirse en el primer jugador salido de la Escuela en debutar con la selección absoluta; un sueño que no podía bosquejar, ni siquiera después de jugar el Europeo con la sub 22 el pasado año: «Si no me podía creer que iba a jugar con la sub 22... hace dos meses la absoluta era algo inalcanzable», confiesa el jugador del Fundación Grupo Norte. Sin embargo, la ausencia de Soria en el equipo morado levantó la barrera a una autopista de minutos que el joven jugador de 19 años ha aprovechado para seguir creciendo.

Pau (como es conocido en casa y debajo del aro) afronta el reto con confianza: «Yo creo que sí estoy preparado. El año pasado fue mi primera temporada más activo e iba a los partidos temblando. Últimamente para mí ya son uno más. Salgo a disfrutar y a pasarlo bien, sin la sensación de tener que demostrar nada. Si me han llamado será porque algo. Ahora tengo que hacer lo que sé hacer y aprender de los mejores para una futura Paralimpiada», asegura.

Los aros olímpicos son un reto tan lejano como jugoso para Lavanderia que cuando lanza le gusta apuntar alto: «Primero quiero conseguir ir a un Mundial, aunque sea a repartir agua-bromea-. Una Paralimpiada queda un poco lejos, pero siempre hay que tener metas para ir superándote», una exposición de un alumno de matrícula de honor.

La llamada del seleccionador nacional Óscar Trigo no se produce después de un cruce de líneas por error. Cuando el teléfono dio tono fue porque al otro lado había un jugador que ha crecido a la velocidad de la luz. Aunque conoció el baloncesto en silla de ruedas estando en el colegio (durante una actividad de promoción), no fue hasta el 2009 cuando llamó a la puerta del club. La responsabilidad de entrenar con los mayores asustó un poco al jugador del Fundación Grupo Norte, que en 2013 se lanzó de una vez por todas a la aventura.

Los inicios no fueron fáciles. Las horas de entrenamiento no encajaban como anillo al dedo en el organigrama diario de un estudiante: «Yo sólo iba a entrenar y me quedaba hasta las diez de la noche. Hacía todo lo individual, el físico y la técnica durante todo un año». El entrenamiento acababa para él cuando ya empezaba a oler a la salsa del deporte: los partidillos. La creación de la escuela fue para Pablo Lavandeira una vía de escape en la que poder disfrutar de todos esos minutos de balón que se le escapaban con el primer equipo: «Fue una satisfacción poder ver recompensados los entrenamientos. Para mí fue una motivación».

«Yo sólo iba a hacer deporte y entrenar. empecé como lo hacen los niños de 13 años, como una actividad extraescolar. Poco a poco me di cuenta de que estaba en un equipo profesional», asegura. Sobre todo cuando José Antonio de Castro le hizo saltar a la pista en Ferrol en su debut en División de Honor. Prólogo de un camino en el que el GPS sólo apunta hacia adelante: «Me pongo a pensar y... sólo llevo cuatro años en este deporte y ya he jugado dos Copas de Europa, un Europeo sub 22 con España y he conseguido ganar al mejor equipo de Europa y de España (Ilunion)», estima.

El manejo de la silla y el no conocer el miedo a la hora de saltar al parqué hacen de Pablo Lavandeira una joya de colección que gana valor con el paso del tiempo. «Todo el mundo dice que al quedarme en silla de ruedas tan pequeño (sufrió una lesión medular con seis años) ha hecho que tenga un buen manejo de la silla. Además, no tengo miedo. Voy incluso a por balones imposibles (a pesar de que De Castro le invite a ser más cuidadoso)». El ímpetu de la juventud se suma a un ADN deportivo por naturaleza (jugó al fútbol antes del accidente y practicó tenis, equitación, natación y baloncesto después del mismo) para hacer el cóctel perfecto debajo de una canasta.

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