FÚTBOL / MIRANDÉS-REAL VALLADOLID (CRÓNICA)
Suicidio en Miranda
Los blanquivioleta se dejan empatar contra diez tras dominar 0-2 / Un penalti por falta de atención de Lichnovsky y un autogol de Balbi tras fallo de Becerra en el 94 escribieron el desastre
Esta crónica no debería existir. Los periódicos no informan de suicidios, y menos colectivos. El Real Valladolid se dio muerte en Anduva sin que mediase el Mirandés, equipo de un fútbol básico y que defiende bordeando la legalidad, pero por la zona de fuera.
Los pucelanos se empataron (perdone el reflexivo, pero fue lo que ocurrió) después de ganar por un diáfano 2-0 y sin la intervención del rival. El agravante es que lo hizo en superioridad numérica, lo que vierte sal en la herida. El meta Roberto fue expulsado por doble amarilla en el minuto 34.
Esa mezcla de dejadez y suficiencia tan conocida esta temporada se vio de nuevo en Miranda. Ni siquiera los casi mil aficionados desplazados sirvieron para evitar la narcolepsia de una escuadra conformista hasta la indignación. Lichnovsky fue a despejar un balón con el slow motion puesto, de forma que no vio venir a Guarrotxena y lo derribó. Tan claro como estúpido y prescindible.
Peor fue lo del final. Un centro en el minuto 94 que no iba a nadie, porque no había jugadores del Mirandés esperando el balón, se convierte en venenoso al pifiar el hasta entonces seguro Becerra el despeje. Balbi, mal perfilado, no se espera el error ni ve venir el cuero, que le pega en el hombro y entra. No es que te roben la cartera, es que has ido a casa del ladrón, que estaba en el sillón echado la siesta y se la has dejado en el regazo.
Lo único bueno de la matinal fue que este empate permite al conjunto blanquivioleta entrar en zona de promoción. Se pudo poner a un punto de Tenerife y Cádiz, pero está a una victoria del cuarto. Tiempo hay, tanto para conservar la plaza como para asaltar las superiores. La cuestión es si hay ganas o si la dinámica de relax tras éxito parcial se ha transformado en un dogma para este equipo.
Lo más lacerante es que la entrada de Anduva fue opuesta al final. El Real Valladolid de la primera parte es el que quiere ser. El de la segunda, el que era. Y mientras, no tenemos ni pajolera idea del que es. Si lobo o cordero. Si imaginativo o lineal. Si competitivo o cataléptico. Y sólo tiene tres partidos para hacerse el DNI.
Herrera optó por repetir alineación y el equipo entró bien al partido, después de unos primeros minutos de furia mirandesista. Jose era una flecha y Espinoza abría el campo para acompañar muy bien en ataque. Míchel distribuía junto a Jordán, y Leão mantenía cerrada la fortaleza.
Tras dos faltas de Jordán y De Tomás resueltas por Roberto, llegó el 0-1. Un centro de Espinoza se encontró con el resbalón de De Tomás, presto al remate cerca del punto de penalti.
Nadie esperaba que por allí apareciese Jose con su supervelocidad y enviase un obús a la red, tras pegar el balón en el poste.
Sangalli pudo empatar de tiro raso, pero Becerra se estiró para despejar. Luego Álex García cabeceó alto, dentro del área. Fueron las únicas ocasiones claras locales en esta mitad, coronada por el penalti del 0-2.
Míchel envió un gran pase en profundidad a De Tomás, éste vio venir a Roberto y se tiró en el área. Gorostegui Fernández, horrible durante todo el partido, pica y señala el castigo, convertido por el propio De Tomás. El meta Roberto vio la amarilla por la acción, y sus protestas y un balonazo al aire le costaron la segunda tarjeta y la consiguiente expulsión. El Real Valladolid jugó una hora en superioridad.
Los pucelanos declararon finalizado el partido con el descanso. Lástima que su medida fuese unilateral y no se enterase el resto del mundo. ¿Quién va a remontar con uno menos? La galbana y la desidia se apoderaron del equipo, que llegaba tarde a las acciones y estaba mal situado, dejándose comer el medio campo en superioridad sin que el míster aportase solución.
Llegó el penalti de Lichnovsky, convertido por Eguaras. Y las oportunidades falladas por Villar, Álex López y Jose, en contras con enormes espacios, al estar el Mirandés volcado. La de Villar es digna de estudio. Jose le envía un balón de gol, regatea al portero... y hace como cuando señalan fuera de juego o se está en una pachanga. Sin nervio, balón a la red, pero por fuera. Esa mentalidad costó el empate, tejido entre Becerra y Balbi. Lobo o cordero, ésa es la elección. Porque el cruce entre ambos da un engendro como el de ayer.
EL SEMÁFORO - Premio menor para la afición desplazada
HINCHADA. Los casi mil seguidores desplazados a Miranda no fueron suficiente acicate para que el equipo se tomase en serio la segunda parte.
MATA. Lo suyo fue visto y no visto. Saltó al campo en el minuto 59 y catorce después se vio obligado a retirarse tras hacerse daño en la rodilla.
RETAGUARDIA. El apagón tras el descanso fue general, pero los errores de Lichnovsky, Becerra y Balbi costaron goles y dos puntos muy importantes.