FÚTBOL MIRANDÉS-REAL VALLADOLID (ÁNÁLISIS Y JUGADORES)
Sin control no hay potencia
El Real Valladolid no supo hacerse en superioridad con el mando del centro del campo y la solidez se esfumó en el segundo tiempo
En el fútbol se puede pasar de la luz a la sobre, de la sonrisa a la lágrima o del aprobado al suspenso en cuestión de minutos. La tablilla del Real Valladolid pasó de la cara a la cruz en 45 minutos, los que tardó el Mirandés en desarmar un esquema que en Anduva se tambaleó.
Sobre el tapiz verde, Paco Herrera eligió jugar con las mismas bazas que han hecho del Real Valladolid una mano ganadora en este tramo final de la temporada. La pizarra parecía dar las respuestas positivas en la primera mitad del choque. Sin grandes alardes, la línea defensiva repelía sin sudar tinta los ataques del Mirandés, que llegaban desde los flancos. Para ello se tuvo que duplicar Espinoza, que colaboró en labores defensivas para tapar los envites en territorio de Moyano.
La velocidad volvió a ser el catalizador que desembocó en la fórmula del gol. El triángulo dorado formado por Espinoza, Jose y De Tomás volvió a ser lo mejor del Real Valladolid en Anduva. Los tres saben perfectamente cómo y cuándo asociarse; cuando ser goleadores y cuándo ser asistentes. Con un centro del campo escaso de intensidad cediendo terreno al equipo local, volvió a aparecer la alta tensión vallisoletana para dar luz al juego blanquivioleta.
Así fue en el primer gol, el de Jose, y en la jugada que dio origen al penalti sobre De Tomás. Cuando el marcador se puso de cara, el Real Valladolid cambió de traje. Optó por ceder el privilegio del balón al Mirandés y tejió una tela de araña en la que se chocaba el equipo rojillo. El Pucela esperaba encontrarse la llave que cerrara el partido en una contra. Más, después de que el equipo local se quedara con un jugador menos.
Incluso con un efectivo más durante 55 minutos el Real Valladolid no fue capaz de dar un golpe encima de la mesa. Al centro del campo le faltó autoridad para hacerse con el control del esférico. Los balones que pasaban por las botas blanquivioletas circulaban más en dirección a Becerra que a de Sergio Pérez, algo incomprensible en una estrategia ganadora. Sobre todo cuando muchos pases acababan muriendo lejos de los objetivos pucelanos. Una autocrítica más que apuntó Herrera en su libreta.
La imagen de equipo sólido que proyectó en el primer periodo se empezó a borrar y empezó a florecer por momentos la de la apatía y la impotencia de no poder maniatar al Mirandés.
Ni el cambio de Mata ni el de Villar (a pesar de contar con dos ocasiones para firmar el finiquito del partido) lograron despertar a un equipo técnicamente dormido al que intentó reanimar Álex López. El gallego movió a Michel de la zona de enganche y su mano se notó. Volvió a dibujar líneas que se habían borrado, fabricó jugadas que pusieron al Mirandés contra las cuerdas e intentó poner un punto de pausa a la locura de Anduva. No fue suficiente. El RealValladolid ya llevaba 45 minutos cayendo en su propia trampa.