Diario de Valladolid

El Nacional de Escultura evoca al Sorolla fascinado por el arte de Castilla y León

Acoge la muestra ‘Viajar para pintar. Sorolla y la escultura pintada’, con lienzos realizados por el valenciano en sus viajes por Segovia, León, Burgos o Ávila en la primera década del siglo XX

Junto a una talla del MNE, dos obras de juventud de Sorolla

Junto a una talla del MNE, dos obras de juventud de SorollaP. REQUEJO - PHOTOGENIC

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El Museo Nacional de Escultura se suma desde esta mañana a los actos organizados con motivo del centenario del fallecimiento de Joaquín Sorolla (1863-1923) acogiendo en el Palacio de Villena, hasta el próximo 25 de agosto, la muestra Viajar para pintar. Sorolla y la escultura pintada, una oportunidad para disfrutar del pincel del maestro valenciano, del artista maduro que se alejó de la luz y del color de su Mediterráneo en busca de nuevos motivos, de inspiración, recalando, entre otros rincones, en Burgos, León o Segovia.

Al fondo, 'Puerta antigua del claustro de la Catedral de Burgos'

Al fondo, 'Puerta antigua del claustro de la Catedral de Burgos'P. REQUEJO - PHOTOGENIC

La muestra que llega a la sede de Cadenas de San Gregorio forma parte de un ciclo que ha tenido, como capítulos previos, otras entregas en San Sebastián, Toledo o La Coruña, en las que se mostró a un Sorolla que se recreaba en los elegantes veraneos a orillas del Cantábrico, que se detenía ante la belleza del campo castellano, que retrataba costumbres populares. Para su exposición en Valladolid, dada la naturaleza de su sede, el motivo no podía ser otro que el propio arte esculpido en madera o piedra, según explicaron en la inauguración los comisarios Elvira Guerra, del Museo de Sorolla, y Fernando Delgado, del MNE.

Al fondo, una imagen de la portada del Palacio de los Dávila realizada por Sorolla.

Al fondo, una imagen de la portada del Palacio de los Dávila realizada por Sorolla.P. REQUEJO - PHOTOGENIC

Sorolla entró en el siglo XX como un artista reconocido –con distinciones en París, Múnich, Viena; con el Grand Prix que le otorgaron en la Exposición Universal de 1900–. En 1903, como se recuerda en Viajar para pintar, Sorolla visitó con su familia León donde se detendría a pintar el interior de la Catedral. Supuso, advierten desde el MNE, uno de «sus primeros acercamientos a las portadas medievales».

Luego llegarían viajes a Segovia, en 1906, donde el frío que lo recibió le llevarían a buscar interiores más acogedores, como el del Monasterio del Parral, donde fijó su caballete ante el sepulcro de Beatriz Pacheco que se puede ver en el Palacio de Villena. Y la luz cálida bañando unos árboles en La Granja, con sus hojas rojizas y verdes envolviendo una escultura pétrea apenas sugerida por Sorolla.

Una imagen de 'Viajar para pintar'

Una imagen de 'Viajar para pintar'P. REQUEJO - PHOTOGENIC

No se libró del frío en Burgos. De aquel viaje, en 1910, surgieron estampas como la del exterior de la Catedral en plena nevada –tuvo que meterse «hasta las rodillas en la nieve», recordaría después en una entrevista.–; una imagen de la puerta antigua del claustro así como de la Capilla del Condestable de la seo. Sorolla buscó también la compañía de los maestros del pasado como Gil de Siloé, cuyo retablo en la Cartuja de Miraflores quiso trasladar al lienzo. Tampoco en Ávila, visitada ese año, en marzo, de la que se fue con un óleo de la portada del Palacio de los Dávila. Una pequeña fotografía de Alfonso Vadillo muestra al pintor, bien abrigado, trabajando ante los curiosos burgaleses en la calle Fernán González.

La piedra hecha lienzo por Sorolla. En Viajar para pintar, los comisarios ponen frente a sus óleos tallas del Museo Nacional de Escultura que, en ocasiones, parecen reflejar hasta la imagen pintada, como ocurre con una Virgen con el niño en madera policromada, motivo que el valenciano también reprodujo, en sus años de juventud, en torno al 1880.

'Fauno danzante' del MNE frente a una fotografía de Sorolla

'Fauno danzante' del MNE frente a una fotografía de SorollaP. REQUEJO - PHOTOGENIC

La muestra también ofrece al espectador algunos de los trabajos que Sorolla realizó en el refugio de su casa, en los jardines de su palacete –hoy sede del Museo Sorolla– donde también tenía su estudio. Allí, por ejemplo, llevó a la tela la figura serena de un San Juan Evangelista, una talla gótica que podía contemplar allí. Ambas se exhiben en el Palacio de Villena junto a un Fauno danzante o una Virgen de la Anunciación de los fondos del Museo Macional de Escultura.

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