Diario de Valladolid

El espíritu activista y callejero de Haring revive en pasión

Un centenar de piezas se exhiben en Pasión anticipando el trigésimo aniversario de su muerte

Un vistante observa algunas de las obras de Keith Haring que cuelgan en la Sala de Pasión hasta el 16 de febrero.-J. M. LOSTAU

Un vistante observa algunas de las obras de Keith Haring que cuelgan en la Sala de Pasión hasta el 16 de febrero.-J. M. LOSTAU

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Ana de la Fuente

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En su corta pero intensa carrera, Keith Haring (Pensilvania 1958-1990) siempre tuvo presente un objetivo: democratizar el arte y hacerlo accesible a las clases populares. Para ello escogió como ‘lienzo’ para sus obras el metro o la calle. En apenas una década su fama dio la vuelta al mundo.

El racismo, el sida - murió de esta enfermedad cuando tenía 31 años-, la homofobia, la desigualdad económica, el medio ambiente o la amenaza nuclear son algunas de las constantes que marcaron su trayectoria y que palpitan en sus obras. Ahora, su espíritu callejero, inquieto y activista renace en el Museo Pasión a través de la exposición Keith Haring, arte para todos, que podrá visitarse hasta el próximo 16 de febrero.

Un centenar de carteles, dibujos, collages, serigrafías, álbumes intervenidos por algunos de los pintores cubanos más conocidos de la última generación o sus colaboraciones con Warhol o Basquiat se exhiben en esta exposición con la que Valladolid se anticipa al trigésimo aniversario del fallecimiento del mítico artista que se conmemorá en 2020. Desde los dibujos subterráneos hasta las creaciones que ilustraron festivales de música, portadas de discos o competiciones deportivas, su iconografía resiste el paso del tiempo proporcionando nuevos diálogos que rodean importantes cuestiones sociales que cuatro décadas después aún siguen resonando.

Arte para todos permite al visitante realizar un viaje al trepidante Nueva York de los ochenta, cuna del arte callejero desde la perspectiva de este artista. Aunque muchas de sus creaciones tienen un toque festivo, alegre y colorista a medio camino entre lo pop y lo naif con siluetas de trazos simples que el elevó a categoría de arte, Haring fue un prolífico creador cuya estética siempre caminó de la mano de mensajes de crítica social interesado en reflexionar y responder al clima cultural en que vivía. Y lo hacía con un estilo directo y fácilmente accesible y comprensible por el gran público.

Haring defendía el derecho al arte para todos. Su objetivo era sacar la pintura a la calle», señalaba ayer José Luis Rupérez, comisario de la exposición y propietario de la colección. No lo hacía para autopromocionarse, sino por su «pasión por la accesibilidad democrática a su trabajo fuera de los espacios de arte convencionales. Todas las cosas importantes que sucedieron en los años ochenta, las reprodujo en sus carteles».

El dibujo fue el medio que mejor le permitió comunicarse con su gran audiencia, pero también hizo posible la simbiosis entre el arte y otras disciplinas como la moda o la música. Incluso abrió un local en Nueva York para vender sus creaciones, piezas de papel, cartón cerámica que él decoraba. «Lo popular no puede ser una excusa para la fealdad», decía.

La muerte le sobrevino con 31 años. Azotado por el sida, afrontó la noticia con miedo y tristeza, pero también con una gran entereza. Ahora, a punto de cumplirse treinta años de su fallecimiento, el arte con el que sedujo en las estaciones de metro, en los muros o en las calles lo hace también en Pasión.

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