Diario de Valladolid

Un canto a la amistad, una mirada al abismo terrorista y un fresco naturalista sobre el despertar del amor copan la atención

La comedia de Gastón Duprat en ‘Mi obra maestra’ convivió en la jornada de hoy con la cruda ‘Utoya. 22 de julio’ y con la romántica ‘Genèse’, de Philippe Lesage

Encuentro con los medios del director de la película de la Sección Oficial ‘Mi obra maestra’, de Gastón Duprat. En la imagen posa junto al equipo artístico de la película-ICAL

Encuentro con los medios del director de la película de la Sección Oficial ‘Mi obra maestra’, de Gastón Duprat. En la imagen posa junto al equipo artístico de la película-ICAL

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Una comedia ácida, un drama tan terrorífico como realista y una mirada agridulce al despertar del amor y del deseo coparon hoy la atención de la quinta jornada de la 63 Semana Internacional de Cine de Valladolid, con el estreno en España de los largometrajes ‘Mi obra maestra’, del argentino Gastón Duprat; ‘Utoya. 22 de julio’, del noruego Erik Poppe; y Genèse’, del canadiense Philippe Lesage. Las películas fueron recibidas con aplausos en su paso por el festival, y se suman a la competición oficial por los principales premios del certamen.

Dos años después de cautivar a crítica y público con ‘El Ciudadano Ilustre’, que se alzó con la Espiga de Plata, el premio al mejor guion y el premio del público en Valladolid, Gastón Duprat regresó hoy al festival con ‘Mi obra maestra’, su primer trabajo en solitario tras ocho largometrajes codirigidos junto a Mariano Cohn (que en esta ocasión se reserva el papel de productor).

“Tardamos muchos años en poder filmar ‘El Ciudadano Ilustre’, y tras ella barajamos dos ideas como próximo proyecto. Entonces dijimos ¿por qué no filmamos una cada uno y así lo hacemos en un plazo más razonable? Nos interesaba vivir esta experiencia y elegimos una cada uno, sin discusiones. Yo he rodado ‘Mi obra maestra’ y Mariano, ‘Cuatro por cuatro’, que verá la luz el próximo año, ambas en coproducción con Mediapro”, argumentó el director en Valladolid, según informa Ical.

‘Mi obra maestra’ narra en clave de humor ácido la amistad inquebrantable que ata a dos hombres antagónicos encarnados con brillantez por Guillermo Francella y Luis Brandoni. El primero es Arturo, un galerista de arte contemporáneo encantador, sofisticado y acostumbrado a manejarse en las turbias aguas de la hipocresía que contaminan su oficio. El segundo, por su parte, es Renzo, un pintor huraño, un poco salvaje y en franca decadencia, que se niega a subirse al tren de las modas y se mantiene fiel a su reaccionario ideario.

Según explicó Gastón Duprat en su encuentro con los medios, “el arte no es el tema de la película, sino simplemente el escenario de fondo donde transcurre la amistad entre dos hombres”. La elección de ese entorno viene dada, en buena medida, por “deformación profesional” del coguionista, Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes en Argentina: “Andrés conoce muy bien ese mundo, y ambientar la historia ahí nos aportaba un montón de posibilidades, pero intentamos ubicar ese mundo como una geografía donde suceden las cosas. No es una película sobre el mundo del arte sino sobre la amistad”.

Por su parte, del cineasta y galardonado fotoperiodista Erik Poppe (que no viajó al festival) se pudo ver ‘Utoya. 22 de julio’, donde el realizador sigue en tiempo real y en plano secuencia a Kaja (Andrea Berntzen), una chica de 18 años que se encontraba entre los jóvenes que se vieron encerrados el 22 de julio de 2011 con un sádico terrorista de extrema derecha, en la cadena de atentados más terrible de la historia de Noruega.  “Nunca lo entenderás” son sus primeras palabras mirando fijamente al espectador. Inmediatamente aparta la mirada de la cámara y prosigue lo que en realidad era una llamada telefónica con su madre, aunque el mensaje fundamental que el cineasta quería trasladarnos ya ha quedado sembrado. Tras una escueta presentación de la chica, con la irrupción de los primeros disparos el film se convierte en una película de supervivencia, con la propia cámara convertida en un personaje más, que intenta huir del terror. Con pulso firme Poppe transmite la angustia, el pánico, el dolor, el miedo, la rabia, la incredulidad y el sinfín de sentimientos que tuvieron que desbordar emocionalmente a cuantos poblaban la isla aquella fatídica tarde.

El cineasta traza una coreografía en el caos, haciendo a su protagonista naufragar por un escenario pensado para celebrar la vida y que acaba convertido en la tumba de chicos y chicas con toda la vida por delante. En medio de la trama, el director se toma al menos tres tiempos muertos para profundizar en la empatía del espectador con su protagonista, que si bien es ficticia ha sido construida tras numerosas entrevistas mantenidas a lo largo de años con los supervivientes reales.

Con su película, Poppe nos sumerge en la batalla por la supervivencia a la que se vieron enfrentados centenares de niños, y le rinde tributo a la memoria de las víctimas, a quienes murieron y a los supervivientes, a sus familiares y amigos.

Por último, el canadiense Philippe Lesage presentó en persona ‘Genèse’, su tercer largometraje de ficción, que se estructura en dos partes muy marcadas. En la primera de ellas, dos hermanastros son los protagonistas. Las historias de Charlotte (Noée Abita) y Guillaume (Théodore Pellerin) se van alternando en el metraje, para desvelar al espectador cómo cada uno de ellos se choca con la cruda realidad de los desengaños amorosos.

Ella, una chica resuelta y decidida, prendada de su novio, se ve empujada por este hacia la incerteza cuando le plantea la posibilidad de que ambos mantengan una relación abierta. En ese momento emprenderá una búsqueda sin brújula del amor, a través de un camino de evasión y errores por el que transitará hacia la oscura vida adulta. Él, por su parte, es el gracioso de la clase en un estricto internado de chicos. En pleno despertar de su sexualidad se da cuenta de que aún no ha dado con su lugar en el mundo, que creerá encontrar en la figura de Nicolás, su mejor amigo.

Tras la resolución de ambas historias, en montaje paralelo, Lesage abre una tercera vía en la última media hora de película, para desgranar la historia de Félix (Édouard Tremblay-Grenier), un niño en los albores de la pubertad que, en su primer campamento de verano, verá cómo su vida se trastoca al conocer a Béatrice (Émilie Bierre). La ternura y la inocencia con que la cámara se aproxima a esa relación en ciernes, en contraste con la crudeza que el destino les depara a los dos protagonistas anteriores, hace que todas las piezas del puzle encajen para conformar un delicado y poético tríptico naif.

En su visita a Valladolid para defender el estreno, Philippe Lesage explicó que en el film sigue la senda emprendida con su anterior largometraje, ‘Los demonios’, donde se apoyaba en su propia experiencia vital para hablar de la infancia. “Para mí era lógico seguir ese camino, pero con gente algo más mayor, y observar los movimientos del corazón en relación con el descubrimiento de la sexualidad, una sexualidad que se transforma, que siempre está en movimiento, sobre todo cuando somos jóvenes”, expuso.

“Cómo afronta cada joven sus primeras experiencias puede ser determinante en el resto de su vida. Aquí me intereso en el amor vivido con una cierta juventud, pero no creo que el amor tenga edad”, aclaró. La película, según comentó, no tiene una ubicación geográfico-temporal precisa porque quería “evitar el discurso generacional”. “Muchas veces se critica a las generaciones jóvenes, y yo quería demostrar que el amor que se vive hoy en día es como el de mis padres. Los medios de comunicación entre las personas han cambiado pero el amor sigue siendo complicado”, señaló.

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