Diario de Valladolid

DE FIESTA EN FIESTA

Santa Casilda y la tabera en Briviesca (Burgos)

-E. M.

-E. M.

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Briviesca, capital de la Bureba, es rica en patrimonio artístico e histórico; de hecho, ha sido declarada Bien de Interés Cultural por el valor del trazado urbano. A ello contribuyen también las iglesias y monasterios que la hacen atractiva al visitante, pero además cuenta con un elemento patrimonial de primer orden. Es la fiesta de la Tabera, el día de Santa Casilda, patrona de la ciudad, cuyo culto se desarrolla en un santuario a once kilómetros de la capital.

El santuario está enclavado en un paisaje paradisíaco sobre un promontorio que domina un amplio panorama, y que tiene a sus pies un frondoso vergel regado por las aguas que brotan de dos pozos a los que, desde tiempo inmemorial, se atribuyen propiedades milagrosas. El templo originario de finales del s. XV, diseñado por los Colonia que por entonces trabajaban en la Catedral de Burgos, tuvo que ser completamente restaurado a comienzos del s. XVIII.

Por eso, aunque aún se conservan algunos restos del gótico florido, se convirtió en la joya del barroco que vemos hoy. Consta de una nave central cubierta por bóveda de cañón, y dos laterales menores. La bóveda central está pintada con escenas de la vida de la santa. En conjunto, forma un tapiz de equilibrada armonía que transmite un halo de misterio y religiosidad. El retablo de la cabecera, de estilo barroco, enmarca la imagen yacente de la santa, de bellísima ejecución, debida a Diego de Siloé, fechada en 1524.

En el enclave del actual santuario perviven las huellas de una larga tradición pre-cristiana, y donde hoy se honra a Santa Casilda se veneró a deidades telúricas y de las aguas, que el cristianismo sacralizó. De ello dan cuenta una cueva y dos pozos dedicados a San Vicente, a donde convergían personas en busca de la salud perdida. Son el denominado pozo blanco porque el agua transparente y clara refleja el fondo formado por piedras blancas, y el otro negro, por la tierra y vegetación que crece en las profundidades.

En realidad son grandes manantiales que forman pequeños lagos de más de diez metros de diámetro que surgen por rebosamiento del acuífero y que en estas fechas primaverales son un espectáculo por la abundancia de agua que echan fuera. A ellos peregrinó la Santa en busca de curación.

Santa Casilda, según la leyenda, es una santa de origen musulmán, que vivió en el s. XI. Su nombre proviene del árabe y significa canción y poesía. Según el relato del santoral, nació en Toledo, y fue hija de un rey moro, de aquellos que se la habían jurado a los cristianos, a quienes, por causa de su fe, metía en prisión y castigaba con poco alimento. La hija remediaba el mal que hacía el padre visitando a los encarcelados y llevándoles las viandas necesarias para hacerles más llevadero el cautiverio. Llevaba sus alimentos disimulados en el mandil, pero un día en que padre la pilló in fraganti, al preguntarle qué llevaba escondido, abrió el regazo y los alimentos se convirtieron en rosas, y así se representa en cuadros y estampas.

Siendo joven padeció la enfermedad conocida como ‘flujo de sangre’ y, siempre según la leyenda, algunos de los cristianos cautivos le hablaron de que cerca de Briviesca había una laguna cuyas aguas curaban este tipo de males. Con permiso del padre y acompañada de numeroso séquito, la princesa se dirigió al norte. Se bautizó en Burgos, y desde allí, ya cristiana, se encaminó hasta el lugar de referencia donde, al bañarse en el pozo de san Vicente, se vio libre de la enfermedad. Vivió allí haciendo penitencia, y a su muerte fue enterrada con fama de santa.

Su memoria se esfumó muy pronto, hasta que en el s. XV los canónigos de Burgos la rescataron para el santoral popular. Adquirió fama como sanadora de hemorragias, y las estampas que se vendían en el santuario la llamaban «Especialísima abogada contra todo flujo de sangres y esterilidad de mujeres». Con el paso del tiempo, se especializó en ayudar a los matrimonios que no podía tener descendencia, colaborando incluso en la elección del sexo. Decía la tradición que si una mujer casada, lógicamente, quería tener hijos varones, debía arrojar una piedra al pozo milagroso; si prefería hijas, debía tirar un trozo de teja. El ritual se completaba con la promesa que hacía la futura madre de acudir en peregrinación al santuario con la nueva criatura.

La fiesta, un compendio equilibrado de religiosidad, comensalismo y vivencias lúdicas, se celebra el denominado martes de Letanías, o sea, el posterior a la Pascua de Pentecostés y anterior al jueves de la Ascensión. Es la fecha en que Briviesca honra a su patrona, pero no es el único día en el que acuden los devotos al santuario.

Otros pueblos, según Jaime Valdivielso Arce, lo hacen entre el día de Pentecostés y el domingo infraoctava del Corpus. Pero hubo un tiempo en el que los canónigos de la catedral de Burgos acudían al Santuario el día 24 de junio, día de San Juan, para honrar a la Santa y, al mismo tiempo, recordar que el santuario pertenecía al patronato de la catedral burgalesa. El 29 de septiembre también celebraban romería pueblos vecinos y lo hacían en honor al Arcángel San Miguel.

Las autoridades y pueblo de Briviesca van en romería, en autobuses y coches particulares, con el pendón y la cruz. A la una del mediodía comienzan los actos en honor a la Santa. Antes de la misa se hace una procesión alrededor del templo. Abre la marcha el pendón y, a continuación, la cruz con los faroles, seguida de la santa portada en andas por las mujeres. Los fieles caminan detrás. A continuación, se celebra la misa, después de la cual el alcalde de Briviesca, o la autoridad de más rango que se halle en el acto, inaugura oficialmente el juego de la taba haciendo una tirada, que no vale como apuesta, ante la atenta mirada del público que juzga sus dotes de ‘baratero’.

En la pradera, al lado de los pozos, el Ayuntamiento prepara una paella con la que obsequia (ahora hay que sacar un bono para calcular mejor el número de comensales) a los concurrentes.

La fiesta de la tabera recibe su nombre del juego de la taba (hueso de la rodilla del ganado lanar). Un juego tradicional de niñas que se convierte, en este contexto festivo, en el protagonista. De las cuatro caras que tiene la taba, hay dos que son las buenas. La cóncava que además se pinta para distinguirse mejor, es la denominada ‘carne’. La opuesta es, en lenguaje tradicional, el ‘culo’. Hay otras dos posiciones: ‘penca’ y ‘bodil’, que no cuentan, sólo indican que hay que tirar de nuevo.

El tiempo de juego autorizado por el Ayuntamiento comprende un período que, en la víspera, abarca desde las 21 horas hasta las 4 de la madrugada, y el día de la tabera, desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la madrugada del día siguiente. El Excmo. Ayuntamiento de Briviesca ha establecido una normativa para que el juego sea limpio y transparente. El encargado de tirar las tabas y controlar el juego es el ‘tabero’, también llamado ‘baratero’. Tiene que cubrir las apuestas, ‘casar’ se dice en lenguaje coloquial, con la misma cantidad que ponen los jugadores. Si sale carne da ganador al baratero. Si sale culo, a los apostantes.

Por la noche hay varios locales en los que se tiran las tabas, siempre con permiso del Ayuntamiento y vigilancia de la policía local. Aunque hay excepciones, y según en qué lugares y a qué horas, se juega fuerte; sin embargo, durante el tiempo festivo es un pasatiempo que se disfruta en grupos de amigos.

Es una diversión aceptada socialmente, una tradición, un sistema de sociabilidad, de manifestar en público el mundo de relaciones de cuadrillas, de conocidos; es una actividad lúdico-festiva. Para los que lo han visto desde pequeños forma parte del rito, y echar unas tabas es una manera de estar en la tradición. Ha sido tal la fuerza de este juego que ni siquiera desapareció en la época franquista cuando los juegos de azar estuvieron prohibidos. Hoy La Tabera es un signo de distinción y orgullo para Briviesca y la Bureba.

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