Diario de Valladolid
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Redacción de Valladolid
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VISTO el barullo insustancial que trenza los menús del estirado calendario de plenos, hasta consumir el año parlamentario que hoy culmina, no queda más remedio que invocar que vaya concluyendo cuanto antes. Porque una vez repartidos los sillones de auxilios mutuos, incluso con canjes demostrativos de que alguno vale para todo, la amenaza es prodigar el fogueo de obviedades ensayado en el anterior pleno: aleluyas sucesivas y cansinas a la Transición, a los símbolos nacionales, a la monarquía parlamentaria e incluso a un 155 sin el acojono de Rajoy. Mañana será la caza. Tópicos de obvio cuño en los que nuestras Cortes no debieran gastar ni un minuto.

Porque esa deriva es el atajo más rápido para desacreditar a una institución autonómica que, por no hacer en tiempo y forma aquello a que la obliga su norma estatutaria, va dando tumbos de entretenimiento y enredo hasta consumir el presupuesto de dietas y suplidos, que se prorrogará en enero. Y no están los tiempos para bromas ni dispendios. Claro que la responsabilidad del desvarío no es únicamente de los políticos autonómicos que organizan la zambra, sino de los entusiastas chocarreros encargados de su vigilancia, como mediadores de la gente, que parecen tan satisfechos como dispuestos a coronar esta temporada insoportable de luengos plenos rellenos de naderías con una nueva edición del bochornoso espectáculo bautizado como Hemicisco, en el que políticos y periodistas de guarnición enredan otro rato, aparentando ingenio en torpes ocurrencias de porte tabernario. Prolongar el resuello como caricatura es tanto como reírse de quienes suponen que unos y otros están ahí para tareas muy distintas.

Con estos preliminares, ya deducirán el nivelazo de debates sobre despoblación, gestiones políticas y diversos potajes sin macerar que ofreció la última sesión. Antes de empezar, un procurador socialista depositó un ladrillo de obra sobre el pupitre del consejero Sáez Aguado, que retiró diligente a su escaño el vice portavoz Ángel Ibáñez. Después del minuto de silencio por el asesinato canalla de Laura Luelmo, la presidenta leyó una Declaración institucional sobre los defensores de los Derechos Humanos a los 70 años de su Declaración Universal e inauguró el primer turno con la pregunta de Tudanca sobre despoblación, que dio lugar al intercambio de reproches, para concluir con la solicitud de Herrera de desbloqueo de la Ordenación del territorio y apoyo a las políticas coadyuvantes a paliar la pérdida de población: una transición energética justa y la nueva PAC. Pablo Fernández, de Podemos, repartió los premios Éxodo 2018 a los miembros del gobierno, como balance político del año que termina, con la entrega final de un tarro de arena a Herrera.

Fue un momento de alborotado guirigay que atajó la presidenta con reiterados avisos al orden y amenaza de expulsión para los procuradores populares Sanz Vitorio, De la Hoz y para la consejera Milagros Marcos. Estaba visto que no podía ser. Luego, Herrera detalló su calendario de trabajo para el año venidero, a pregunta de Fuentes, incidiendo en la lealtad para el cumplimiento de su programa hasta el último día. Está visto que la contumelia navideña impide que se haga luz incluso sobre asuntos fácilmente desglosables, como los 260 millones del Plan de Dinamización Minera aprobado en 2016. Óscar Álvarez preguntó por los proyectos y la consejera Pilar del Olmo respondió por elevación, con logros y objetivos.

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