Diario de Valladolid

ATENTADO DE BARCELONA

«Nos encerraron en la oficina, era lo más seguro»

Los castellano y leoneses que vivieron de cerca el atentado de Las Ramblas experimentaron momentos de miedo e incredulidad ante lo ocurrido

Un policía de Barcelona observa la calle desierta acordonada después del atentado.-REUTERS

Un policía de Barcelona observa la calle desierta acordonada después del atentado.-REUTERS

Publicado por
G.SANZ / E. ORTIZ / V. MARTÍN / VALLADOLID
Valladolid

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Barcelona dibuja dentro de su ciudad uno de los paisajes más cosmopolitas del mundo. Gente procedente de todos los rincones del mundo pasean, trabajan o viven en LasRamblas, un enclave turístico del que ayer se adueñó el horror después de ser golpeado por un ataque terrorista.

La incredulidad fue un denominador común en toda la gente que vivió de cerca el mayor impacto que ha recibido la Ciudad Condal, que ayer lloraba la pérdida de al menos 13 vidas y casi un centenar de heridos.

En Barcelona, una ciudad con más de un millón y medio de habitantes, residen cientos de castellano y leones. Muchos de ellos vivieron de cerca cómo el horror se adueñaba de Las Ramblas. Uno de ellos, el vallisoletano Guillermo Fernández, explica cómo las fuerzas de seguridad les impidieron la salida a la calle. Quedaron encerrados en su oficina, situada en el World Trade Center, próximo a la Plaza Colón, desde donde iban recibiendo noticias.

Los primeros indicios apuntaban a un atropello, poco a poco, las redes sociales lanzaban luz al atentado. «Nos enteramos porque nos llamó una compañera que había salido antes y nos decía había gente en Las Ramblas llorando», explica. Cuando quisieron salir a la calle, se encontraron con la negativa de las fuerzas de seguridad:«Nos han dicho que no podíamos salir de la oficina, era lo más seguro. Las noticias que teníamos es que los terroristas podían estar por la zona y eso daba un poco de miedo», reconoce el vallisoletano.

También permaneció aislada de la zona de la masacre la burgalesa Ángela, que permaneció varias horas encerrada en la tienda en la que trabaja, atendiendo a las instrucciones de los Mossos de Escuadra. Las persianas bajadas y las puertas atrancadas ponían una hipotética barrera entre ellos y los terroristas.

Otra de las personas que se acercaron a la zona del atentado fue el periodista Daniel Esteban. El segoviano tuvo que acudir a la zona en la que minutos antes un conductor se había llevado por delante la vida de 13 personas para hacer un directo para la televisión. Allí se ha encontrado un paisaje que le ha dejado en estado de shock «Las Ramblas es una zona atestada de gente. Lo imaginas y resulta terrible. Impresiona ver la calle desierta, sólo ocupada por ambulancias y coches de policía», relata.

Al verle con la cámara, la gente testigo del atentado se acercaban al segoviano afincado en Barcelona desde hace 18 años para mostrarle los vídeos que habían grabado con el móvil.

Antes incluso de que las noticias llegaran a las radios y a la televisión, DanielEsteban sabía que algo grave había ocurrido por mediación de su mujer, con la que vive cerca de la zona del atentado. Su esposa, Marta Crespo, natural de Valladolid, vio cómo su teléfono comenzaba a recibir mensajes de sus compañeras en el Hospital del Mar de Barcelona. «Las primeras noticias me han llegado por mis compañeras. Todavía estoy sin creérmelo. Lo ves por la tele y no te puedes creer que esto haya ocurrido a diez metros de donde vives», explica.

En otro hospital de la Ciudad Condal trabaja Míriam, una enfermera que lleva desde hace tres meses en el hospital Vall d´Ebron. Su turno empezó dos horas después de que se perpetrara el masivo atropello: «Es el tercer atentado que vivo», lamenta la burgalesa, a la que ya le ha tocado vivir un atentado de ETA, en el 2003 en Pamplona, y un ataque terrorista en el metro de Londres en 2006. Ayer lo hizo como enfermera, en un hospital en el que atendió al menos a tres de los niños que resultaron heridos en el ataque, explicó antes de incorporarse a su labor.

Mientras que los servicios médicos y policiales trabajaban a pleno rendimiento, los transportes públicos quedaron cortados en los alrededores de Las Ramblas como parte de protocolo antiterrosita. Así lo vivió una pareja de burgaleses que se encontraba de vacaciones en la Ciudad Condal. Lo que parecía un cómodo viaje hacia el parque Güel se convirtió en una odisea. «Habíamos comprado la entrada para visitar el parque a las seis de la tarde y el atentado nos ha pillado en el metro», comenta Seoane. «Empezamos a notar que el tren permanecía mucho tiempo en las paradas, hasta que en una de ellas nos han hecho bajar de la línea en la que estábamos subidos».

Esa entrada al parque Güel ha podido cambiar el destino suyo y el de su pareja:«Todos los días hemos paseado por Las Ramblas y justamente hoy hemos decidido que no sea así. Saber que podíamos haber estado allí, que podíamos haber sido nosotros es una sensación muy mala», concluye.

Desde el Metro de Barcelona también vivió la tragedia el leonés David Monge. El trabajador del suburbano catalán resalta la situación de caos en la ciudad.

Monge comentó a Ical, en un momento de descanso, que en su lugar de trabajo, aunque no está cerca del centro de la ciudad se ha notado a diferencia de otro día cualquiera. Según confirmaron fuentes de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) y de Renfe-Rodalíes, las estaciones del suburbano cerradas «por orden gubernamental».

La incertidumbre se hizo dueña de muchos de los ciudadanos de Barcelona, como la palentina Pilar Jimeno, a la que el golpe terrorista la alcanzó cuando se encontraba trabajando en las oficinas del Edificio Colón, próximo a Las Ramblas: «Aunque es cierto que oíamos muchas ambulancias y apreciábamos más alboroto de lo habitual, no fuimos conscientes de lo sucedido hasta que empezaron a sonar nuestros teléfonos», explica.

Cuando finalizó su jornada laboral pudo salir a la calle, escenario de la masacre. Allí vio un panorama desolador:«Al bajar a la calle, vi a gente corriendo hasta el final de Las Ramblas, desubicada y muy nerviosa. Estaba todo acordonado y había seguridad por todos los lados. Los negocios habían cerrado. Era como si hubiera pasado un tornado», describe Pilar.

Las calles se quedaron «semivacías», como asegura Bruno Sanz. El atentado pilló a este vallisoletano en su vivienda, pero al salir al exterior percibió el «temor» y las calles en soledad, porque los barceloneses han asumido el llamamiento de las autoridades para no salir de sus casas.

En la era de las redes sociales y la telefonía móvil trabajando a pleno rendimiento, el twitter y los grupos de whatsapps se convirtieron en el medio de información en con el que los habitantes de la capital catalana daban noticias a familiares y amigos de que el atentado de Las Ramblas no les había afectado, al menos físicamente. Cuando este cauce no hacía su labor se siembra «una sensación de miedo por si había algún familiar o amigo en La Rambla», como explica María Jesús, una salmantina afincada en la ciudad.

Tras cinco décadas viviendo en Barcelona, el atropello ha afectado en profundidad a esta vecina del barrio de Gracia que según cuenta llegó a su domicilio apenas 30 minutos después de que sucediese el atropello múltiple de La Rambla. «El enclave barcelonés es un sitio al que va mucho la gente de Barcelona a pasear por la tarde en verano» y que, por ello sus vecinos estaban llamando a familiares y amigos para saber si estaban bien. «La gente en el supermercado hablaba de más de 50 heridos y varios muertos, pero no sabemos cómo ha sido exactamente», relata.

La salmantina se enteró de lo acontecido en Las Ramblas de mano del portero de su bloque.María Jesúsasegura que cuando supo lo ocurrido se quedó «paralizada» al imaginar el lugar en el que ocurrió la tragedia y la distancia recorrida en la furgoneta.

La mujer subraya que los terroristas «han elegido el sitio a propósito para hacer daño», al tiempo que reitera que en el barrio de Gracia, «aunque no hay sensación de pánico sí estamos muy preocupados por la elevada cifra de víctimas y heridos», concluye.

También desde Gracia vivió el atentado un burgalés que paseaba por las calles disfrutando de las fiestas del barrio. Álvaro, natural de Aranda de Duero y trabajador en una bodega, explica que en cuanto se conoció la noticia del atentado las calles «se quedaron vacías y todo el mundo salió zumbando», siguiendo las recomendaciones policiales.

Otro salmantino, Silvestre Sánchez Sierra resume la pesadilla vivida en Barcelona la tarde de ayer con dos palabras:«pena y preocupación». El empresario, propietario de varios restaurantes en el Puerto Olímpico de la Ciudad Condal asegura que Barcelona está viviendo las horas posteriores al mazado que ha supuesto el atentado con «mucha tristeza, pena y preocupación constante porque las noticias son confusas». Poco a poco la luz se fue lanzando sobre las informaciones recibidas.

Hasta la zona del puerto llegaron horas después ciudadanos, testigos de la tragedia que compartían su sentir con Silvestre:«Ha llegado un chico turco que es socio de otro amigo mío y está todo el rato al teléfono preocupado y con los nervios que todo el mundo tiene», señala el empresario hostelero que sintió la gravedad de la situación porque las sirenas de ambulancias y policías se convirtieron en un murmullo continuo por las calles de la capital barcelonesa.

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