Bares de pueblo en busca de cantinero
“Un pueblo sin bar es un pueblo fantasma”. Municipios como Roales de Campos o Torrescálvara buscan devolverle la vida a sus locales
De fantasmas y mesas vacías están llenos muchos de los bares de pueblo de la provincia de Valladolid. Al aumento de edad de los habitantes de los municipios más pequeños se suma el incremento de los precios en una convulsa mezcla que tiene un resultado similar en casi todas las localidades, bares cerrados y gentes que se ven forzadas a coger el coche para poder ir a tomar un café o jugar a las cartas. La falta de emprendimiento propicia a su vez la desesperación de los ayuntamientos de muchos municipios, que en su busca de cantinero tienen que recurrir a contrataciones de arrendamiento a precios que puede llegar a ser menor al 10% del coste mensual del local hace una década para una anualidad.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados el pasado diciembre, en 2023 un total de 169 pueblos de la provincia tenían menos de 500 habitantes. De estos 111 se encuentran en el baremo entre 100 y 500 empadronados, y 58 no alcanzan los 100. Es ese último grupo, que tan solo suma 3.426 personas de manera conjunta, el que más sufre la falta de infraestructuras en sus municipios, especialmente el tan necesitado y querido bar de pueblo, con sus tapas, su vermú, sus vecinos jugando la partida y sus charlas amigables.
Esta es la situación en la que se encuentra ahora mismo Roales de Campos que tan solo cuenta con 60 vecinos y lleva sin bar desde la pasada Navidad. Después de 14 años el establecimiento hostelero y lugar de encuentro predilecto de pequeños y mayores ha bajado la persiana y no encuentran quien la vuelva a levantar.
El 17 de enero la Diputación de Valladolid publicó en el Boletín Oficial de la Provincia (BOP) el anuncio de la convocatoria de concurso para el arrendamiento del Bar Municipal establecida por el Ayuntamiento de Roales. Esta oferta establecía una licitación al alza de 1.000 euros anuales, es decir, 83 euros al mes para el bar ubicado en la calle Calvario con un contrato durante un año y posibilidad de prorrogarlo.
Un bar a la espera de arrendatario
Durante este periodo de espera, de llamadas que no llegan, tan solo una persona se ha interesado por el local, un vecino de otro pueblo, pero “a la gente le da miedo coger un negocio en los pueblos, y más si es por su cuenta, porque hay muy poca gente y aún menos expectativas de ganar dinero” explica el alcalde. “Igual nos toca hacer algo como lo de Montealegre”, lamenta.
En Montealegre de Campos saltaron todas las alarmas el pasado septiembre cuando cerró el único bar del pueblo. Tras esto se publicó un anuncio en el BOP para la licitación urgente de la explotación del bar municipal. El local ubicado en la calle Nicolás Rodríguez contaba con una oferta muy peculiar por su insólito coste, tan solo 120 euros al año, “un precio simbólico”, apunta el alcalde del municipio Alfredo Martín Martín.
Tras dos meses de espera y preparativos el bar local volvió a abrir el pasado noviembre y permanece recibiendo clientela a día de hoy. Su arrendatario, natural de otro municipio, “ha tomado con buena iniciativa la gestión del local y está planteándose venir a vivir al pueblo”, añade Martín satisfecho con haber devuelto a sus vecinos su punto de encuentro.
Más adelantada está siendo la gestión del cambio de arrendatario en Torrescárcela, un municipio de 165 personas empadronadas y “125 o así que residen todos los días”, según informa su alcalde Luis Antonio Gómez. Abierto “desde hace 5 años”, su bar pierde a la actual arrendataria, que deja el negocio, por lo que anunciaron en la oferta de licitación con un coste de 1.800 euros al año, o lo que es lo mismo, 150 euros al mes, para el local ubicado en la Plaza Mayor del municipio.
Se busca interesado
Gómez aboga por mantener abierto este bar-restaurante, ubicado en la antigua casa del secretario, y “principal punto de encuentro de los vecinos”. “Normalmente, la gente no se encuentra en un pinar, lo hace en torno al café con leche, sentado en la barra o la mesa de su bar”, explica. “Se debe poner en valor la posibilidad de quedar y tomar una comida tradicional para quienes les apetezca salir de la ciudad y compartir un momento, porque hay una oferta gastronómica muy rica y de alimentos de calidad en nuestros pueblos que no se puede echar a perder”, añade.
“Recuerdo que en Bahabón -municipio que actualmente ha recuperado su bar- cuando cerró el establecimiento hace unos años el ayuntamiento del municipio habilitó en un espacio junto al consistorio máquinas de vending, ya que no encontraban a gente que se prestara a dar este servicio. Son soluciones a las que nos toca recurrir desde los pueblos para generar un espacio de convivencia y que los vecinos puedan compartir un rato juntos”, cuenta.
Otro bar pendiente de abrir es el de Bolaños de Campos. Antes de que finalizara el contrato con el anterior arrendatario, fechado para el día 31 de marzo, se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Valladolid del 15 de febrero el anuncio de la contratación mediante concurso para el bar del Teleclub ‘San Fernando’, ubicado en la calle Santa María.
Además de este anuncio el alcalde del municipio, Alberto Callejo, publicó en la página web de Mil Anuncios la misma oferta del local con un coste de 600 euros al año, 50 euros al mes, más 1200 euros de fianza. Fue esta publicación la que más interesados propició, con llamadas de “unas 15 o 20 personas de fuera de la provincia, pero no hay viviendas para la gente de fuera. Si no hay una casa que puedan alquilar no es nada fácil que alguien coja negocios como este y esté dispuesto a ir y venir todos los días”, explica Callejo.
Reforma para abrir en breve
Actualmente, “el local está cerrado porque estamos haciendo reformas, pero esperamos poder reabrir a final de mes. Principalmente, es un lavado de cara, algunas mejoras, vamos a poner una cocina y pintar todo el complejo, pero no tenemos demasiado presupuesto. De igual manera, el local está bastante bien. Es un establecimiento que hace 10 o 12 años salía por 600 euros mensuales y lo hemos sacado por lo mismo pero en un plazo anual. Es un chollo”, considera.
“Al final lo que importa es recuperar el bar. En el día a día un pueblo sin bar es lo peor que puede pasar. ¿Qué hacemos con la gente mayor que echa la partida o con la joven que viene el fin de semana? ¿Qué atractivo tiene el pueblo? Tenemos una masa poblacional relativamente digna -unos 250 habitantes- pero otros que son más pequeños sin estos locales no hay vida. Un pueblo sin bar no tiene relevancia. Fíjate que tenemos tres carnicerías y nos encontramos con problemas para encontrar gente para llevar el ‘teleclub’”, lamenta.
Por su parte, quien será la adjudicataria si todo sigue según lo previsto, Daniela, natural de Colombia y con experiencia en la hostelería, afronta esta nueva etapa con entusiasmo. “Tengo mucha ilusión y expectativas de que todo funcione bien, al final yo soy habitante del pueblo y también me estaba viendo afectada por el cierre, ya que teníamos que ir a otro pueblo para poder ir al bar. Vi la necesidad que tenemos todos y me animé a hacer una oferta para ser arrendataria con la idea de que el pueblo tenga más vida”
Otra persona que se decidió a emprender es Eva, residente en Bobadilla de Campos. “En 2011 se quedó mi marido en paro y no me quedó otra que tirar adelante. El antiguo bar municipal, que era parte del hogar de jubilados, no lo tenía nadie así que me anime a cogerlo, pero era muy pequeño, apenas entraban 15 personas en el local”, cuenta. Ahora estrena un nuevo espacio “cuatro veces más grande” reformado por el ayuntamiento en lo que antes era un salón empleado para las actividades de la asociación de jubilados.
Un establecimiento recién estrenado
Acerca de los bajos costes que tienen los arrendamientos en los pueblos, como es el caso del suyo que es de 1.320 euros al año, 110 al mes, considera que “es una pena que a los ayuntamientos les toque recurrir a estas medidas, pero sería inviable coger los negocios con precios altos”. “Hay que incentivar que la gente coja los locales, y si ya en muchos casos casi es inviable la situación de por sí, si ponen la renta alta nadie se lo pensaría”, argumenta.
Por su parte, Francisco Pastor, alcalde de Bobadilla apunta a la necesidad de “dinamizar el medio rural”. “Antes teníamos dos bares, uno particular y otro municipal, pero cuando cerró el primero de estos no dábamos abasto con el que teníamos en el hogar del jubilado. Así que decidimos transformar este espacio en un bar y adaptarlo a las necesidades del pueblo porque tenemos bastantes habitantes, unos 300, y bastante gente joven, pero no había un bar en condiciones. Al final estos establecimientos son los centros de encuentro dentro del municipio, la gente más mayor no tiene mucho donde ir o donde salir y estos lugares de ocio y de convivencia son muy necesarios”, concluye.
Varias aperturas y cierres ha visto el bar de Castrejón de Trabancos. Después de que el antiguo dueño cerrara el local hace casi un año este fue alquilado por un hombre y duró abierto tan solo tres meses. “Estuvimos sin bar desde últimos de agosto y con el calor que hizo el pasado verano no podíamos quedar ni hacer nada”, cuenta su alcalde, Moisés Santana, quien asegura que llegaron a plantearse desde el ayuntamiento hacer un bar municipal para poder arrendarlo, ya que el que existe actualmente es de carácter privado.
Varios cierres y una nueva apertura
Feliz de que se volvieran a abrir las puertas de local y su máquina de café volviera a funcionar, apunta que el bar “es totalmente necesario, es el punto de unión. Siendo una población pequeña no teníamos donde quedar, nos tocaba acudir al hogar del jubilado para juntarnos”, comenta.
“Me parece fundamental y necesario mantener la vida en los pueblos. Sin bar la gente no quiere ni venir al pueblo, deciden quedarse en la ciudad y terminan perdiendo el vínculo con los vecinos. La gente se va y quien se queda no ve a nadie”, lamenta aliviado de que la situación se haya solucionado.
El bar que ha abierto más recientemente es el de Castronuño. Fue el pasado noviembre cuando el Boletín Oficial de la Provincia publicó inicialmente el anuncio para el arrendamiento del bar municipal por un coste de 1.200 euros al año, o 100 euros al mes.
El primer bar municipal
“El local municipal estaba destinado a ser una cafetería del Centro de Convivencia, pero se encontraba vacío y consideramos que si una propiedad del ayuntamiento no genera beneficios y da gastos es que no estamos haciendo una buena gestión”, apunta.
El establecimiento, ubicado en la calle Real, abrió poco antes de la Semana Santa a manos de su nuevo arrendatario, Catalin. Natural de Rumania, actualmente vive en Simancas, pero tras el poco tiempo que ha estado a los mandos del bar del municipio ya ha manifestado sus ganas de poder irse a vivir a Castronuño, según apunta Jose Ignacio Vázquez, quien asegura que le recibirán con los brazos abiertos.