Cuenca se alza como centro de la arquitectura ‘en barro’
Crean la fundación Re-Habitar para recuperar patrimonio / La primera obra será el monasterio de San Bernardino, «el único de Castilla y León en tierra»
La localidad de Cuenca de Campos da un paso más en su propósito de convertirse en enclave de referencia de la arquitectura tradicional basada en la utilización de materiales naturales, como el barro, la paja, la cal, la arcilla o la madera, y ha constituido –y registrado ya de manera oficial en la Junta– la fundación Re-Habitar con el objetivo de promover la conservación y revitalización del patrimonio de la comarca.
Su constitución para poner de relieve la importancia de las construcciones en tierra se suma a las ferias empresariales de innovación, a los talleres de restauración sostenible o a los congresos que desde hace más de una década promueven en este enclave con poco más de doscientos habitantes, y que le han permitido consolidarse como epicentro de técnicas milenarias, adaptadas a la actualidad.
Así, la primera iniciativa que pondrán en marcha a partir de la constitución de la sociedad será la recuperación del convento de San Bernardino de Siena de la propia localidad terracampina, un emblema por el que llevan años luchando para frenar su estado de deterioro, ya que es «el único monasterio de Castilla y León construido en tierra», aseveró el presidente de la fundación y también alcalde de Cuenca, Faustino González Miguel.
Gracias a las donaciones particulares, explicó, y a las aportaciones económicas de los socios –entre los que se encuentra un catedrático de Física de la Universidad de Valladolid, una arquitecta especializada en materiales naturales, una asesora fiscal, un médico y un concejal del municipio–, han reunido los fondos suficientes para sumar los 21.000 euros necesarios para la constitución inicial de Re-Habitar y los 60.000 euros para comprar una parte de este inmueble del siglo XV –para la adquisición de la otra parte aún están en proceso de negociación con los propietarios–, en la que esperan comenzar los trabajos de consolidación a principios del próximo año.
Se trata del área «más antigua y noble» del edificio, que incluye las entradas principales de acceso, la capilla, los coros, algunas celdas, una huerta, el palomar y los aljibes mudéjares. «En los primeros meses, calculamos que hasta mayo o junio, trabajaremos en la consolidación de estas zonas, y también de la espadaña, para evitar que la ruina vaya a más y se produzca un efecto dominó».
Después, la actuación se centrará en descubrir el artesonado y los arcos ojivales ocultos en la capilla ya que, según la información recabada por la fundación, la orden que pobló el monasterio de San Bernardino, las Claras de Tordesillas, tapiaron el habitáculo y rebajaron los techos para conseguir mayor recogimiento.
Estas religiosas fueron las moradoras a lo largo de más de cinco siglos de historia, desde 1459 hasta 1967, cuando lo vendieron mediante subasta a una familia del pueblo, pero desde que lo abandonaran comenzó un proceso de degradación que el Ayuntamiento ha tratado de frenar.
Sopesaron, incluso, que pasara a formar parte del patrimonio municipal, pero finalmente han recurrido a la fórmula de la fundación para facilitar la petición de ayudas y subvenciones porque necesitan «fondos de manera desesperada para actuar con rapidez».
«En Patrimonio ya nos han dicho que están dispuestos a colaborar para que este símbolo siga en pie y presentaremos un proyecto al Ministerio de Cultura para dar vida al monasterio», aclaró González Miguel antes de avanzar que la idea no sólo se basa en promover visitas guiadas, sino también conciertos de música o desfiles de moda.
La recuperación de este singular convento de Cuenca, construido sobre un antiguo palacio, es sólo la primera de las intervenciones previstas por la fundación Re-Habitar en la comarca de Tierra de Campos. Casonas o palacios son algunos de los objetivos a recuperar, y cobran especial relevancia los palomares, por ser «seña de identidad» de la zona. «Están tan deteriorados que da pena verlos y no podemos dejar que se extingan».
Mucho trabajo por delante, bajo el mismo lema: el barro como símbolo de nuestra piel.