La plaza de la cruz fantasma de Valladolid

Quien pase hoy por una de las plazas más concurridas de Valladolid, la plaza de la Cruz Verde, junto a la Circular, no va a dar con la respuesta al acertijo por mucho que mire a su alrededor. ¿Dónde está la tan mencionada cruz? Pista: la de la farmacia no cuenta.

No hace justicia a su nombre, no hay tal cruz, y mucho menos de ese color prometido. Parece como un crucifijo fantasma, aunque la realidad tiene una explicación más sencilla y hay que recurrir a la historia para descubrir la curiosa razón. La legendaria cofradía de la Vera Cruz tiene mucho que ver en el misterioso origen del enigma.

«No tengo ni idea de dónde viene el nombre», relatan María y Beatriz, que viven en la plaza de la Cruz Verde desde hace tiempo. Y, como ellas, muchos son los vecinos y comerciantes que desconocen el porqué del nombre de esta plaza. La de la Cruz Verde de Valladolid no debe su denominación a que contenga ningún elemento de ese tipo y de tonalidad esmeralda, sino a una anécdota que llevó a que los vallisoletanos adoptaran ese nombre antes de que fuera oficial.

A mediados del siglo XVIII (septiembre de 1758) la parroquia de San Andrés, muy próxima a la plaza conocida hasta entonces como de los Herradores, convocó un acto religioso en honor de la cofradía de la Vera Cruz. Cuenta el historiador Agapito Revilla (1867-1944) en su libro ‘Las calles de Valladolid’ que «se colocó el Santísimo en su retablo nuevamente dorado [...] y hubo una procesión muy lucida por las calles del barrio [...] y en la cruz de piedra de la plazuela de los Herradores», que estaba en una hornacina, se colocaron lazos verdes.

La estampa gustó a los vallisoletanos y comenzaron de manera informal a atribuirle el nombre de ‘la plaza de la cruz verde’. Más tarde se convirtió en oficial.

El ajetreo es constante en este punto de la ciudad que conecta Mantería con Circular y en la que desembocan José María Lacort, Alonso Pesquera, Don Sancho, Tudela y Labradores. Por sus estrechas aceras el ir y venir de peatones es continuo y en sus carriles siempre hay coches en marcha o parados. Las fachadas forman escaleras, tan pronto de topas con casas de dos pisos, como con bloques de ocho alturas.

Sin aparcamiento y a falta de árboles

La actividad incesante es uno de los puntos fuertes de la ubicación que señala Javier Hernández, de Somnia Inmobiliaria: «Nos gusta que estamos en el centro y muy bien situados, accesible para la gente, aunque lo peor es que se aparca mal y la zona es un poco complicado para eso».

En la misma acera, tras el mostrador de la histórica farmacia de Carmen, la farmacéutica Raquel subraya «la cercanía con la gente del barrio» como la mayor bondad de esa plaza. «Todos nos conocemos, conocemos a todo el barrio y eso está muy bien», expone quien si pudiera pedir algo para esta plaza reclamaría «más árboles y aceras más anchas». Como nota negativa señala el elevado tráfico rodado: «Ha subido mucho y con los cortes que hubo en la Circular esto se puso...», comenta Raquel, que concluye que en suma se trata de «un buen sitio» para trabajar.

A pocos pasos se encuentra un bar de los de siempre, el Hamburgo. Los más veteranos del lugar recuerdan veladas alrededor de sus hamburguesas, perritos o sabrosos bocatas de pechuga. Se mantiene también ofreciendo menús del día.

Frente a él, la reconocible fachada roja del restaurante chino Dong Fang, de los más antiguos en la dinastía de la comida oriental en la ciudad. En el estanco de Dasa, Iván celebra que «hay de todo por aquí». «Tenemos súper, banco, estamos a dos minutos de la plaza de Españ, y siempre hay clientes dentro del comercio». A su lado, un kiosco y un bazar completan una oferta en la que también hay agencias de viaje, un negocio de manicura, un par de tiendas que compran oro, el comercio de embutidos Cantimpalos Delicatessen y, claro está, algún local cerrado.

Nostalgia: el desaparecido bar La Luna

Este rincón de la ciudad también tiene espacio para la nostalgia. A albergó hace años un bar mítico y ya desaparecido: La Luna, que formaba una trilogía alternativa con los cercanos Lisboa y La Curva. «Anda que no he pasado buenos ratos ahí», comenta Miguel sobre el local que regentaban los hermanos Arturo y Coral y que se despidió para siempre tras 34 años en marcha en verano de 2017, meses después de que la junta de gobierno local diera luz verde a la demolición de todo el edificio.

Ahora luce más nuevo y con una entidad financiera ocupando el local. Sólo quedan los recuerdos y las fotografías de aquellos vinos en un garito con solera, junto a Mantería, cuya peatonalización también influyó en la circulación de la alargada Cruz Verde. Una plaza de Valladolid con un nombre que hoy sigue siendo un misterio para muchos que la cruzan a diario.