Diario de Valladolid

Dos alcaldes de Valladolid con vidas truncadas por el franquismo

El Grupo Municipal Socialista elogia la figura de los exregidores de Valladolid Landrove Moíño y García Quintana, víctimas del Golpe de Estado de 1936, a los que homenajeará este domingo

Federico Landrove Moíño y Antonio García Quintana, exalcaldes de Valladolid.

Federico Landrove Moíño y Antonio García Quintana, exalcaldes de Valladolid.E.M.

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El Grupo Municipal Socialista elogió este viernes la figura de Federico Landrove Moíño y Antonio García Quintana, dos exalcaldes de Valladolid que serán homenajeados mañana, fecha en la que se conmemora la proclamación de la II República. Los concejales socialistas recorrerán el cementerio de El Carmen y se detendrán en las tumbas donde descansan los restos mortales de los dos alcaldes del PSOE que fueron víctimas del golpe de Estado de la dictadura.

El portavoz del Grupo Municipal Socialista, Pedro Herrero, destacó la labor desarrollada por ambos en un intenso trabajo en beneficio de la ciudad. «Trabajaron mucho por la educación, por las escuelas públicas. Landrove comenzó esa labor y García Quintana la continuó», añadió el portavoz.

Herrero se mostró crítico con los dirigentes que «pretenden borrar» lo ocurrido durante la dictadura. «No sólo es nuestra historia, es la historia, que ahora, tras casi 50 años desde la restauración de nuestra democracia, la extrema derecha pretende borrar. Y se dispone a hacerlo con la complicidad del PP de Castilla y León».

El portavoz del Grupo Municipal Socialista elogió la tarea realizada por Landrove Moíño y García Quintana, que vieron truncada su vida cuando apenas habían tenido tiempo para acometer los numerosos proyectos que tenían en mente fruto de su destacada vocación de servicio y se refirió a la necesidad de defender la democracia por encima de «legítimas diferencias». «La historia es la que es. Por eso quieren reescribirla. La extrema derecha sigue siendo franquista. No son demócratas», escribió Herrero en su cuenta de X (antes twitter).

El caso de Landrove Moíño fue mucho más grave ya que su hijo, Federico Landrove López, que nació en Bilbao el 9 de abril de 1909, fue fusilado el 15 de agosto de 1936 cuando sólo tenía 27 años. Su padre fue condenado a 30 años de cárcel pero contrajo una enfermedad renal y falleció en 1938 en el hospital-asilo penitenciario de Segovia.

Landrove Moíño fue uno de los principales líderes del socialismo vallisoletano y uno de los responsables del ascenso de la Agrupación Socialista Vallisoletana en el primer tercio del siglo XX. Antes de llegar a la Alcaldía, fue concejal en 1917 y 1920 y se encargó sobre todo de asuntos relacionados con la enseñanza.

Fue elegido diputado a Cortes por el PSOE en las elecciones del 19 de abril de 1933. Ocupó, entre mayo y agosto de ese año, el puesto de director general de Enseñanza Primaria. Perteneció a las Comisiones Parlamentarias de Instrucción Pública y de Estatutos e intervino en la elaboración del estatuto vasco y fue asimismo académico de la Real Academia Galega y miembro del Ateneo de Valladolid.

Con el inicio de la Guerra Civil comenzaron sus años más difíciles. El inicio de la sublevación lo llevó a esconderse junto a su familia en un piso del paseo Zorrilla de Valladolid, pero fue apresado el día 23 de julio. Su filiación y actividad política lo llevaron a ser juzgado y condenado a treinta años de prisión por parte de las nuevas autoridades del bando nacional.

Antonio García Quintana entró a trabajar como amanuense de un notario y poco después sacó por oposición una plaza de cajero en la Caja de Previsión Social de Valladolid y Palencia, para más tarde aprobar los exámenes de secretario contable del Colegio Notarial.

En 1920 logró un escaño en el Ayuntamiento de Valladolid por el Partido Socialista, desempeñando hasta 1923 una intensa labor política a favor siempre de las clases más desfavorecidas. En enero de 1932, García Quintana fue elegido alcalde de Valladolid en sustitución de Landrove Moíño. Destituido de su cargo por el gobernador civil en octubre de 1934, volvió a ser elegido alcalde en febrero de 1936.

Fue firme defensor de posturas moderadas criticando las posiciones más extremistas del Partido Socialista. Tras el golpe militar del 18 de julio de 1936, García Quintana se refugió en casa de su hermana, donde fue hallado cerca de un año después, juzgado y condenado por rebelión a muerte, pena que se ejecutó el 8 de octubre de 1937.

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