Diario de Valladolid

ACCIDENTE DE MOTO EN MARRUECOS

«Alberto siempre se despedía de la casa porque decía que igual no volvía más»

Mari, la viuda del motero que murió en accidente en marruecos hace un mes asegura que está rota: «No subiré más en una moto»

Alberto López y su mujer María Luisa ‘Mari’ Morate en una excursión a Mont Saint Michel (Normandía)

Alberto López y su mujer María Luisa ‘Mari’ Morate en una excursión a Mont Saint Michel (Normandía)E.M.

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Motero de raza, desde los 13 años y tenía 55 cuando murió en Marruecos el pasado 7 de marzo, Alberto López García, nunca había sufrido un accidente de moto. El primero que tuvo, fue el letal. Este trabajador de Renault España era valiente, pero no inconsciente. Llevaba ya muchos desfiles de antorchas por moteros fallecidos, como para no ser ajeno a la vulnerabilidad de pilotar vehículos de dos ruedas en los que el cuerpo humano es el 95% de la ‘carrocería’.

Por ello, cuando salía de viaje en su BMW Adventure 1.250 cc., a la que llamaba su «niña», siempre se despedía de su casa, en La Cistérniga, por si era la última vez en pisarla. «Tenía esa costumbre, y decía adiós, por si no volvía a verla más», recuerda María Luisa Morate ‘Mari’, su viuda, siete años como pareja, los cinco últimos casados. Mari recibe a este diario muy afectada en lo sentimental y en lo físico, ya que iba de paquete en el accidente de Marruecos.

Pero no recuerda nada del siniestro. Ya solo tiene como reto inmediato, superar las lesiones: rotura de tibia y peroné, clavícula, hombro, nueve costillas, y un dedo. Reconoce con naturalidad que hoy es una mujer «dependiente» y, por esta razón ha decidido pasar estas primeras semanas en una residencia de la capital vallisoletana, ya que en ella encuentra los cuidados que necesita cuando terminan las curas matinales de sus heridas.

Mari, sentada en una silla de ruedas con una pierna estirada, recibió a este diario acompañada por Yolanda, hermana de Alberto. La otra hermana, Ángela, se excusó y prefirió ni estar. Confiesa que está «rota de dolor», como sus padres, de Rodilana, donde se celebró del 10 de marzo un emotivo funeral con presencia de decenas de moteros.

En realidad la devastación es total entre los familiares, amigos y allegados de Alberto. Ángela lo resume con estas palabras: «La vida a veces juega sucio y con quien menos se lo merece, porque mi hermano no es que fuera una gran persona, hijo, marido, hermano… era la persona que con ese corazón y alegría ha dejado a centenares de almas desconsoladas, tristes e incrédulas. Desde hace siete años Alberto era completamente feliz, y el destino le ha jugado una mala pasada. Murió como él quería y junto a quien el queria, pero no cuando quería», resume Ángela.

En la cola del grupo

Asegura Mari que las circunstancias se han puesto algo en contra para esclarecer cómo se produjo el accidente, ya que ella no recuerda nada y ni siquiera la policía marroquí ha concluido el informe del accidente. Solo sabe que era el 7 de marzo, que se produjo a las 11.30 horas de la mañana, camino de Fez, que se produjo en una carretera de la región de Zbat, provincia de Midelt y no en una pista o camino de tierra.

Tampoco ayudó otra circunstancia. Mari y Alberto viajaban en la cola del grupo, porque disfrutaban haciendo paradas por las localidades y repartiendo caramelos a los niños. Cuando ocurrió el siniestro, los demás compañeros ya llegaban a Fez. Mari explica que el viaje estaba perfectamente organizado y que era una ruta turística de un grupo de amigos por carreteras asfaltadas. Era una de las rutas anuales que organizaba el club de motos ‘Joroboros’ de Mariena del Alcor, al que pertenecían. Un club que Alberto conoció y se metió de cabeza cuando en 2022 fue destinado a la planta de Renault en Sevilla.

Era un viaje de siete días y el trayecto prácticamente ponía el colofón a la ruta en la que se embarcaron seis motos y doce personas. «Alberto ya había estado en Marruecos en 2023 y quería que fuésemos su hermana Yolanda y yo, pero no ella no pudo ir», apunta Mari. «No tengo recuerdos de cómo ocurrió. Me desperté en una ambulancia. Pasé cinco días en un hospital de Mekinez, y luego me trasladaron a España, a Valladolid», recuerda la viuda.

En estos últimos días, la familia ha tenido la oportunidad de palpar el cariño de todos los que conocieron a Alberto. Mari quiere ser muy rigurosa y recalca que los dos clubes de moto a los que pertenecía eran los Joroboros de Sevilla, ya citados, y los Froilanes, de implantación nacional, pero con miembros en muchas provincias. «Se ha hablado de algún club más, pero Alberto ya solo estaba  relacionado con estos dos y disfrutábamos muchísimo».

Pero ese placer, al menos de momento, ya es el pasado para ‘Mari’. «Ahora mismo una moto es impensable e intocable para mí. Estoy en una fase en la que ya no me subo en mi vida. Tienes que subir con la persona en la que confías, pero ya no está Alberto y era la única persona con la que estaba segura», afirma.

Persistente en recalcar que la noticia es el primer mes de la muerte de Alberto, Mari quiere recordar de su compañero «las ganas de vivir», de «disfrutar» y «ser amigo de sus amigos y de su familia» Y en esas coordenadas estaban también sus amigos de ‘Joroboros’ cuando en alguna ocasión comentaban, sin haber pasado, que lo más triste de la vida debería ser que diez amigos salieran en moto y solo nueve volvieran a casa. Lo que sucedió el 7 de marzo.

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