Diario de Valladolid

Los castañeros de Ferrari en Valladolid

«Vendió castañas mi abuela, luego mi madre y ahora yo», comenta la más joven del oficio

Publicado por
Eva Soto

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El frío intenso, ese que entumece las manos y los pies si permaneces mucho tiempo estático por las calles de Valladolid hasta tal punto de no poder apenas moverlos. El frío que enrojece las narices sin distinción y enfría las orejas de aquellos que se atreven a salir sin gorro. Ese frío helador tan característico de estas fechas casi navideñas, ya ha aterrizado en la capital vallisoletana hace alguna semana junto con sus iluminaciones, su TioVivo y su belén. Y como las tradiciones nunca vienen solas, hay algo que no puede faltar en las 'callejuelas' de la ciudad. Un oficio que se ciñe a los conocimientos generacionales: los castañeros.

Diana regenta el puesto situado en la calle Ferrari, colindante con Fuente Dorada. Junto a Samuel «aunque no siempre» y en un espacio muy reducido (y bien organizado), forman un negocio  de lo más «tradicional» . «Vendió castañas mi abuela, luego mi madre y ahora yo» . Este negocio familiar cuenta con tres generaciones y Diana indica que «la táctica no ha cambiado nada, es la misma: rajarlas una a una, escogerlas y hacerlo con carbón, nada de gas» .

El origen de las castañas se remonta a la Antigua Grecia. En su obra 'Anábasis', el historiador y filósofo griego Jenofonte, deja ver una de las primeras referencias que se conocen de la confusa y contradictoria historia de las castañas. En ella narra sobre los 'mosinecos', un pueblo jaranero que utilizaba este fruto proveniente de sus fértiles tierras cuando las épocas de escasez azotaban, «este era su alimento principal, que hervían y cocían como pan» . Hasta hace bien poco este alimento era utilizado por la población rural por sus elevados valores energéticos y las recolectaban en el monte directamente para su consumo inmediato o conservarlas secas. También la harina de este fruto era necesaria como sustituta en muchas ocasiones de los cereales habituales para la elaboración de pan como la harina de trigo.

Tres euros es lo que cuesta una docena de castañas asadas en los puestos de Valladolid . La dueña advierte que ellos no han subido los precios de venta y lamenta que «lo que si ha subido es la tasa del Ayuntamiento, la luz, los autónomos, el carbón, las castañas, todo». La tía de esta, Rosa,  lleva el puesto situado en la Plaza Zorrilla justo al final de la calle Santiago, y lamenta juntoa  su sobrina Diana que desde hace dos años se mantienen «aguantando el tirón».

Lo único que ha cambiado realmente desde los inicios del oficio es el recipiente donde se vierten estos frutos secos una vez cocinados. «Antes se vendían en cucuruchos de papel de periódico» , confirma Francisco (43), que comenta que desde la pandemia lo prohibieron y ahora «es mucho más práctico”. “Ya no tengo que hacerlo yo». Es en el número 16 del Paseo Zorrilla donde este castañero, tapado con una par de mantas gordas y unas buenas botas de montaña, despacha a los clientes de la zona como cada tarde de otoño. Cada semana se siente más gente rondando por las calles más navideñas de la ciudad, y estos puestos son la primera parada una vez puesto el sol. Abren sobre las cinco de la tarde y con diferentes prendas de abrigo y el calor del carbón aguantan hasta echadas las nueve o las diez . «Dependiendo sobre todo del tiempo, se nota que cuanto más frío, más se vende» , expresa Francisco. Este puesto es uno de los pocos ubicados fuera del 'mogollón’ de la zona centro. «A los abuelos les gusta mucho venir con calma. Compran sus castañas, ellos me cuentan y yo les cuento», indagó Francisco con una pequeña sonrisa bastante  reconfortante. Y nos son los únicos que frecuentan estos puestos tan navideños. «Vienen con las mascotas porque a los perritos les gustan, para ellos es una venta más tranquila y sobre todo más cercana» , finaliza el castañero desde su pequeño resguardo.

Para aquellos que buscan el 'ajetreo' navideño, la multitud, la música y las luces, los puestos distribuidos por el centro de la ciudad son los más indicados. En la calle Constitución y en el final de la calle Mantería, justo a la entrada con la Plaza España, se encuentran los puestos que Begoña y Félix regentan desde los inicios de su matrimonio. También como un negocio familiar han heredado el oficio porque «los padres, abuelos y bisabuelos de él siempre se han dedicado a este trabajo» , indica Begoña, y más tarde adquirieron otra a la altura de El Corte Inglés de Paseo Zorrilla.

Las colas no pierden comba al ritmo de los más curiosos en estos puestos, donde para la sorpresa de muchos clientes la tarjeta no es una opción y toca correr de forma apresurada a los cajeros más cercanos. También la calidad del género berciano es una de las preguntas que más se repiten durante las esperas. «Que este año dicen que vienen un poco rancias...», comenta una clienta mientras espera a ser atendida, a lo que la dueña contesta: «Esto es natural, no se puede prever» .

La cantidad de género despachada en los días de ajetreo es tal, que no siempre llevan la cuenta exacta. «Aquí se va rajando y se va vendiendo, no te puedo decir cuántas docenas vendemos al día» indica Diana, la castañera de Ferrari. Mientras, Francisco calcula que dependiendo del día y haciendo un balance ‘grosso modo’ en alguna jornada el número «puede ascender a 5 kilos mientras que otros puede llegar a 30 kilos» .

Aunque detrás de cada fogón solía esconderse la memoria de varias generaciones de familias, hoy en día cuesta mucho encontrar una castañera o castañero en cada puesto de la ciudad a la antigua usanza... A pesar de todo, su oficio ha resistido el paso del tiempo como uno de los símbolos más evocadores del invierno vallisoletano en forma de puesto callejero y de aroma a castaña asada… tratándose del imborrable y tierno aroma de las Navidades de nuestra infancia. “Aquí no ha cambiado nada, cada uno tenemos nuestro trabajo, todo funciona igual que siempre” , afirma Diana.

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