Diario de Valladolid

El "protector" de Valladolid cumple 120 años

La estatua del Conde Ansúrez preside la plaza mayor como recuerdo a la importancia de su figura / Permanece desde 1903 observando la transformación de Valladolid

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Publicado por
Raúl Ruano
Valladolid

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Valladolid es historia, cultura, cine, literatura y arte . Por sus calles han pasado personajes muy destacados de la historia de España. Esta ciudad fue la que vio nacer a Felipe II y a Felipe IV; Cristóbal Colón contempló las orillas del Pisuerga; el frío pucelano sirvió de inspiración a algunos de los  más grandes escritores que ha dado el país como Cervantes, Quevedo, Góngora, Miguel Delibes o José Zorrilla. Todos ellos han recogido los frutos sembrados por el que fuera su repoblador y protector aquella lejana época cuando los moros y cristianos habitaban en la  Península Ibérica. Un personaje sin el que no se podría entender el paso de las anteriores figuras por Valladolid ni su actual composición. Se trata del Conde Pedro Ansúrez. En recuerdo de estos ilustres personajes se les otorgó el nombre de alguna calle o plaza. En otros casos se levantaron estatuas en su honor y para el posterior recuerdo de las siguientes generaciones de vallisoletanos.

El homenaje al Conde Ansúrez e s la estatua ubicada en pleno corazón de la ciudad: en el centro de la plaza Mayor, custodiada por el Ayuntamiento de Valladolid. Un recuerdo a su figura que cumple 120 años. Un recuerdo a su labor en la ciudad, en su época «una modesta aldea agrícola» que inició su puesta en marcha en 1864, más de 700 años después de su muerte. Aunque hasta 1903 no se pudo ver materializada. Si bien, la historia de esta estatua no ha sido sencilla ni corta en el tiempo. Pese a que su inauguración se dio en los primeros compases del siglo XX, la intención de llevar a cabo este proyecto comenzó 49 años antes.

En 1864 la Corporación Municipal acordó levantar un monumento al Conde Ansúrez. El primer emplazamiento iba a ser la plaza de San Miguel, uno de los núcleos históricos más importantes de la ciudad. «Se decidió abrir una suscripción popular para sufragar el proyecto», cuenta José Luis Cano de Gardoquí, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid. Una empresa que se vio paralizada y hasta 1866 no se pudo retomar. Fue cuando el escultor Nicolás Fernández de la Oliva presentó un proyecto con su actual ubicación: la plaza Mayor. Para el acondicionamiento del monumento se preparó un pequeño jardín que rodearía la estatua , así como hiladas de piedra como asiento de una reja de hierro para su protección. Unos elementos que se eliminaron a principios de los 90.

Este modelo inicial dista bastante del que preside la plaza Mayor en nuestros días, consistía en un pedestal de piedra, la estatua del Conde Ansúrez de mármol y dos representaciones alegóricas en los costados: La Inteligencia y La lealtad . Este grandioso proyecto se vio truncado por las dificultades monetarias de la ciudad y de la Revolución de 1868 (La Gloriosa) que provocó el exilio de Isabel II.

Valladolid habría de esperar otros 32 años para que desde el Gobierno municipal se recuperase esta empresa. Esta vez, el escultor Aurelio Rodríguez Vicente Carretero fue el que ofreció la realización del monumento. Una escultura más austera, «lo que determinó al fin su materialización», apunta José Luis Cano . El contraste entre el monumento y su alrededor es manifiesto: la inmensidad de la plaza Mayor con la solitaria figura del Conde Ansúrez.

Así es como el homenaje al repoblador de Valladolid comenzó a levantarse. Una figura de bronce reina  en la principal ágora vallisoletana. Nuestro protagonista se presenta ante los visitantes armado con espada y escudo, su pierna derecha está ligeramente adelantada y echa el cuerpo hacia atrás. En su mano derecha sujeta el pendón de Castilla y con la izquierda sostiene enrollado el documento de su fundación. Su ropa es la de la época del rey Alfonso VI, del cual era su fiel amigo de la infancia. Con la espada y el escudo que sostiene defiende a la ciudad de Valladolid.

El pedestal, de piedra de Campaspero, consta de cuatro caras elevadas sobre tres pequeños escalones. La parte que da a la acera de San Francisco incluye la inscripción dedicatoria al personaje: «La ciudad de Valladolid erige este monumento a la memoria de su protector y magnánimo bienhechor el Conde D. Pedro Ansúrez. Siglos XI-XII». Unas sencillas palabras para reflejar su importancia en uno de los lugares más emblemáticos de Valladolid. 

En la parte del monumento que mira a la fachada del ayuntamiento se encuentra una placa con un escudo de la ciudad. «Los dos relieves restantes narran escenas de la vida del conde. Escenifica el primero la presentación de Ansúrez ante el Rey, montado a caballo y con soga al cuello. En el segundo, debían figurar las obras de la iglesia de Santa María la Mayor con el perfil de la torre de la Antigua al fondo. No obstante, la escena de las obras no remite a un edificio en concreto, y el relieve se reduce a la figura del Conde en primer plano y en altorrelieve examinando lo que pueden ser unos planos, un cantero labrando a su derecha y una escalera tras la que se puede verse un edificio en construcción», detalla este profesor de Historia del Arte.

Figura del Conde Ansúrez

El Conde Ansúrez ha sido una de las figuras más importantes que ha pasado por la capital vallisoletana por su importancia para la ciudad. José Luis Cano de Gardoquí cita a otro historiador, Julio Valdeón, para explicar su relevancia: «Si Valladolid a mediados del siglo XI era una modesta aldea agrícola, un núcleo preurbano, tras la muerte de Pedro Ansúrez, h hacia 1120, es decir, 50 años después, la ciudad de Valladolid había experimentado, no sólo un notable crecimiento demográfico, desbordando la primitiva cerca, e intensificándose las actividades artesanales y mercantiles, también se habían erigido solemnes edificios debido a la iniciativa del Conde».

Se tratan de los monumentos de la Colegiata de Santa María la Mayor, su palacio (de los que hoy se conservan solo las ruinas) y la iglesia de Santa María de la Antigua, destinada a  las necesidades espirituales del conde y su familia.

Su figura tuvo una destacable importancia a finales del siglo XI, cuando los cristianos luchaban contra los musulmanes para recuperar la tierra perdida. Estuvo implicado directamente en la repoblación de la zona de lo que ahora es Valladolid, «con centros neurálgico como la plaza de Santa María, los ejes de acceso a la Villa, más tarde calles de Francos (actualmente la calle Juan Mambrilla, considerada la más antigua de la ciudad) y de San Esteban y el barrio de San Martín». Alfonso VI rey de Castilla y León en 1072, fiel amigo del Conde, le encomendó la repoblación del Duero medio, al sur de Simancas. 

Sus acciones hace casi mil años han unido para la posteridad la figura de Pedro Ansúrez a la ciudad. La actual Valladolid no se podría entender sin este personaje histórico que ve reflejada su importancia con un homenaje en pleno corazón de Valladolid, un emplazamiento privilegiado para un personaje único en la historia de la ciudad desde el que puede ‘observar’ la transformación de la urbe. 

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