Diario de Valladolid

2 meses de la explosión en la calle Goya

«He perdido a mi madre y hasta las cenizas de mi padre»

El hijo de la única fallecida en la explosión de goya cuenta su tragedia: «Si hubiera cogido el tren que tenía, estaría muerto»

En la imagen grande el edificio siniestrado de la calle Goya, en pequeño una foto de Miguel con su perro Shadow, desaparecido tras la explosión. -J.M. LOSTAU

En la imagen grande el edificio siniestrado de la calle Goya, en pequeño una foto de Miguel con su perro Shadow, desaparecido tras la explosión. -J.M. LOSTAU

Publicado por
Raúl Ruano
Valladolid

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Un día negro, fatídico, que Miguel y Laura no podrán olvidar jamás. El 1 de agosto de 2023 un estruendo en forma de explosión dejó silenciada a la ciudad entera de Valladolid. Parte del edificio número 32 de la calle Goya saltó por los aires transformando una apacible noche de verano vallisoletana en una amarga tragedia. En el epicentro de esa fatídica explosión se encontraba Teresa Bergondo de 53 años, madre de Miguel y Laura Hernández . Una noche en la que ambos hermanos lo perdieron todo: «Mi hermana y yo hemos visto la casa por fuera y no queda nada . No queda nada, lo único que me queda son los tres trajes, las cinco camisas y el traje de la moto. Todo lo demás se ha esfumado. Mi casa no tiene suelo, no tiene techo. Las cenizas de mi padre, que falleció hace un año, estaban en mi habitación que es la que daba a la calle Goya. Las cenizas de mi padre se han perdido , la ropa se ha perdido, las fotos, los cuadros. Tengo material de ordenadores, todo eso me da igual. Estaba todo ahí», lamenta este joven de 29 años que ahora solo puede vivir de recuerdos ya que todo lo demás desapareció en un breve instante de tiempo.

En marzo de este mismo año Miguel tuvo que mudarse a Santander por cuestiones laborales, aunque ese fatídico 1 de agosto estrenaba sus vacaciones y compró un billete de tren para ir a Valladolid. «No lo cogí por temas de trabajo, pero si hubiera cogido el tren seguramente yo estaría muerto también». Esa misma noche, cuando se preparaba para ir al gimnasio, empezó a recibir muchos mensajes en el móvil preguntando por su madre y le contaron lo sucedido en la calle Goya: «Me quedé a cuadros», cuenta a este periódico. 

«Lo primero que hice fue llamar a mi jefe y me dijo ‘cálmate, vístete que cojo el coche y te llevo’». «Cuando estaba en el coche no paraba de pensar: ‘Esto tiene que ser una pesadilla’ , había hablado con mi madre dos días antes». Una vez en Valladolid, permaneció hasta la madrugada en el lugar de los hechos cuando los servicios de emergencias encontraron el cuerpo si vida de Teresa. Han pasado dos meses, pero 60 días no pueden borrar este momento, aunque Miguel intenta «mantener la cabeza fría» para que no le lleven las emociones. «Es un pozo en el que no pares de hundirte, hundirte y hundirte» , explica  sobre cómo fueron esos primeros días después del fallecimiento de su madre y, pese a toda la gente que tiene cerca, reconoce sentirse «solo».

Una de las cosas que perdió Miguel y su hermana con la explosión fueron los animales que vivían con Teresa , una parte importante en su vida: «Para mí, mi perro es como si fuera mi hijo». Un animal que lo adoptó y lo crío junto a su padre y del cual desconoce ahora su paradero. «Seguimos buscando, pero cada día tengo menos esperanza. Ha llegado un momento en el que prefiero pensar que están ahí abajo, hasta que la policía nos diga que lo han encontrado, lo que no podemos hacer mi hermana y yo es estar buscando como locos por Valladolid», lamenta Miguel. 

Consiguieron recuperar un perro: «Contábamos con que habían fallecido todos hasta que apareció Kinder», cuenta con un matiz de alegría difuso en sus palabras. «Falta su hermano que es Toy y falta mi perro que es Shadow. De los gatos recuperamos a dos, otro le encontró la policía carbonizado, el otro todavía no ha dado señales de vida. De los dos hurones, la policía encontró uno fallecido y del otro no hay señales», recuerda apenado Miguel. «Después de dos meses, aunque hubiera algún animal ahí, es imposible que esté vivo. Es imposible», se confirma así mismo. 

La situación de estos dos hermanos es especialmente complicada, el año pasado falleció su padre y este, su madre. Su familia y sus amigos son su gran apoyo para sobrellevar esta situación: «Donde más me estoy apoyando es en mi hermana y el trabajo». Miguel y Laura intentan «mantener la cabeza fría» para que no le lleven las emociones. «Familiares, amigos, compañeros del trabajo o clientes me han dicho que no entienden cómo puedo estar tan entero después de lo que ha pasado. Tanto tú como tu hermana se os ve súper enteros», comenta sobre las reacciones de sus seres cercanos, a lo que él responde: «¿Qué hacemos? ¿Nos echamos a llorar? No va a solucionar nada, mi padre falleció el año pasado, estuvimos muy jodidos y ahora pasa todo esto. Si nos echamos a llorar tirados en la cama y no movemos nada, no vamos a arreglar nada», explica con endereza sobre su situación actual. 

Tras este suceso que les ha dejado a los dos hermanos sin nada, Miguel solo tiene un objetivo: «Intentar que tanto a mi hermana como a mi sobrino no les falte de nada el día de mañana. Poder vivir que es lo que mi padre y mi madre siempre habían querido». Reconoce que el futuro «es duro», pero que no les queda otra opción. «Es muy duro, pero no hay otra cosa que puedas hacer. Si nos estancamos nos van a comer».

Miguel sabe que deben enfrentar al futuro con valentía para superar, con el tiempo, lo ocurrido ese 1 de agosto de 2023: «Aprenderemos a vivir con ello». «Estoy deseando que todo esto se termine ya y lo pero es que no ha hecho más que empezar. Viendo los casos que hubo en Palencia o Rondilla se puede ir perfectamente a 15 o 20 años y lo que quiero es que esto se intente zanjar cuanto antes. Al igual que otros vecinos, el 1 de agosto de 2023 es una fecha que no vamos a poder olvidar fácil, se nos va a quedar marcado a todos».  

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