Diario de Valladolid

Darío Domínguez, vuelta y oreja en su alternativa en la Plaza de Toros de Íscar

Emilio de Justo, padrino de ceremonia, firme y solvente, y Pablo Aguado, con un toreo exquisito y profundo, triunfaron con tres orejas cada uno

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César Mata

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Con el reflejo en el rostro de la lógica mezcla de responsabilidad e ilusión, Darío Domínguez, el toricantano, recibió los trastos de torear de manos de Emilio de Justo, el diestro cacereño que ejerció como padrino en la ceremonia de alternativa del coletudo iscariense. Frente a él esperaba Tarzanito, el toro negro zaíno, del hierro de Garzón de Valdenebro , con el que habría de consagrarse como nuevo matador de toros. Digno, con recursos y solvencia, Domínguez lidió al primer toro de la corrida, mostrando una suficiencia renovada. El astado, ayuno de bravura, huidizo, no se lo puso fácil, pero el iscariense se mostró muy entregado. No acertó con el acero. Su labor, meritoria, se vio recompensada con una clamorosa vuelta al ruedo, con sus paisanos enfervorecidos con su recién estrenado matador de toros.

Los compañeros de terna de Darío Domínguez, Emilio de Justo, y el sevillano Pablo Aguado , testigo de alternativa, mostraron lo mejor de su tauromaquia en el coso iscariense, cuyos tendidos acogieron a la mitad de su aforo, en una tarde para la historia taurina de la villa maderera y de la plaza . De Justo, con su seria solemnidad, su firmeza y poder, y Aguado, con la excelencia del gusto y la elegancia cadenciosa. Cierto que los astados de Garzón de Valdenebro, justos en su ofensividad y de proporcionadas hechuras, permitieron, con diversidad de juego, el lucimiento de los espadas.

La suficiencia fue la nota predominante en el primer toro de Emilio de Justo, noble en sus embestidas, al que cortó una oreja, pese a pinchar y enterrar baja la espada en el segundo intento. Ante el segundo de su lote, ofreció una labor más completa e intensa, por ambas manos, ante un astado enclasado . Entrega y firmeza, aunque a la faena la faltó mayor profundidad por haberse lesionado el toro una mano. Mató el cacereño de una estocada hasta la gamuza y cosechó dos apéndices.

Aguado transportó a los aficionados iscarienses a la orilla de Guadalquivir, con su lento y bajo manejo de los trastos, como un curso fluvial de cadencia pausada y profunda. Al tercero, un bonito ejemplar de pelo burraco, lo toreó con la pulcritud del artesano, ya desde los lances de recibo. Unos naturales de trazo transparente y cadencia reposada fueron los mejores lances de la tarde. Ante el quinto, al que lanceó con exquisitez en un quite por chicuelinas, además de evitar con suavidad que el toro aterrizara en la arena tras cada lance, mostró su calidad y temple que quedaba patente en cada muletazo. Estoconazo fulminante y dos orejas. 

Con el sexto, segundo del toricantano, un ejemplar encastado y exigente, Darío Domínguez volvió a mostrar una impecable disposición, y tras una labor de porfía y decisión, logró una oreja. Un buen inicio en su camino como nuevo matador de toros.

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