Diario de Valladolid

Barrio a Barrio

El barrio de Valladolid que cambió sus calles por el enfado de un cartero

El enfado del cartero dio origen al cambio del nombre de las calles, que inicialmente eran conocidas como simples travesías y se acabaron transformando en los pueblos vallisoletanos que llevan villa en su nombre: Villavaquerín, Villabrágima, Villafuerte, Villardefrades... Los alcaldes de estos municipios son invitados a dar el pregón de las fiestas

Niños jugando en la calle Villabrágima del barrio Las Villas de Valladolid hace años. | Imagen del libro 'El Lagar de Barahona' de José Antonio Gaviero

Niños jugando en la calle Villabrágima del barrio Las Villas de Valladolid hace años. | Imagen del libro 'El Lagar de Barahona' de José Antonio Gaviero

Publicado por
Javier Álamo
Valladolid

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Los orígenes del barrio Las Villas se remontan a los años 50. Las calles de este núcleo llevan los nombres de municipios de la provincia que comienzan por Villa: Villavaquerín, Villafuerte, Villabrágima, Villacarralón, Villafrechós, Villasexmir, Villalba de la Loma.... Resulta curioso saber el motivo. El cartero que repartía la correspondencia a diario perdió la paciencia y un buen día les dijo a los vecinos que tenían que poner nombre a lo que entonces era conocido como primera travesía, segunda travesía, tercera travesía... 

La solución que se le ocurrió al cartero era dejar cartas y postales en un punto determinado y de este modo tenían que ser los propios vecinos quienes las recogían. Una reunión entre los propietarios de las viviendas zanjó el problema. Se planteó ponerlas nombres de ríos pero a iniciativa de Ángel Gaviero se decidió que llevasen el nombre de municipios de la provincia de Valladolid que comienzan por Villa. Y para que el vínculo sea mayor, la Asociación de Vecinos La Paz decidió que el pregonero de las fiestas fuera cada año uno de los alcaldes de estos pueblos. Los primeros ediles recibían al término del pregón el libro El Lagar de Barahona, escrito por José Antonio Gaviero , vecino del barrio durante más de 40 años. El autor, psicólogo, y por encima de todo enamorado de un barrio que le trae muchísimos recuerdos, cambió su residencia pero dejó su mejor carta de presentación al recopilar en un libro muy bien documentado la historia del barrio desde sus orígenes, con fotos, escritos y multitud de documentos registrados en el Archivo Provincial.

El título del libro tiene su origen mucho tiempo atrás y es que en la zona donde se ubica el barrio hubo una gigantesca finca propiedad de Eugenio Barahona y un lagar. De allí salió el vino que el propietario suministraba al ejército francés de la Gironda durante la Guerra de la Independencia (1808). Los franceses tuvieron conocimiento del lagar y desde ese momento estuvieron bien surtidos.

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El libro arranca en el siglo XVIII y cuenta al detalle que el lagar de Barahona pasó después a manos de las monjas Clarisas y al Ayuntamiento para regresar finalmente a su propietario inicial. En la multitud de datos que recoge hay notas relativas al servicio de alcantarillado y hasta un recibo. En él queda reflejado asimismo que Domiciano Rojo fue el fundador del barrio. Las muchísimas horas dedicadas por el autor a contar la historia de Las Villas quedan plasmadas en un minucioso estudio que incluye los juegos que entretenían a los niños y niñas. Eran otros tiempos, las calles estaban sin asfaltar y por un tramo discurría una acequia, muy cerca de la zona de la extensa finca de Barahona.

Las Villas se asemeja en cierto modo al barrio España. Los residentes habitan en casas molineras y, a falta de tiendas, su punto de encuentro es uno de los dos bares que permanecen abiertos, el restaurante Mi Casa y el bar Las Villas. El propietario de este último, Rafael Rafael, colgó el cartel que anuncia el fin de actividad el 30 de junio. Llega la hora de la jubilación  y no ha encontrado relevo. El dueño no habla de nostalgia en el momento de echar el cierre. Son muchos años en la barra y ha llegado el momento de poner el punto final. «El barrio siempre fue conocido como el pueblín. En el bar se juntaban buen número de vecinos para ver los partidos de fútbol, para echar la partida y para hablar, pero todo ha cambiado. Decían que la pandemia nos iba a hacer mejores a las personas, pero no ha sido así. Ahora cada uno va a lo suyo y los jóvenes están ocupados con los móviles y los videojuegos y salen poco». El bar ha tenido dos propietarios, el suegro de Rafael -Clemente, que lo abrió- y el actual.

El trabajo que lleva a cabo la Asociación de Vecinos facilita la convivencia entre los residentes. Esta unión viene de mucho tiempo atrás y así lo recuerda el actual presidente de la Asociación, José Antonio de la Fuente. El barrio carecía de iglesia y fueron los propios vecinos quienes se dirigieron al Arzobispado para contar con un templo que les evitara el desplazamiento hasta La Rubia, que era lo más cercano a sus casas. El pequeño templo se ubicó en la calle Villacarralón y todos quedaron tan contentos. Había un problema y es que sus dimensiones eran tan reducidas que no cabía apenas la gente si había que oficiar un funeral, como indica el presidente de la Asociación de Vecinos. La solución estaba en la misma calle y enfrente del viejo templo, en un terreno donde hubo vaquerías, se levantó una iglesia mucho más amplia y moderna.

Al final del barrio, muy cerca de la Cañada Real y en dirección a Simancas, hay una calle dedicada a José Velicia, sacerdote que fundó Las Edades del Hombre, en colaboración con José Jiménez Lozano. Las tareas se le acumulaban a Velicia y una de ellas era atender la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en la calle Villacarralón. Llegó un momento en el que le faltaba tiempo para continuar con su labor en Las Villas y cedió el testigo a Miguel Ángel Velasco, el párroco que oficia los actos. En la iglesia se ha aprovechado al máximo el espacio y así nos encontramos con varias filas de bancos en los laterales junto al altar. El templo fue anfitrión hace muchos años de un encuentro vecinal al que acudieron representantes del Ayuntamiento . Era el único espacio para albergar esa cita.

Varias asociaciones de vecinos repartidas por España llevan el nombre de La Paz, al igual que la de Las Villas, y esto dio origen a un encuentro nacional a modo de hermanamiento. Es otro de los grandes logros de los vecinos, que año tras año se vuelcan en la organización de las fiestas y en la puesta a punto de la cabalgata de Reyes. Que nadie piense que se lleva a cabo para cubrir el expediente. Las propias vecinas hicieron con esmero los trajes de los ‘Magos’ y pusieron de manifiesto su notable calidad de costureras.

La expansión sigue su curso. En el momento de tomar rumbo desde la capital hacia el Camino Viejo de Simancas y antes de adentarnos en el barrio, quienes pasean por la zona y los conductores tienen a la vista varios carteles que anuncian nuevas edificaciones. Como ocurre en otros barrios de Valladolid ha llegado un momento en el que conviven el pasado y la modernidad, las casas molineras y los nuevos bloques de pisos con varias alturas. El panorama es idéntico al del barrio España. Son varias las empresas que apuestan por las promociones de viviendas tras recibir el visto bueno del Ayuntamiento. Lo malo es que algunos de estos nuevos bloques no son del agrado de los vecinos más veteranos. Desde el Consistorio les prometieron una Plaza Porticada pero lo que se ve ahora en la calle Villasexmir son los cimientos de una nueva promoción de pisos que comienzan a levantarse unos metros por delante de la pista polivalente y la pista polideportiva. Son los dos escenarios de las fiestas del barrio en julio. Allí se celebran multitud de eventos, incluidas actuaciones musicales y competiciones deportivas, y los vecinos ven el panorama con desolación . Saben que en el momento que entren a vivir los nuevos vecinos habrá que limitar los horarios.

 

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