Hoteles de guardia para clientes ‘héroes’
Resulta «muy escasa», nula en ocasiones, la demanda de trabajadores de los sectores estratégicos que han optado por alojarse en uno de los 36 establecimientos hoteleros abiertos como ‘servicios mínimos’ en la Comunidad
Sus puertas están cerradas. No admiten viajeros ni turistas desde que el Gobierno ordenada el pasado 19 de marzo a todos los alojamientos hoteleros de España colgar el cartel de ‘cerrado’. Imposible alojarse en ellos, salvo para clientes ‘héroes’. Y es que pueden hacerlo exclusivamente aquellos trabajadores que acrediten, con certificados de sus propias empresas, que son sanitarios, pertenecen al ámbito del transporte, del mantenimiento de infraestructuras básicas, o son miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Su alojamiento es posible en Castilla y León solo en los 36 establecimientos hoteleros , de distinta categoría, que aparecen recogidos en el Boletín Oficial del Estado como alojamientos catalogados como servicios esenciales ; listado que, por otra parte, ya ha sufrido desde entonces dos modificaciones.
Son hoteles de ‘guardia’ y actúan a modo de «servicios mínimos». «Si todos cerramos, ¿dónde se quedaría toda esa gente que está sacando ahora las castañas del fuego?» , se pregunta Alfonso Lara, director del Tryp León Hotel, el único de la ciudad autorizado para actuar de ‘retén’ en tiempo del coronavirus. Tal y como asegura, son negocios «para el ocio», pero no olvidan que también son «un servicio público» para aquellos que lo necesitan por motivos de trabajo y, más ahora, que todo está cerrado y «hay empresas que no pueden parar».
Por sus dependencias aún no ha parado ningún sanitario, sí trabajadores de Renfe, personal de mantenimiento de empresas estratégicas, o mecánicos que revisan los helicópteros de salvamentos. «Quizás no sea bueno mezclar sectores» , opina el director, aunque no cierra la puerta a ninguno de los trabajadores que marca el Boletín Oficial del Estado.
Los motivos que llevaron a un hotel o a otro a ofrecer sus servicios son variados, pero a ninguno le llevó un afán recaudatorio, sino más bien un sentimiento de «conciencia social», apostilla Lara. «Si hubiésemos permanecido cerrados, quizás los números al final nos saldrían mejor» , sostiene, recordando el pago de las nóminas de sus cuatro trabajadores de ‘guardia’ (los otros 19 están en un ERTE), o los gastos de luz, de agua, de calefacción que conlleva tener solo un 10% de sus 127 habitaciones alquiladas a un precio que no supera los 57 euros por noche en un hotel de cuatro estrellas.
Esta «mínima demanda» se hace extensivo al resto de hoteles u hostales abiertos, al menos en las capitales de provincia de Castilla y León. Exclusivamente tienen ocupadas un puñado de habitaciones, en el mejor de los escenarios, y se ha estrechado el margen incluso más después de que el Gobierno restringiera la actividad solo a los sectores esenciales.
No le reporta beneficios económicos tampoco al Hotel Centro Los Braseros mantener disponibles actualmente sus 60 habitaciones, pero como dice su gerente, Roberto Marijuan, «alguien tenía que estar abierto en un momento tan crítico» . «Es imprescindible que haya servicios mínimos». «Hay que estar» no sólo para sanitarios, transportistas o cuerpos de seguridad. Ha albergado incluso una noche a una víctima de violencia de género.
De media su grado de ocupación no rebasa el 25%, lo que quiere decir que exclusivamente 15 habitaciones tiene aproximadamente quien las ocupe. La semana pasada estuvieron tres guardias civiles, ahora son prácticamente todos sanitarios. La estancia y la pensión completa a estos últimos les sale gratis. Es la Consejería de Sanidad quien abona las facturas de sus trabajadores del Hospital de Burgos que, por motivos de desplazamiento, han optado por quedarse en su hotel-casa antes que transportar por carretera el riesgo del virus a sus respectivas casas.
Es el caso de Carlos Labajo, un joven técnico de rayos que lleva dos años y medio trasladándose a diario desde Valladolid al HUBU, pero que en esta situación excepcional prefirió preservar a su familia y ampliar sus horas de descanso tras una jornada que se suele extender más allá de sus horarios. «Hay que echar una mano a los compañeros», comenta mientras come en su único día de descanso de la semana y minutos antes de bajar a la lavandería que está debajo del hotel para hacer la colada.
Cuando él llegó al hotel el 31 de marzo solo eran dos. El número se ha ido ampliando y «se siguen sumando compañeros de distintos servicios», apunta mientras elogia el trato recibido por el personal del hotel. «Nos hacen sentir como en casa. No nos falta de nada, lleguemos a la hora que lleguemos de trabajar». Son su familia accidental, y lo seguirán siendo mientras dure el estado de alarma, eso sí siempre que la Consejería prorrogue más allá del 25 de abril el pago de su estancia. «No sabemos a partir de ese día si la seguirá costeando, si no tendré que volverme a casa», lamenta.
Hasta diez huéspedes se alojan en el Hotel Gabriel y Galán de la capital salmantina, alguno de ellos son trabajadores de una fábrica de papel higiénico llegados allí después de que «alguno de sus compañeros diera positivo por Covid-19», narra su recepcionista Katerine, otros proceden del mundo del transporte o del supermercado. Están, por tanto al 35% de su capacidad.
Algo más de que lo está actualmente el Hostal Lima de Valladolid. «La semana pasada llegamos a tener doce clientes transportistas, pero las nuevas restricciones ha hecho que la cifra baje», señala su propietaria Mónica Biviana Corrales, quien se ofreció a estar de guardia «porque siempre es mejor estar activo y porque la hipoteca corre». Ahora solo tiene alojada a una familia con sus dos hijos, llevados por Cáritas, y a un trabajador más. «Al tener niños, si llaman sanitarios» los envía directamente al Hostal la Torre, que tiene en sociedad con su hermano y su mujer.
El vecino Hostal Astorga ha acogido durante este estado de alarma a seis personas, «todas de paso», cuenta su propietaria Belén Omaña. La misma situación que el Hotel La Mota de Medina del Campo. Tres o cuatro enfermeras «de paso hacia Valencia» y sobre todo camioneros que se alojaron con la misma «tarifa que si estuviéramos en enero», apostilla su gerente Agustín Pescador.
Pero los hay que ni siquiera han tenido demanda. Es el caso de los hoteles Alda Río Duero y el Alda Ciudad de Soria, ambos en la capital soriana, confirma su propietario, Martín Las Heras.
«Simplemente no ha habido demanda; al personal sanitario la Junta le deriva a un colegio mayor y la ciudad no es flujo de transportistas».
Tampoco la ha tenido la Hostería Natura de Segovia. Su dueño, Miguel Espinosa, ofreció sin respuesta sus once habitaciones. Llamadas de sanitarios para informarse sí ha recibido, clientes no. Aun así no cierra la puerta.
Los hoteles están bajo mínimo de clientes, al menos los de las ciudades consultados por este periódico, y por supuesto de personal. Sus plantillas recortadas al máximo. Han tenido que recurrir a la regulación de empleo de prácticamente la totalidad de sus trabajadores. Y los que están lo hacen bajo unas férreas medidas de seguridad.
Aunque con diferencias, todos han establecido sus propios protocolos. Así el Hotel Tryp de León no tiene servicio de comedor. Tampoco atención en cafetería. Ni rastro de reuniones de trabajo, ni conversaciones en los ascensores o en zonas comunes.
«Hemos llegado a un acuerdo con una empresa de comida a domicilio y es ella quien suministra la comida y la cena a los clientes que bajan al hall a recepcionarla y la cuenta se carga a la habitación», explica Alfonso Lara.
En cambio en el Hotel Centro Los Braseros, los huéspedes tienen pensión completa y comparten comedor en mesas totalmente separadas. No hay ningún riesgo de contagio en el Hotel La Mota de Medina del Campo, ya que, tal y como explica su gerente, «se gestiona sin personal, es el único de Castilla y León completamente domotizado». El hecho de ser un hotel «inteligente» hace que no exista contacto físico.
En lo que todos coinciden es en que no escatiman a la hora de desinfectar las habitaciones. «Hay que proteger a los clientes y también a nuestros trabajadores». Son sus prioridades y, aunque la demanda escasee, todos se muestran dispuestos a seguir abiertos hasta que se levante el estado de alarma en España.
«Es duro dejar a la familia e ir a un hotel, pero más es el temor a contagiarlos»
La «angustia» de pensar en poder contagiar a sus padres, y por extensión a sus abuelos, llevó a Ana, una jovencísima enfermera del Hospital Río Carrión, a adoptar una decisión «dura»: cerrar la puerta de su hogar familiar e instalarse en el hotel Rey Don Sancho de Palencia. Fue la primera en hacerlo. Lleva allí desde el pasado 30 de marzo «y va para largo», lamenta. A ella se fueron sumando «de forma escalonada» otros 15 sanitarios de la ciudad, a los que el propio hospital les dio la opción.
Nada más cruzar el hall se encontró un mar de mensajes de ánimo que inundan las paredes; dibujos realizados por alumnos de la escuela de danza Smile que transmiten a estos ‘héroes sanitarios’, de todas las formas posibles, que ‘Todos juntos, podemos’ ganar al virus. En su habitación, un letrero con un enorme ‘gracias’ y sobre la cama una carta de ánimo.
Deshizo las maletas y eso rebajó su estado de ansiedad y el «grado de responsabilidad» de quien trabaja codo con codo con el Covid-19 y teme ser correa de transmisión hacia los suyos. «Es duro estar separada de la familia y mantener exclusivamente con ellos un contacto telefónico, pero más duro es pensar que puedes ser el foco de infección», explica.
Cuando vuelve de su turno de refuerzo, abraza de forma simulada a su nueva familia: el personal de guardia del hotel y sus 15 compañeros de aventura, con los que comparte, «siempre con distancia de por medio», el rincón-buffet, que le ofrece de forma gratuita el hotel a modo de desayuno, o el catering para la comida y la cena contratado con empresas externas. La convivencia resulta «muy agradable», aunque reconoce que «es imposible desconectar». «Quieras o no, vuelves a hablar del mismo tema», comenta Ana, que no escatima elogios hacia el trato recibido por parte del personal del hotel y de su propietario, Javier Pastor.
El Rey Don Sancho de Palencia es un ‘hotel de guardia’, sí, aunque no figura en el listado de 36 establecimientos hoteleros de Castilla y León, de distintas categorías, que han sido declarados por el Gobierno como servicios esenciales. Ofrece, a diferencia del resto, 32 de sus 93 habitaciones de forma gratuita solo a sanitarios durante el estado de alarma. Él pone las camas «de manera altruista», Junta y Diputación asumen la limpieza y el mantenimiento mediante empresas externas tras llegar a un acuerdo.
«No podíamos mantener todo el hotel abierto con toda nuestra plantilla (36 trabajadores), era inviable, y ofrecimos a las administraciones esa opción», explica el propietario del hotel, quien añade que, junto a este servicio, ha habilitado sus salones en otro ala para acoger a la hermandad de donación de sangre del hospital. Es su pequeña-gran contribución. «Si ya es duro separarse de su familia y trabajar con pacientes en estos momentos de crisis, al menos tratamos de que se sientan lo más cómodos posible».