Diario de Valladolid

Armas de mujer contra Napoleón

Valladolid dedica una placa insólita a dos espías en plena Plaza de San Pablo por su ayuda a la guerrilla en la Guerra de la Independencia /Rosa Barreda y Nicolasa Centeno fueron amantes de dos generales franceses y sonsacaron información clave para neutralizar al invasor

Casa fortificada por los franceses en la Cuesta de la Maruquesa durante la invasión gala.-ÓLEO DE G. ENGELMANN

Casa fortificada por los franceses en la Cuesta de la Maruquesa durante la invasión gala.-ÓLEO DE G. ENGELMANN

Publicado por
Íñigo Arrúe
Valladolid

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La ciudad de Valladolid presume de muchos elementos únicos pero, por encima de todo, puede ser pionera en el mundo en dedicar una placa en una plaza tan señorial como la de San Pablo a ¡dos espías!.

Como lo leen. Un tributo a dos mujeres agentes secretas. La leyenda está ubicada delante de la fachada del Palacio Real para loar el servicio impagable que brindaron Rosa Barreda y Nicolasa Centeno, quienes como amantes de los generales franceses más destacados en la Guerra de la Intendencia (1808-1812), sonsacaron información clave para neutralizar al invasor.

Las confesiones inocentes que los generales galos François Etienne Kellermann y Simon Camille Dufresse dejaban caer al calor de los orujos y entre los juegos sexuales del tálamo acababan siempre en conocimiento de los guerrileros. Y así, una y otra vez, la resistencia castellana lograba esquivar todos los ataques o, mejor aún, asestar golpes y celadas al enemigo desprevenido.

Rosa Barreda ‘La Rosita’ y Nicolasa Centeno ‘La Nicolasa’ eran unas mujeres más de la sociedad de Valladolid decidida a vender cara la derrota ante los planes de saqueo de Napoleón Bonaparte. Surgieron heroínas de fusil y primera línea de combate como Catalina Martín, guerrillera de Medina de Rioseco que se unió a las partidas guerrilleras después del saqueo la Villa de los Almirantes por las tropas galas. En la defensa del puerto de Mirabete, el 2 de agosto de 1810, fue alcanzada por dos disparos que le provocaron la muerte.

La misión de ‘Rosita’ y ‘La Nicolasa’, dotadas de una lozanía cautivadora, era otra: la infiltración en estado mayor gabacho. Recordemos la situación. Las primeras tropas francesas llegaron a Valladolid en otoño de 1807 debido al Tratado de Fontainebleau. Entonces Francia y España eran aliados y forjaron una alianza para invadir y repartirse Portugal. En realidad, Napoleón también estaba realizando una invasión encubierta de España. La situación finalmente estalló el 2 de mayo de 1808 en Madrid y se propagó por toda la península.

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Y aunque Valladolid fue liberada en verano de 1808, en noviembre de ese año Napoleón Bonaparte vino con más tropas e incluso llegó a hospedarse en Valladolid durante once días en enero de 1809 en el Palacio Real. Por ello el cartel de las heroínas, a los pies de la habitación donde pernoctó el emperador, no deja de ser una pequeña burla al egregio corso.

La ocupación se mantuvo –con hostigamientos constantes de las guerrillas– hasta mediados de 1812, cuando fue liberada en una ofensiva de los aliados (españoles, ingleses y portugueses). Pocas semanas después fue recuperada por los franceses y vuelta a recuperar por los aliados también brevemente. Pero a finales de ese año una nueva ofensiva francesa vuelve a ocupar la ciudad hasta junio de 1813, cuando empieza la retirada francesa definitiva.

Durante toda la ocupación hubo una constante guerra de guerrillas entre la que destacó el Empecinado. Y en la plaza de Valladolid, destacó como hombre fuerte de Napoleón el general Kellermann, que pasó a la historia como el ‘verdugo de Valladolid’. Comandante en jefe 6º gobierno (provincias de Valladolid, Palencia, León, Zamora y Toro) tenía poderes en los asuntos de guerra, policía, justicia y hacienda.

Era el momento de atar de cerca a este siniestro oficial y las encargadas fueron ‘Rosita’ y ‘La Nicolasa’. La primera, por su condición de amante del general Kellermann, pasó información privilegiada a las partidas guerrilleras de la zona de Valladolid. Cuenta el impresor manuel aparicio , autor de ‘Un diario de la Guerra de la Independencia en Valladolid» que ‘la Rosita’ era una mujer de «armas tomar» que los vallisoletanos «metieron en la cama del general Kellermann» para que actuara de amante y espía.

Vivía, con la descendencia que le habían proporcionado sus distintos amantes, en un piso de la Acera de San Francisco, en la Plaza Mayor. Su marido ‘oficial’ era Domingo Díez, el ‘manguitero’, quien salvó la vida de milagro el 13 enero de 1809. Napoleón ordenó matar a cinco hombres y en el último momento, le perdonó la vida.

‘La Nicolasa’, amante del oficial Dufresse –que dio relevo a Kellermann como gobernador de la provincia hasta abril de 1811– actuó como confidente del bando nacional informando a la partida de Tomás Príncipe y colaborando en el intercambio de presos.

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Kellermann se ganó a pulso el apodo de ‘verdugo de Valladolid’. Narra la publicación de la Diputación ‘La Guerra de la Independencia en Valladolid’ que el enamorado de ‘la Rosita’ mostró gobernador de Valladolid «tendencias despóticas y violentas». Uno de sus principales poderes era la gestión de la hacienda, puesto que Napoleón quería que los ejércitos se financiasen a costa del país invadido. Por ello Kellermann se apropió de ingentes sumas de manera ilícita.

Su negocio más sonado era una oficina desde la cual vendía prisioneros españoles a la guerrilla a cambio de escandalosas cantidades de dinero. A su vez, desplegaba una política implacable y severa contra las guerrillas. El episodio que mejor define su crueldad fue el apresamiento del hijo de un latonero de la ciudad, de 12 años, que llevaba pólvora a las guerrillas de Angulo y Alonso. Ante la negativa a hablar del muchacho, le aplicaron fuego lento en las plantas de los pies y las palmas de las manos, sin que lograran que el menor hablase.

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