Diario de Valladolid

Las mariposas del alma como piezas de museo

El sobrino nieto de Pío del Río Hortega es vallisoletano y trabaja para impulsar la creación de un museo nacional de Santiago Ramón y Cajal / Cuenta con miles de documentos del padre de la neurociencia moderna y de sus prestigiosos discípulos

Juan del Río Hortega muestra documentos de su tío Pío del Río Hortega en su casa en Valladolid.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Juan del Río Hortega muestra documentos de su tío Pío del Río Hortega en su casa en Valladolid.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Publicado por
Estibaliz Lera

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Las neuronas son, como dijo Santiago Ramón y Cajal, las mariposas del alma. Habitan en el cerebro y quizá algún día el batir de las alas esclarezca el secreto de la vida mental. El padre de la neurociencia moderna desafió el conocimiento de la época y transformó la manera en la que los científicos entendían el funcionamiento del ordenador de a bordo. Un genio a la altura de Einstein y Darwin que brotó de la nada y se convirtió en premio Nobel en 1906. Fracasó en sus estudios juveniles, trabajó como zapatero, combatió en dos guerras y estudió Medicina. Un sabio con perspectivas que compartió su investigación con la escuela de prestigiosos discípulos que creó a su alrededor.

El legado de Ramón y Cajal dio –y da– la vuelta al mundo. En España los vencedores de la Guerra Civil desmantelaron la institución que llevaba su nombre y la «vaciaron de cerebros» para «recristianizar» la sociedad. Sin embargo, su sombra es demasiado alargada. Magma en plena ebullición que marca el ritmo de los trabajos actuales. Sus descubrimientos y su imborrable huella en la historia de la ciencia están ahí.

Un legado más valorado fuera que dentro de España que siempre que puede sale a la luz con un unánime respaldo tanto del público de a pie como de colegas de profesión. Todo ello demuestra el elevado atractivo e interés de un hombre que renegó de la educación basada en la memorización e impuesta a golpe de regla y grito. Un espontáneo que forjó su carrera con un microscopio que pagó con los salarios de la guerra y con el que dio rienda suelta a su capacidad creativa y a su pensamiento crítico e independiente.

El aragonés demostró la individualidad de cada célula y que la transmisión de los pensamientos se hacía por contigüidad. Rompió todos los esquemas y puso patas arriba la concepción del sistema nervioso. Este científico siempre buscó rodearse de talentos románticos, creativos y con ganas de seguir ahondando por caminos diferentes a los oficiales. Entre ellos destacó el vallisoletano Pío del Río Hortega, un «afamado» científico del siglo XX arrastrado por la corriente del olvido que realizó aportaciones «fundamentales» sobre las células gliales, una parte esencial del sistema nervioso.

Sus claras convicciones políticas que lo situaban muy a la izquierda le llevaron al exilio. Aunque fue nominado dos veces a premio Nobel nunca llegó a nada en su país. El conservadurismo era la mano que mecía todos los puestos de responsabilidad relacionados con la ciencia. Murió en Argentina y sus restos descansan desde 1986 en el Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de Valladolid. En su Portillo natal estaba su casa. Juan del Río Hortega es su sobrino nieto. Su abuelo Julián, boticario del pueblo, era hermano del científico «de innumerables méritos».

Corría el año 1969, Juan tenía siete años y tras una comida con sus abuelos correteaba por la rebotica de la casa familiar. De repente algo llamó poderosamente su atención. Escondido en unas cajas viejas había cientos de cartas con flecos, membretes dorados y dibujos extraños que cautivaron al instante su atención. Rápidamente cogió algunas de ellas y bajó al salón para enseñárselas a su padre. Había encontrado un tesoro. Él desconocía su valor incalculable. Pero como ese aventurero de los libros que leía antes de dormir tenía su particular cofre de monedas de oro. Su progenitor nada más ver los documentos se dio cuenta de su trascendencia. «Me preguntó donde lo había encontrado y lo llevé hasta el lugar», rememora.

Fue el descubridor de un tesoro que a día de hoy conserva todavía en su casa. Por desgracia. Quiere exponerlo «en un lugar a la altura de su importancia». El futurible museo nacional de Santiago Ramón y Cajal sería la ventana más importante al mundo para dar a conocer el legado de Pío del Río Hortega. Y es que, tal y como explica, tiene en su poder un compendio de la historia de la cultura española del primer tercio del siglo XX, con más de un millar de cartas de Santiago Ramón y Cajal, de su hermano Pedro, de Severo Ochoa, de premios Nobel y científicos de todo el mundo. También hay documentos de personalidades relacionadas con la cultura de entonces, como Miguel de Unamuno, Gregorio Marañón y amigos y miembros de la Residencia de Estudiantes de Madrid.

Un patrimonio que atesora con mimo, traducido y ordenado. Presume de que cuando se dio la voz de alarma del hallazgo llegó a visitar su hogar el mismísimo Severo Ochoa. «Le gustaba venir a Valladolid a recordar a su maestro Del Río». En aquella época, los años 70, su condición de republicano todavía pesaba mucho. Las enemistades y su falta de consideración enterraron el proyecto bajo siete llaves. De hecho, hasta 1986 no regresó a su tierra gracias a César Aguirre y al exalcalde de Valladolid, Tomás Rodríguez Bolaños, fallecido hace unos meses.

No obstante, no dejó de brillar en toda su vida. Por ello, hace tres años Juan del Río Hortega, médico de familia en el centro de salud Gamazo y profesor de la Universidad de Valladolid, se reunió con otros colegas apasionados por la historia de la neurobiología, entre los que estaba un nieto de Pedro Ramón y Cajal, un nieto de Fernando de Castro y otro familiar de Rafael Lorente. Conversaron y se dieron cuenta de que cada uno tenía archivos de sus antepasados a los que había que «dar salida».

La maquinaria se puso en funcionamiento. Muchos nudillos tocaron diferentes puertas municipales, autonómicas y estatales y las respuestas siempre fueron «buenas palabras» pero «ningún paso hacia adelante» para la creación del museo de Ramón y Cajal y su escuela en España. Eso sí, cuentan con el respaldo de la Unesco. El año pasado consiguieron el certificado firmado por la directora general de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura que avala que esa documentación es de Interés Mundial.

Para Juan del Río Hortega, es «inconcebible» que no exista un enclave para mantener «vivo» este patrimonio cuando la NASA lanza al espacio una sonda llamada Cajal, hay una sala en la Universidad de Oxford llamada Pío de Río Hortega... «Está muy de moda el tema de las neuronas por los últimos descubrimientos que se han producido, muchos científicos vienen a España a buscar documentación de Cajal y de sus discípulos y se encuentran que solamente en el Instituto Cajal hay una habitación donde se guardan libros, publicaciones, una toga suya, pero no hay ningún sitio donde ver dibujos y documentos originales no sólo de Cajal sino de su escuela», expone con pena.

En este intrincado camino cuentan con el apoyo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y «muchas pegas». Tras negociaciones, idas y venidas, les ofrecieron la opción de poderlo montar en el municipio madrileño de Meco, si bien el sobrino nieto de Pío del Río Hortega considera que debería estar en la zona del antiguo Hospital Provincial dentro de la ruta cajaliana y arropado por el resto de museos de la capital. «Con lo que tenemos nosotros no sólo se podría hacer un museo sino 27», indica para, a renglón seguido, añadir que la idea sería que fuera un museo dinámico que pudiera ser visitado por las nuevas generaciones, que haya intercambio de papeles con otros museos de diferentes países, que se impartan conferencias, charlas, entre otros eventos. «Estimular la ciencia para despertar nuevas vocaciones científicas».

En este sentido, indica que crear un museo es «un tema crucial» para «el orgullo español». La cuestión, según reconoce, es que los políticos están «más preocupados por las elecciones que por otras historias». «Las palabras –prosigue– se las lleva el viento y todavía estamos en la casilla de salida después de tres años peleando por crear el museo». Y es que, en su opinión, sería «precioso» que los chavales pudieran ver un dibujo de Cajal en directo, una carta de Unamuno, de Pío Baroja... «Estamos a la espera de que alguien que mande mucho y sea tan entusiasta como nosotros nos diga que se puede hacer, pero hasta ese momento seguiremos peleando», asegura Juan del Río Hortega, quien no duda en comentar que personas de fuera de España le han llegado a ofrecer «mucho dinero» por cartas de un científico canadiense. «Hablamos de un archivo de mucho valor y no de un valor sentimental sino histórico y científico», confirma el médico vallisoletano.

En sus conferencias en el extranjero muestra la documentación de su tío y los asistentes le preguntan dónde se puede ver. Él siempre, muy a su pesar, tiene que repetir que aún no existe ese enclave en el que dar el lugar que se merecen a unos científicos que siguen dando la vuelta al mundo y poniendo a España en los primeros lugares de la investigación. Los «celos» están arrinconando el proyecto y «todo el mundo quiere sumarse al carro una vez que ya está en marcha». Por el contrario, agrega, «nadie empuja» porque es clave mover «asuntos incómodos». Para ello, manifiesta, se necesitan ganas. Lo que tienen claro es que lo van a conseguir. «Es de justicia porque suman mucho conocimiento. Ramón y Cajal sí que fue premio Nobel pero sólo entre tres de sus discípulos sumaban ocho nominaciones a premio Nobel», concluye.

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