Diario de Valladolid

El fraude afecta a más fallecidos procedentes de cinco provincias

El extrabajador señala que venían de Segovia, Palencia, Arévalo (Ávila), y Salamanca / «Debido a la urgencia de los familiares, se hizo entrega de cenizas de otros cuerpos»

La policia durante los registros, en una imagen de archivo.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS / PHOTOGENIC

La policia durante los registros, en una imagen de archivo.-MIGUEL ÁNGEL SANTOS / PHOTOGENIC

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I. ARRÚE / A. CAMAZÓN VALLADOLID
Valladolid

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Uno de los pendrives de los que se incautó la Policía Nacional contenía un documento de tres páginas firmado por Justo M. G., con fecha del 26 de enero de 2016 y modificado en marzo del año siguiente. En el escrito, el extrabajador del tanatorio El Salvador, asegura que se «robaban» el 85% de las cajas en las que venían los difuntos, «no solo las que venían de El Salvador, sino también las de otras funerarias que venían aquí a incinerar».

La estafa no solo afectaría a los vallisoletanos que eligieron esta empresa, que cuenta con ocho tanatorios de la provincia. Según Justo M. G., venían «casi diariamente» cadáveres de Salamanca, Segovia, Palencia, Arévalo (Ávila), Portillo, Medina del Campo Medina de Rioseco (Valladolid) y de otros puntos de la Comunidad que no concreta.

La Policía Nacional sí concreta en el atestado, al que ha tenido acceso EL MUNDO DE CASTILLA Y LEÓN, que El Salvador recibía «en ocasiones» cadáveres para ser incinerados procedentes de otras empresas funerarias de la provincia y de la región que no disponían que hornos crematorios, servicio «por el que lógicamente cobraría una cantidad determinada», aunque no habla de una estafa en estos casos.

Justo M. G. apunta personalmente al propietario de la empresa funeraria, Ignacio Morchón. «La persona más desagradable que te puedas echar a la cara es el jefe. Si venía, entraba directo a la sala de embalsamar, que era donde se escondían las cajas para, por la tarde, subir la furgoneta a por ellas para bajar al tanatorio y volver a venderlas».

Además del cambio de los ataúdes, el extrabajador de la empresa funeraria señala otra «fuente de ingresos». Las coronas y centros de ramos, que «también se llevaban al tanatorio para volver a venderlas». Justo G. M. asegura que las familias creían que las flores habían sido incineradas junto al difunto, pero se quedaban en el tanatorio «para su posterior venta». «Vamos, un negocio redondo», concluye el exempleado, que comenzó en labores de recepción de visitantes y control de las sepulturas pero terminó como encargado del servicio de incineración de cadáveres.

En el caso de que la familia quisiera estar presente durante la cremación, «no hay problema», asegura Justo M. G.. «Se pone en marcha el ventilador central, que es lo que hace ruido, y da la impresión de estar el horno funcionando. Cuando la familia se va, se saca al difunto otra vez, se le cambia la caja y se sube a incinerar al cementerio El Salvador», escribe el extrabajador, ya jubilado.

Este relato coincide con la versión de algunas víctimas como Rebeca, que contó a este diario cómo vio a su propio marido, fallecido en 2017, en un ataúd que no era el que habían elegido. «Metieron la caja en un lugar que no era el crematorio, porque ahora sabemos que el horno no funcionaba. Yo vi fuego, en ese momento vi fuego, pero era un cañón de aire que asemejaba todo, porque lo tenían todo muy bien preparado», contó la víctima entonces.

La viuda no está cien por cien segura de tener las cenizas de su marido, una situación que el trabajador reconoció ante las fuerzas del orden. «Debido a la urgencia por entregar a los familiares las cenizas de su ser querido, se hizo entrega a los mismos de cenizas de otros cuerpos incinerados en el cementerio».

Además, Justo M. G. asegura que todos los recepcionistas están «enterados» de las irregularidades que presuntamente se cometieron y acusó a los hijos de Ignacio Morchón Vaquero de ser «cómplices».

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