Diario de Valladolid

El testigo declara que el conductor que mató al motorista se saltó el semáforo

La defensa incide en que era una rotonda problemática y que el fallecido iba a velocidad excesiva

Publicado por
Íñigo Arrúe
Valladolid

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«Pero, ¿Qué hace?», el único testigo del accidente que costó la vida al motorista Alfonso C.B., de 57 años, en el cruce de la avenida de Zamora con la calle Annapurna el 11 de enero de 2018 por el impacto de una Mercedes Vito, conducida por Miguel Ángel L.P., no solo ratificó ayer en el juicio que este piloto arrancó cuando el semáforo estaba en rojo, sino que rememoró su reacción incrédula cuando le vio iniciar la marcha.

El testigo I.D.G., lo vio todo con nitidez. Estaba justo detrás del acusado esperando que el semáforo se pusiese en verde aquella tarde de enero. Eran las cinco y diez de la tarde y había buena luz cuando la Vito hizo raqueta a la altura del Lidl para acceder al Pinar de Jalón atravesando la avenida de Zamora y, en este giro, la furgoneta fue una pared imposible de esquivar para el conductor del ciclomotor que, procedente del polígono de San Cristóbal se dirigía hacia la carretera de Madrid.

El testigo lo aseguró en la fase de instrucción y lo repitió ayer en la vista oral señalada por el Juzgado de lo Penal 4. «Tengo clarísimo que se saltó en semáforo en rojo. La secuencia posterior es que se produjo el golpe y acto seguido bajé de mi furgoneta, llamé al 112 para advertirles que había un herido. Luego fui al conductor de la Vito a decirle que qué había hecho. Él me contestó que pensaba que había pasado en verde», declaró.

La contundencia del testimonio fue tal que la Policía Municipal no vio necesidad de realizar más pruebas de aslfato sobre el accidente. «La claridad del testigo evitó que se hiciera un informe de huellas de frenada», declaró el policía municipal, secretario del atestado, quien reconoció, sin embargo, que participó en otra ocasión en otro accidente por saltarse el semáforo en rojo «con consecuencias no tan graves».

El testimonio del conductor que precedía a la Vito es la gran prueba directa, ya que las cámaras de la gasolinera cercana no recogieron el impacto. La trabajadora de la estación de servicio reconoció que no vio el accidente, aunque también declaró que esta semi rotonda ha sido escenario de más golpes, uno de ellos a una propia compañera.

UNA LUZ VERDE

La defensa se apoyó, por contra, en lo manifestado por el acusado, que insistió en que paró y cuando vio el semáforo en verde, arrancó. Aunque dejó abierta la posibilidad de que esa «luz verde» pudo ser quizá de un semáforo de peatones cercano de la avenida de Zamora que pudo inducirle a error.

En su turno de última palabra, Miguel Ángel L.P. mostró su pesar por las consecuencias del accidente, y recordó que su respeto a las normas estaba avalado por su larga carrera de transportista, sin que hubiese sufrido ninguna sanción reseñable hasta el día de los hechos.

Su defensa aportó dos bazas más en su descargo. Llamó como testigos a dos varones y una mujer, que relataron varios incidentes de tráfico en esa semi rotonda. «¡Alguna vez he tenido que pitar a alguno cuando se saltaba el semáforo!», indicó uno de ellos, añadiendo que el semáforo entonces «no se veía bien» y que tras el siniestro hubo cambio de semáforos. La mujer insistió en que el punto era en la fecha del accidente «muy conflictivo» y el tercero recordó que antes del accidente era normal que los vehículos transitasen por la avenida de Zamora a 70 u 80 kms/h.

El abogado de la acusación particular trató restar validez a esos tres testimonios. «¡Son ustedes amigos del acusado y aparecen en fotos juntos en facebook!», protestó.

Los cambios en la glorieta, efectivamente se produjeron, y además a pocos días del accidente mortal, aunque la Policía Municipal lo ciñó a cortar un trozo de la mediana y a a otros cambios, que no variaron, en cualquier caso, las secuencias de tiempo semafóricas.

El segundo ariete de la defensa, nuevamente para la desesperación del acusador privado, fue la exposición de un informe pericial que concluye que el conductor del ciclomotor Suzuki Burgman de 159 kilos circulaba a 74 kilómetros por hora –el límite era 50 kms/h– todo ello en base a los 19 metros de huella de frenada y a las marcas que dejó el motorista en el lateral de la Vito (2.100 kilos de peso).

La conclusión soliviantó al abogado que representa a los dos hijos del motorista. Enojado, le reprochó al perito que hubiese aplicado al ciclomotor un índice de fricción propio de un autobús, por no haber tenido en cuenta que era cuesta abajo y por haber utilizado vehículos trasnochados –especialmente para calibrar las deformidades en las chapas– cuando la moto y la Vito eran de 2016. La defensa pidió la absolución o en su caso homicidio por imprudencia leve, y las acusaciones dos años (fiscal) y dos años y medio (la particular) por delito por imprudencia grave y el pago de más de 140.000 euros a los dos hijos del fallecido.

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