Diario de Valladolid

DE FIESTA EN FIESTA

El ramo en la navidad leonesa: De ofrenda religiosa a seña de identidad

El ramo era una fiesta, era el acto más esperado en las aldeas de la provincia de León, porque en su apogeo estaba extendido, con diversas variantes, por toda la geografía provincial. El ramo leonés de Navidad se ha convertido desde hace unas décadas en la seña de identidad de la navidad leonesa. Entre ambos, median tiempos, espacios y sobre todo cambios de apreciación cultural y patrimonial de la sociedad rural y urbana leonesa

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Cantar el ramo era una tradición inseparable de ciclo navideño. Aunque no era exclusivo de estas fechas. Entre la Nochebuena y el día de Reyes, las iglesias lucían bellos armazones de madera ofrecidos a la imagen de más devoción en la localidad. La tradición consistía en una ofrenda de velas, rosquillas, manzanas y algunos otros productos estacionales, que, colgando de un soporte de madera, se ofrecía por devoción a la Virgen. El nombre viene de que en origen se utilizaba una rama de árbol de hoja perenne que se adornaba con cintas de seda, las mismas que engalanaban los manteos, rodaos y otras prendas de la indumentaria tradicional, y del que se colgaban velas de cera blanca, manzanas, y otras frutas estacionales. Con el tiempo, se cambió la rama por estructuras de madera que se encargaban al carpintero del pueblo, quien se esmeraba en dejar bellas muestras de arte popular. Aunque son de diversas formas: circulares, cuadrados, semejantes a una custodia radiada, como ha señalado Alejandro Valderas Alonso; el más común está formado por un triángulo con un vástago también de madera para transportarlo más fácilmente en alto, a la vista de todo el mundo. Porque lo que se buscaba era llamar la atención del público sobre la ofrenda, ya que ésta se subastaba para obtener dinero destinado al culto.

Desde finales de Noviembre, había en el pueblo una expectación no disimulaba por saber si ese año también habría ramo. El secreto se desvelaba cuando algún devoto encargaba a las mozas repasar los cantares, porque los gastos corrían por su cuenta. Si llegaba la Purísima y no había señales claras de querer hacer la ofrenda, eran las propias mozas las que salían por las casas a pedir para el ramo. Con lo recaudado, compraban las velas, las cintas para adornarlo y los demás frutos, porque las rosquillas, las hacían ellas. Y así, el día de Nochebuena, o el de Navidad, a la hora convenida, esperaban las cantoras con un mozo, que era el portador de la ofrenda, en los portales de la iglesia, con las puertas cerradas, mientras el pueblo aguardaba dentro, en silenciosa espera, presididos por el sacerdote sentado en el presbiterio. Las voces juveniles se colaban por las rendijas de las puertas entonando: «A las puertas de este templo/ estamos con alegría/ con este florido ramo/ para la Virgen María». Después de obtenido el correspondiente permiso, avanzaban por el pasillo central cantando, en dos coros, el relato romanceado del nacimiento de Cristo, desde el viaje de los Santos Esposos a Belén hasta la adoración de los pastores. Un relato basado en los Evangelios Apócrifos y leyendas piadosas de la Edad Media. Composiciones poéticas transmitidas por tradición oral retocadas y enriquecidas con algunos añadidos de compositores locales. Con este relato, se llegaba hasta el presbiterio donde, también cantando, se describía el ramo y las características más sobresalientes del mismo, y se añadían algunas estrofas ocurrentes alusivas al sacerdote, al sacristán, a las autoridades, o a las propias cantoras, porque nadie en la localidad estaba libre de ser nombrado de una manera burlesca. La ofrenda se depositaba al lado del altar de la imagen a quien se había ofrecido, para que pudiera ser admirado por todos los interesados en la subasta que tendría lugar al final de las navidades. Desde mi punto de vista, esta ofrenda del ramo se incorporó posteriormente al texto dramático original de la Pastorada, y cambiando la ofrenda del ramo por la cordera, constituye el inicio de las pastoradas leonesas.

El cántico del ramo no era homogéneo en la provincia, y no sólo porque las letras se componían generalmente en las lenguas y dialectos comarcales, sino porque en algunas zonas, eran los pastores, en vez de las mozas, los encargados de cantarlo, en cuyo caso se incluían incipientes escenas teatrales. Al terminar el acto religioso, los vecinos y asistentes se juntaban en animadas juergas de bailes y comidas.

De aquellos ramos navideños, arranca la costumbre del ‘Ramo leonés de Navidad’, que irrumpió con fuerza en las últimas décadas del siglo pasado. Es una adaptación de la tradición a la cultura, sociedad y patrimonio actual. El hoy denominado ‘Ramo Leonés’ es una estructura triangular en la que sobresalen doce puntos de apoyo para doce velas que, según las modernas interpretaciones, representan otros tantos meses del año. Las velas, siempre según estas explicaciones, simbolizan el fuego solsticial que da fuerza al sol durante los doce meses del nuevo calendario. De la parte inferior del triángulo cuelgan cintas de colores, puntillas artesanales, manzanas y rosquillas. El triángulo se mantiene en alto porque un vástago de madera lo sostiene y apoya en una base de tres o cuatro patas. No pueden faltar en el adorno del ramo elementos verdes, como símbolo de la naturaleza que comienza a despertar lentamente desde el mismo día del solsticio de invierno. Pero el ramaje y la vegetación se hace más espesa alrededor de la base, pero también porque sobre ella se colocan los regalos que se intercambia la familia en Nochebuena. Alrededor se colocan cestillos rebosantes de frutos estacionales y dulces navideños. El paso del Ramo religioso devocional al Ramo árbol en la Navidad leonesa se hace como adaptación de la variedades provinciales a una reinterpretación urbana de un fenómeno que ha sido aceptado y potenciado desde la cultura hegemónica hasta convertirse en una forma de cultura tradicional popular, mediante un camino de ida y vuelta, que puede ser un ejemplo de cómo funcionan y se generan las tradiciones y señas de identidad de un pueblo.

El desembarco de la tradición en la capital, más amiga de Pastoradas, Villancicos y otras tradiciones urbanas, llegó de la mano del Centro de Profesores, y gracias a la labor que por entonces llevaron a cabo Carmen Fernández Marcos y un grupo de profesoras de colegios e institutos, asesoradas por Dª Concha Casado Lobato. Su proyecto, que se hizo realidad, fue recuperar las tradiciones navideñas de la provincia. Lo hicieron con planteamientos holistas, o sea completos, cuya finalidad era comprender y rescatar la tradición con todos sus matices, perfectamente contextualizada, porque así es fácilmente comprensible por todos. Porque sólo de este modo, se puede construir o reforzar el patrimonio cultural, sólo desde esta perspectiva se puede hablar de patrimonio como propuesta que se hace al grupo y que éste acepta o rechaza si se reconoce en él. Trabajaron en la literatura popular, oral y escrita, en el valor de los poetas rurales que compusieron o retocaron textos que se popularizaron y pasaron a la memoria local y que quedaron recogidos en cuadernillos familiares o en la memoria colectiva. Hablaban del concepto de regalo en un contexto rural de economía de subsistencia. Trabajaron en una transversalidad con las artes plásticas, con la Concejalía de Medio Ambiente en la que Senén Bernardo Ruiz acompañó desinteresadamente enriqueciendo la idea original. Involucraron a las Escuelas Taller y Centros Ocupacionales. Los primeros ejemplares que adornaron los escaparates eran de esta procedencia. Del Centro de Profesores, el cántico del ramo saltó a la plaza del Ayuntamiento, donde los colegios competían, entonando los textos recogidos en la provincia, a la sombra y protegidos por un gran ejemplar triangular que sobresalía en la decoración navideña de la plaza. Los teóricos de la cultura tradicional y los fotógrafos hicieron una gran labor de difusión de este adorno que, poco a poco, comenzó a calar entre los vecinos que lo adoptaron como particular símbolo navideño. No es una bandera inventada y diseñada por encargo e impuesta por la fuerza del marketing, sino un símbolo aceptado por el pueblo porque cree que le representa. Una manera diferente de señalar las fiestas solsticiales de invierno.

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