Diario de Valladolid

Adónde va la ropa que reciclamos

El volumen de donaciones desborda la capacidad de Cáritas / Los cien contenedores de San Juan de Dios dan trabajo a diez personas con discapacidad / Lo que llega al punto limpio puede acabar en África / Las cadenas de ropa ‘agradecen’ el reciclaje con un vale de descuento

-PABLO REQUEJO

-PABLO REQUEJO

Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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Con el otoño llega el cambio de armario, un trasvase de ropa que cada año se salda con alguna ‘víctima’: aquellas prendas que, como las propias hojas, han caducado. ¿Qué hacer con ellas? ¿Es mejor llevarlas a la parroquia o al punto limpio? ¿Donarlas a Cáritas o dejarlas en el contenedor de una oenegé?  ¿Canjearlas por un vale de descuento en una cadena de moda? ¿Cuál será su destino en cada caso?

En la respuesta de estas preguntas caben dos sensibilidades. La medioambiental, por un lado, busca un reciclaje sostenible del residuo textil. Luego está la conciencia social, persigue circuitos éticos para que la gestión de esa mercancía revierta en beneficios para colectivos necesitados.

La ‘cultura del estreno’ y la ‘obsolescencia programada’ de las prendas low cost llevan años engrosando el flujo de donaciones. Según un estudio de la Universidad de Cambridge, el consumo de ropa se ha multiplicado por cuatro en las últimas tres décadas. La Organización de Consumidores y Usuarios, la OCU, calcula que cada español se deshace de siete kilos de ropa al año. En este contexto se entiende la proliferación de empresas con capacidad para rentabilizar el negocio, reciclando las fibras textiles o revendiendo en otros países el textil sobrante del primer mundo.

También se han multiplicado los puntos de entrega. Si antes la opción tradicional consistía en llevar la ropa usada a la parroquia o a entidades con fines sociales para ayudar a colectivos vulnerables, ahora existen otras alternativas. En los últimos años se han sumado las grandes cadenas de ropa, que ponen su red de tiendas a disposición de los donantes. Desde Zara explican que el objetivo es poner en contacto a personas que quieren donar con entidades sociales que tienen capacidad de reclasificar y reciclar el textil.

Pionera en implantar esta iniciativa fue H&M, donde las bolsas de ropa usada rebosan estos días el contenedor instalado junto al mostrador de caja en sus tiendas de Valladolid. La cadena sueca ‘incentiva’ las entregas canjeándolas en señal de «gratitud» por un vale de descuento de cinco euros. Desde que implantó la iniciativa en 2013, la compañía ha recogido 6,7 millones de kilos en España, que entrega a la empresa I:CO para su gestión.

Otra opción, quizá la primera que viene a la mente, es llevar la ropa a Cáritas, una de las grandes receptoras en la ciudad. Como es habitual cada octubre, estos días se nota mayor tránsito en su sede de la calle José María Lacort, donde los voluntarios evalúan las prendas servibles. «Las clasifican y seleccionan para las personas sin hogar», detallan fuentes de la entidad. Aseguran que no cuantifican cuánta ropa reciben, pero admiten que el volumen está sobrepasando la capacidad de sus instalaciones. Por eso, la entidad está «revisando» el planteamiento de este servicio.

Una de las opciones que estudian es ‘dar el salto’ que ya han dado diocesanas de otras provincias, como Burgos y Zamora, donde se han implantado proyectos de economía circular que incluyen la apertura de tiendas de comercio justo:se pone a la venta la ropa de segunda mano en buen estado y los ingresos obtenidos se destinan a programas de ayuda a colectivos vulnerables.

Esa ‘ampliación’ de la actividad requeriría de una inversión en contenedores, naves de almacenaje, locales y vehículos de recogida, explican desde Caritas al matizar que analizan con sumo cuidado las posibilidades, conscientes de que la gestión de ropa es un sector «complicado y oscuro». «La ropa no nos importa, lo que nos importan son las personas», añaden al destacar que su objetivo es «la inserción» de colectivos vulnerables, siendo todo lo demás herramientas para alcanzar ese fin último. Su preocupación es desarrollar vías de ayuda «dignificantes» para las personas necesitadas.

Entretanto, el superávit de textil lo llevan a San Juan de Dios, que es otro de los principales recolectores en Valladolid. El Centro Especial de Empleo de esta entidad gestiona un centenar de contenedores instalados en colegios privados y públicos (en virtud de un convenio con la Junta de Castilla y León), el campus de la Universidad de Valladolid y empresas como Renault, entre otros. Estos depósitos son de color rosa y morado y puede leerse en el exterior el lema ‘Tu ropa tiene futuro’. En la provincia, también cuentan con puntos de entrega en los ayuntamientos de Arroyo de la Encomienda y La Cistérniga.

Esta red recoge cada año entre 425.000 y 450.000 kilos de ropa y calzado. En primer lugar, el material se traslada a sus instalaciones de la avenida de Madrid. Allí se valora cada prenda para determinar posibles nuevos usos. Las piezas indultadas se almacenan. El resto, se vende a un gestor con sede en Madrid.

Si hacemos la multiplicación, la entidad sin ánimo de lucro ingresa en torno a 150.000 euros cada año gracias a esta actividad, una cantidad que permite mantener diez puestos de trabajo estables para personas con discapacidad intelectual, explica José Miguel García Barbero, administrador del Centro Especial de Empleo.

«El impacto de este tipo de actividad es muy positivo tanto en el ámbito medioambiental como en la creación de empleo para personas con discapacidad», apostilla García Barbero.

Tratándose de un residuo, los ayuntamientos también tienen la responsabilidad de ofrecer al ciudadano una vía de salida para el material textil. En Valladolid son los puntos limpios los que ejercen esa función. En lo que va de año han recibido cerca de 70.000 kilos de ropa usada. Los del Camino Viejo de Simancas y el Recinto Ferial son los que recopilan más volumen, frente a cantidades más moderadas en los recintos de Lagunas de Villafáfila, Valle de Arán y Cabildo. Muy testimonial es la recogida del punto limpio móvil, el camión itinerante que recala unas horas en cada barrio, con apenas 2.000 kilos entre enero y septiembre, según los datos facilitados por la Concejalía de Medio Ambiente.

De la recogida de esa ropa se encarga la también un gestor autorizado de residuos. En este caso, se trata de la empresa manchega Jóvenes Unidos por el Desarrollo Medioambiental, una de las mayores del país.

En furgonetas, primero trasladan la ropa a un almacén del alfoz de Valladolid. Luego lo llevan al centro de clasificación, situado en el municipio toledano de Numancia de la Sagra. Allí los trabajadores evalúan las prendas para determinar su destino.

La mayor parte, en torno al 45%, se vende clasificada a otros países.Ángel Alonso, portavoz de la sociedad gestora, explica que «es ropa que está en buen estado» y que se comercializa «a distribuidores autorizados que están en Melilla». Esos intermediarios la distribuyen luego por el África subsahariana, un circuito no exento de polémica. En los últimos años algunos países han puesto fin a la entrada de ese textil de segunda mano al considerar que lastra el desarrollo de las industria local, al no poder competir con los bajos precios de la ‘ropa del blanco muerto’, que así llaman a las prendas llegadas de Occidente. «A veces el cierre de la frontera es interesado, para subir el precio», argumenta el portavoz de Jóvenes Unidos por el Desarrollo Medioambiental.

Otra parte, en torno al 25%, se vende sin clasificar a granel a otros gestores, en bruto, por lo que se paga a menor precio, explica Ángel Alonso, sin precisar las tarifas habituales por cada kilo de ropa. «Varían en función de la demanda», responde.

En el vertedero acaba en torno al 10 o 15% de la ropa: piezas en muy mal estado, inservibles, rotas, mojadas o impregnadas de olores que imposibiliten su aprovechamiento.

Menos del 10% es apto para el reciclaje textil, es decir, se destinan a fabricar nuevos tejidos, «como por ejemplo relleno de almohadas», un proceso que lleva a cabo otra empresa de la Comunidad Valenciana, indica Alonso.

Otra pequeña porción, entre el 5 y el 10%, se destina a donaciones, ya sea por situaciones puntuales de emergencia o a personas o entidades sociales que así lo solicitan.

Jóvenes Unidos por el Desarrollo Medioambiental está presente en diez comunidades autónomas y mantiene convenios en cerca de 200 ayuntamientos. A la mayoría de ellos les paga un canon por la explotación del negocio: cuando se les permite instalar contenedores propios en la calle para recibir grandes cantidades de ropa en buen estado. A los puntos limpios, explica su portavoz, llega «muy poca cantidad y en mal estado», de modo que «no se paga canon» por la gestión de estos residuos.

En Castilla y León, la empresa posee cerca de 800 contenedores de ropa instalados en las calles, ninguno en capitales de provincia, todos ellos en virtud de acuerdos con ayuntamientos más pequeños.

La crisis económica ha alentado en los últimos años la cultura de la reutilización. Aunque en España la compra de ropa de segunda mano no es una práctica tan arraigada como en otros países europeos, aplicaciones como Wallapop o la organización de pequeños mercadillos puntuales han facilitado la posibilidad de dar una segunda vida a muchas prendas.

En todo caso, tanto desde la Concejalía de Medio Ambiente como desde Cáritas, llaman a la reutilización de los productos siempre que se pueda, fomentando el reciclaje familiar o entre amigos y emplazando al ciudadano a un consumo responsable para aminorar el consumo de recursos naturales. El mejor residuo es el que no se genera.

Contenedores para evitar que las prendas acaben en el vertedero

«Hemos detectado que llega mucho textil a la planta de tratamiento de residuos» explica la concejala de Medio Ambiente, María Sánchez. Camisas, pantalones y zapatos que el ciudadano deposita en una bolsa en el contenedor de basura inorgánica en lugar de llevarlo a alguna entidad social o depositarlo en el punto limpio más cercano. Con el objetivo de poner freno a esta práctica, el Ayuntamiento baraja instalar contenedores de ropa en la calle.

La posible incorporación de contenedores «en algunos barrios» forma parte de un proyecto aún en fase embrionaria. «Estamos haciendo el diagnóstico», matiza Sánchez al precisar que, llegado el caso, su equipo estudiaría modelos similares implementados en otras ciudades.

De momento, el único contenedor municipal para ropa usada está en La Victoria. El Ayuntamiento está testando la posibilidad en este barrio, que desde hace un año sirve de campo de ensayo para implementar nuevas medidas que mejoren la separación de residuos domésticos gracias a un proyecto piloto.

Desde el punto de vista medioambiental, el objetivo es «evitar por todos los medios que la ropa acabe en el vertedero», sostiene Sánchez, mientras destaca la importancia de llevar a cabo una «gestión ética» de la ropa.

En Valladolid, hace años el Consistorio autorizó a otras entidades la instalación de contenedores en la calle, pero la experiencia no salió bien y el anterior equipo de Gobierno zanjó esa posibilidad. Desde entonces no existen contenedores en la vía pública. Al menos, no con autorización municipal. Otra cosa es que de forma puntual aparezca alguna caja de cartón en algún vecindario para depositar prendas. Fuentes municipales aseguran que no han recibido en los últimos años ninguna denuncia por contenedores ‘piratas’.

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