Diario de Valladolid

CATÁSTROFES FERROVIARIAS / EL MAYOR ACCIDENTE DE VALLADOLID

Los vagones de la muerte y el silencio

Aún se desconoce cuántas personas murieron bajo las llamas en el túnel número 20, aunque se barajan centenares / La censura ocultó la mayor catástrofe ferroviaria de la historia del país, la del Correo Expreso 421 que en 1944 colisionó con dos convoyes en la estación leonesa de Torre del Bierzo

Fotografías en las que aparecen vagones  averiados a la salida de la estación leonesa de Torre del Bierzo.-DIARIO DE LEÓN

Fotografías en las que aparecen vagones averiados a la salida de la estación leonesa de Torre del Bierzo.-DIARIO DE LEÓN

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Alicia Calvo
Valladolid

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Introducían a los niños por las ventanillas. Ya iniciada la marcha algunos jóvenes saltaban dentro de los vagones. Decenas de soldados destinados en Galicia se dirigían a La Coruña tras los días navideños. Familias enteras iban apiñadas en los asientos o de pie en los pasillos. También en los baños.

Los apretujados viajeros no dejan lugar a dudas, había más personas que billetes vendidos. Esa mañana de domingo de 1944, los coches de madera del correo expreso 421 permanecían repletos de gente, de maletas... y de vida.

Momentos después, sobre las 13.20 horas, muchos de esos pasajeros padecerían una muerte trágica. Hoy todavía se desconoce cuántos y quiénes fallecieron entre las llamas en el mayor accidente ferroviario de la historia de España, en un doble choque que se produjo en el interior el túnel 20, a la salida de la estación del pueblo leonés de Torre del Bierzo.

El silencio impuesto por la censura de la época y la falta de investigaciones por la misma razón ocultaron durante décadas la dimensión de una catástrofe que el 3 de enero de 1994 se llevó por delante cientos de vidas atrapadas entre llamas y hierros calcinados.

Cuántas víctimas hubo es una incógnita que nadie despejará nunca, aunque las estimaciones oscilaron desde la veintena que reflejaron inicialmente los periódicos de la Posguerra, que apenas mencionaron el suceso, a las 200, 300 y hasta 500 estimadas por distintas fuentes.

España por entonces emprendía el largo camino de dirección única del franquismo y este accidente censurado fue símbolo de la capacidad del Régimen para ocultar la verdad.

No existe listado oficial de víctimas y sólo se recuperaron los restos de medio centenar de cadáveres, aunque quienes presenciaron tal catástrofe hablaban de cientos de personas y los pocos que sobrevivieron certificaron –años después– la multitud de pasajeros que subió al correo deMadrid a Galicia. Lo declararon en un corto documental que le valió al madrileño Ramón de Fontecha un Goya en 2003. O en medios nacionales, como El País, que ya en los años 90 reconstruyó el accidente.

Antes de que el túnel número 20 se convirtiera en una especie de horno crematorio, el convoy procedente de Madrid de doce vagones –ocho de pasajeros– presentó problemas técnicos. Con dos horas de retraso, el expreso partió desde León conducido por dos máquinas locomotoras por la complicada orografía de la zona de Brañuelas, con una de las mayores pendientes de todos los trazados de Renfe.

En el apeadero de La Granja, una de ellas fue retirada por avería. La otra, cuenta la rumorología, ya presentaba problemas en los frenos. Pero aún así continuó su recorrido. Y,poco después, se descontroló. Saltó una estación y la velocidad atemorizó a los pasajeros. Bajó la rampa de Brañuelas a gran velocidad y entró en Torre del Bierzo sin parar y con el silbato y los pitidos sonando sin cesar para advertir de que no podía frenar.

Los pasajeros tuvieron la mala fortuna de que una locomotora realizaba maniobras en el interior del túnel para dejar pasar a un carbonero procedente de Bembibre. El correo expreso chocó frontalmente con ella y seis vagones descarrilaron en aquella vía subterránea.

Pero ese infierno todavía podía empeorar y se produjo un segundo impacto.

El convoy de mercancías de 27 coches apareció –como estaba previsto– cargado con más de 600 toneladas de carbón y colisionó con los trenes ya atrapados. El accidente inicial fulminó la señalización, por lo que el maquinista del carbonero desconocía la hoguera a la que se dirigía.

El humo comenzó a salir del túnel y decenas de heridos, sin poder alcanzar el exterior, perecieron rodeados de fuego. El incendio también impedía a los vecinos entrar a socorrerlos. Las tuberías superiores de ese corredor se rompieron, pero el agua no resultó suficiente. Tampoco los calderos que los lugareños de esta zona minera cargaban en el río Tremor. El fuego tardó tres días en sofocarse.

En este tiempo, los medios sepultaron el siniestro de la ruta Madrid-Galicia. Apenas alguna breve mención en la prensa local y en ABC o La Vanguardia. ‘Choque de trenes en la vía férrea de Palencia a La Coruña’, rezaba uno de los titulares, que omitía las muertes y sus terribles condiciones.

A los pocos días, la información que los censores autorizaban exponía que el trágico acontecimiento estuvo provocado por las deficientes condiciones del material y de las infraestructuras, que atribuían al anterior régimen republicano.

Sin embargo, pese al celo por tapar la verdad, los ceses del presidente y del director general de Renfe antes de que acabara el mes de enero escondían su responsabilidad en los fallos.

La falta de explicaciones y de petición de respuestas y compensaciones se produjo en un contexto de una sociedad temerosa tras la Guerra Civil por el ambiente de represión, aunque sí se efectuaron exiguas indemnizaciones a los contados familiares que sí pudieron despedir. Sólo se enterraron 47 féretros.

Frente a estas reducidas estimaciones y a su ocultación para la opinión pública, en 1975, el libro Guinness de los ferrocarriles, editado en Londres, señaló el accidente de Torre del Bierzo como el tercero de mayor envergadura del mundo. Incluso hasta el año 72 lo consideró el «más grave» del planeta. Esta publicación estableció que «entre 500 y 800 personas» perdieron la vida en ese pasaje minero.

Nunca se dijo la verdad. El primer balance fue de 26 o 27; finalmente Renfe reconoció que hubo 78 muertos y 75 heridos. El testimonio de viajeros y vecinos del municipio leonés elevó la realidad hasta los tres centenares de vidas perdidas, y a finales del siglo pasado los sindicalistas ferroviarios de UGT volvieron a dar por válidos los números barajados por el Guinness, que estudios posteriores redujeron de nuevo hasta las 200 y 300 personas. Pero lo cierto es que los desaparecidos reales del número 20 aún permanecen en el olvido.

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