Diario de Valladolid

Blázquez: «No somos una humanidad a la deriva»

El cardenal llama a la esperanza de la eucaristía frente al «ritmo trepidante de la sociedad» en la misa del Corpus, ante más de 3.000 fieles

El cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, consagra el Pan y el Vino bajo un paraguas ayer, en la misa del Corpus-J. M. LOSTAU

El cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, consagra el Pan y el Vino bajo un paraguas ayer, en la misa del Corpus-J. M. LOSTAU

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Santiago G. del Campo
Valladolid

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El cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, hizo ayer una decidida llamada a la esperanza. «No somos una humanidad a la deriva», aseguró ante más de 3.000 personas en el Paseo de Recoletos, en referencia a la aparente falta de rumbo, líderes y gobierno. Según sus palabras, Dios es ese rumbo, aquél en quien podemos «descargar el peso de la vida» ante «el ritmo trepidante que marca la sociedad».

Fue parte de su mensaje dado en la misa del Corpus Christi y del Día de la Caridad, el mismo en que cumplió 28 años como prelado de la Iglesia. Blázquez hizo referencia en repetidas ocasiones al Congreso Eucarístico Diocesano, celebrado desde el pasado 21 de mayo y que concluyó con ese acto. Así a la ceremonia, además de los miles de fieles como público, acudió más de un centenar de presbíteros, diáconos y seminaristas.

Más de tres centenares de niños vestidos de primera comunión, que comulgaron por primera vez este mes de mayo, acompañaron la celebración y la posterior procesión, además de numerosos miembros de 22 cofradías penitenciales de Valladolid.

Continuando con el tema central del Corpus, y del Congreso Diocesano, Blázquez puso en valor la eucaristía desde tres puntos de vista: la misericordia, la esperanza y la oración. Hizo hincapié en su carácter «fraternal», y llamó la atención en el hecho de que Jesucristo «se identifica con los pobres, los necesitados, los inmigrantes, los refugiados, enfermos y desamparados». Por ello, llamó a los asistentes a la «solidaridad» e invitó a atender a todos esos con los que Jesús se identifica. Al hilo de sus palabras recordó que la colecta del día se destinará a los damnificados del terremoto de Ecuador.

La eucaristía es también esa esperanza «de la que estamos necesitados todos», apuntó el arzobispo. «El que come mi carne y bebe mi sangre, vivirá para siempre, dijo Jesucristo», por lo que recomendó la eucaristía como «medicina de inmortalidad». Deploró que los seres humanos padezcan en ocasiones un «déficit de esperanza», déficit que cura «la eucaristía», por lo que se puede considerar que da «un gran servicio a la sociedad».

El paso de la Sagrada Cena, que iba a procesionar en el posterior desfile del Corpus, se quedó sin salir por la amenaza de lluvia. Sí pisó las calles, sin embargo, la Custodia Procesional de la Catedral, singular obra de orfebrería realizada por de Juan de Arfe y Villafañe en el siglo XVI.

La tradicional procesión del Santísimo Sacramento salió del Paseo de Recoletos hacia la Plaza Zorrilla y desfiló por Santiago, Plaza Mayor, Ferrari, Cánovas del Castillo, Regalado, calle Catedral y calle Arribas, hasta la Catedral. Las cofradías instalaron 22 altares en el recorrido.

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