Diario de Valladolid

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ESTE FIN de semana, por esas cosas que tienen la vida y la profesión, he participado en un congreso ilusionante. Una jornada que tenía como finalidad ilusionar al personal. Algo, que, con la que está cayendo, suena bien. Conocía este fenómeno desde su primera edición y en la cuarta he podido comprobar el método y el mensaje desde dentro. Se llama “Ahora Ilusión” y es una iniciativa del ilusionista zamorano Miguel de Lucas. Solo un mago con una sólida inquietud por la psicología puede manejar el timón de la motivación. He conocido ciudades con cientos de apellidos: del deporte, de la luz, de la justicia, del amor … Y así. Pero, esta vez, el turno es para la bimilenaria Ocellum Duri, la que fuera mansio romana que “supuestamente” ocupa este lugar en la red viaria de Hispania según el Itinerario 22 de Antonino Caracalla, en la calzada romana. Pues bien, ahora, además de todo esto, Zamora es la ciudad de la ilusión. Lo de supuestamente mansio romana del Iter ab Emerita Asturicam es porque hay versiones -los arqueólogos son así- y algunos dicen que Occelum Duri no está en Zamora. Ni en Castrotorafe. A uno le cuesta borrar de la memoria lo aprendido de joven. No niego que algo de ilusión si me quita sacar a la “Bien cercada” de la calzada romana. Por cierto, la más olvidada en nuestros días, a pesar de la rimbombante marca turística Vía de la Plata. Pendiente de un congreso arqueológico de la mano Viriato. Ahí lo dejo. Volvamos a la ilusión, el método que consiste en la actuación de conferenciantes de diferentes disciplinas, desde las más sesudas y científicas a las más personales e íntimas. En casi todos los casos, por crudos y trágicos que sean, siempre hay un final feliz y un mensaje que encandila y sobrecoge al patio de butacas. Estas charlas de motivación son pensamientos en voz alta, con una descarnada desnudez de intimidad. Son llamadas a la reflexión. Dardos en las conciencias. Soliloquios del que responde una individualidad, la que generosamente cuenta su vida y experiencias sin filtros, desvelando a todos las contraseñas para superar los tropiezos de la vida. No se trata de monólogos chistosos. Son charlas motivadoras. Fenómeno muy extendido que cuenta con muchos seguidores que encuentran en la motivación el estímulo para renovar su músculo vital y su armario sentimental. Cada conferenciante escribe su propio guion, expresa su opinión, comparte sus fracasos a “porta gayola” y desvela qué hizo para salir del pozo, para ver la luz. He comprobado que cientos de personas acuden cada año al Ramos Carrión, en Zamora, en entusiasta peregrinación para cargar las pilas, renovar energías y recibir nuevas vibraciones. Bien por esta Zamora románica, romana e ilusionante.

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