El buen estado de la economía pese al mediocre estado de la política
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Fábrica de IVECO en Valladolid.
OTRO TRIMESTRE este que no llega el apocalipsis a Castilla y León. Mal asunto para los profetas constantes y permanentes de todo va mal en esta comunidad. Y no es que no vaya mal la cosa, es que además va bastante bien a decir de los datos, que no se discuten, como las opiniones. El crecimiento económico del tercer trimestre se sitúa en el 4,2%, superando a los trimestres anteriores y las mejores expectativas de la propia Junta que es quien elabora la contabilidad regional y disecciona los datos macroeconómicos de nuestra comunidad.
La economía va bien. Pero eso se siente especialmente, más allá de las grandes cifras macro, en la creación de empleo y los datos que mes a mes ofrecen las estadísticas de un paro menguante. Ese, en cualquier caso, es el mejor síntoma de una economía sana. La economía que llega a la gente, a los barrios, a las familias, a las ciudades y a los pueblos. La economía que permite construir proyectos de vida en nuestro territorio, pese a la galopante despoblación que sufre el ámbito rural. Despoblación que viene de lejos y que no tiene remedio, pero sí cierta cura. Y la mejor cura es precisamente que sean sectores como el primario, la industria y nuestras exportaciones los que están tirando del carro de la economía con fuerza. Para los que luego no salen de la letanía de que hay que reindustrializar Castilla y León, que es la región de España más vigorosa en el sector del automóvil. El desconocimiento de Castilla y León o su conocimiento exclusivamente teórico desde los despachos políticos de las Cortes ocasiona una atrofia política que no se merece la comunidad.
Porque aunque sea verdad que la situación es tremendamente optimista, como en el conjunto del país, hay una importante desigualdad en el desarrollo y la creación de riqueza en función de las latitudes. Y eso hace tiempo que merece la atención y la dedicación del gobierno de la Junta, pero también de la oposición. Ni uno ni otro, desde hace lustros, se han tomado en serio esta cuestión por el temor a los reinos de taifas provinciales de sus propios partidos. Viven más pendientes del equilibrio orgánico que de la preocupación por la igualdad real de los castellanos y de los leoneses.
Sería necesario un plan estratégico valiente. Una decisión de comunidad entre los grandes partidos. Pero si no son capaces de ponerle el cascabel al gato de los cuatro aeropuertos sin aviones, ni rutas ni viajeros, difícil será afrontar una estrategia de comunidad que reparta, despliegue y destine para el fortalecimiento de Castilla y León desde el fin de los desequilibrios. Es el buen estado de la economía pese al mediocre estado de la política.