Diario de Valladolid

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En este siglo en el que la inteligencia artificial vendrá a cambiar el paradigma y traerá una nueva era como la primera revolución industrial, se han quedado atrás multitud de oficios de los que ya lucimos canas conocimos en nuestros años mozos. La era de internet ha acabado con el escritor de las enciclopedias, que eran imprescindibles en todos nuestros hogares y después con el que las vendía a domicilio. Lo mismo que ya no se ven vendedoras de Avon. Ya no llama al timbre de casa el cobrador de la iguala con el recibo del Igualatorio Médico porque el puerta a puerta ha muerto. Estos tiempos de reciclaje y de Agenda 2030, pero, sobre todo, de hiperregulación, han acabado también con el noble oficio del cartonero, ejercido por algún señor mayor que arrastrando un carro recorría las calles doblando cartón para venderlo y sacarse un magro jornal. Ha desaparecido el que más me trajo de cabeza en mi infancia: el practicante. Lo tenía en mi casa casi a diario con su aguja y su jeringa, disfrutando de la tortura. Simpático sí era, pero yo tenía las nalgas como un acerico. También están en vías de extinción empleos como los porteros de finca, que tenían un cubículo en cada portal y lo mismo te cambiaban una bombilla que te daban un pescozón por subir en el ascensor porque los niños lo teníamos prohibido. Añadan a esa lista a los butaneros, ebanistas o los profesores de mecanografía de aquellas academias llenas de señoritas aplicadas a la máquina de escribir. Su futuro es el olvido y son más pasado que presente. Lo mismo que les ocurrió a los cargos públicos de UPyD o Ciudadanos, que se esfumaron en el viento. Salvo alguno recalcitrante que como Bruce Willis en Sexto Sentido, aún no sabe que es sólo un espectro a punto de ser borrado de la faz de la tierra. El mismo destino que aguarda a Vox. En Burgos y en Castilla y León cuando menos. Será inevitable que se cumpla la sentencia que pesa sobre los frutos de la nueva política. En el pecado original llevan la penitencia. Son hijos del desencanto de electorado, del voto con las tripas. Pero los votantes tienen sus límites y ponen pie en pared cuando el desvarío se torna peligroso, véase el caso de Ciudadanos en Castilla y León, a quienes el PP tuvo la temeridad de encomendarles la gestión durante el COVID. Vox Burgos va a salir muy tocado de la crisis que ha abierto con su veto a las subvenciones a las ONG que trabajan con inmigrantes y le va a salir el tiro por la culata porque el PP ha reaccionado tarde pero con determinación y les han dado una lección de estrategia política, pese al coste de imagen. Pero Vox se dolerá de una crisis que bien podrían haber evitado, visto como su ruptura del Gobierno autonómico les conduce a la irrelevancia política. Y aún les queda otro episodio con el presupuesto municipal para terminar de cavar su propia tumba. Al tiempo.

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