Diario de Valladolid

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Esta semana que en todo el año es en la que mejor nos sentimos en el traje de retales que empezó siendo Castilla y León me acuerdo de los juegos y deportes de la tierra, que nos unen tanto como evidencian nuestras evidentes diferencias. En Burgos, llamamos la Tuta a ese juego que consiste en derribar un tuto (bloque escuadrado de madera con forma de reloj de arena) con dos monedas encima para que gane el jugador que más cerca deje su chapa. En Soria hacen exactamente lo mismo, pero lo llaman la tanguilla. Fuera de las fronteras de Castilla y León juegan a cosas similares y de ahí los torneos de verano en Salou de maños contra el resto del mundo, que eran básicamente sorianos y burgaleses. Eso eran olimpíadas de juego tradicional y no lo de ahora. Nosotros llevábamos la Tuta y las chapas, también llamadas, al otro lado de la frontera provincial, tanguilla y chocones. Hay que decir que sorianos y maños empleaban la misma terminología. Había quien llevaba las petancas y se animaba algún francés y hasta creo recordar un juego de la rana a pie de playa, en Salou a los pies del monumento a Jaume I. Ganamos algún que otro trofeo con reglas mixtas entre Soria, Burgos y Zaragoza. Castilla y León en sus primeros pasos. Aún estaba aposentado el Consejo General de Castilla y León, la entidad preautonómica de Castilla y León, en el Palacio de la Isla. Para quien no esté familiarizado, que investigue un poco la significación histórica del palacio, que se sorprenderá. Quizá si las cosas hubieran sido de otra manera, las Cortes de Castilla y León hubieran residido en Burgos. Hoy se levanta un magnífico edificio en el pujante barrio de Villa del Prado de Valladolid para acoger nuestro parlamento autonómico. Hubo un tiempo en el que se reclamó que ese palacio de corredores inmensos, vacíos y, no diré que tenebroso pero sí oscurantista en muchas ocasiones, pudiera haber residido en Burgos. Hoy es mejor que el teatro se practique en la capital vallisoletana que no sólo tiene los mejores teatros de la Comunidad sino que los llena de la mejor programación. Dónde mejor que escenificar el paripé de la construcción autonómica que en Valladolid, tierra de Concha Velasco y Lola Herrera. Quizá si la obra de teatro fuese menos de ficción sería más interesante pero la realidad es que en la capital burgalesa nunca ha cuajado la excursión a Villalar. Quizá será porque no se organiza un torneo de tuta/ tanguilla contra el resto del mundo o un dúplex de bolo burgalés y leonés .

Son los tropiezos propios de construir una identidad autonómica a base de convencimiento de lo que nos une, sin el rodillo de la asfixia nacionalista de territorios aún más inventados que Castilla y León. La mayoría de las autonomías se fundamentan en dogmas similares, ojala que Castilla y León sea la primera que se consolida en lazos de hermandad.

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