Diario de Valladolid
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ACABO de terminar de leer, cómodamente, la entrevista que el director de estas páginas, Pablo Lago, ha hecho a Jesús Julio Carnero, alcalde de Valladolid. La comodidad procede del sofá en el que estoy sentado, en la recepción del establecimiento que da vida al monasterio de Santa María de Valbuena, a escasos metros de un Duero desbordado y desbordante. Porque, el duelo entre preguntas y respuestas no se acomoda, en modo alguno, a ese estilismo de entrevistas con viento a favor que tanto florecen en la actualidad desde el periodismo de opinión sincronizada que corteja al sanchismo y sus satélites.

Las preguntas y respuestas obedecen a un clima más propio de un derbi futbolístico, en el que, pese a compartir territorio, los equipos reivindican su propia libertad e independencia, con un claro y aguerrido ánimo de victoria, muy por encima de coincidencias geográficas.

Lago dispara y Carnero contraataca. Preguntas directas con respuestas sin metáforas ni fugas semánticas como ejercicio de distracción. Argumentos del alcalde de la ciudad del Pisuerga que permiten constatar paradojas (como el hecho de que Puente y su cargo no sean precisamente una buena noticia de Valladolid) y comprender aparentes contradicciones (como sucede en el caso de los mamotretos para bicis que se instalan por estar ya adquiridos…).

Resulta reconfortante leer un texto dinámico y huérfano de compromisos galantes, ahora que la izquierda impone a muchos medios (en lo económico y en lo ideológico) un único patrón de comunicación, que ha de interpretar como progresista (vocablo que, sorprendentemente, solo acepta interpretaciones positivas) todo lo que se decide y perpetra para su perpetuación en el poder.

De interés especial resultan las líneas, en ese toma y daca que preside toda la entrevista, dedicadas al soterramiento de las vías del ferrocarril en la ciudad. Preguntas dirigidas a la línea de flotación, y respuestas con credibilidad. Y para eso, lo primero, es huir del populismo, de frases sentimentaloides… Carnero es el alcalde de la racionalidad (que no excluye las emociones sinceras, sí las demagógicas), y por eso resulta creíble. Técnica y económicamente es viable el soterramiento. Donde naufraga la viabilidad es en el necesario apoyo del ministerio de Transportes, porque sería reconocer el fracaso de su titular. Y eso no lo va a permitir, y menos ahora que el ex alcalde de Valladolid intenta clonar teatralmente expresiones y actitudes de Sánchez.

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