Diario de Valladolid

EDITORIAL

Acción política para corregir el desequilibrio de la espera quirúrgica

Una persona permanece en la sala de espera del Hospital Universitario de Burgos. ICAL

Una persona permanece en la sala de espera del Hospital Universitario de Burgos. ICAL

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Las listas de espera quirúrgica siguen mermando, pese al apocalipsis que pronostican cada dos por tres los que desde sus responsabilidades en la Consejería de Sanidad el mandato pasado perpetraron el atasco y el desbarajuste del sistema. Cierto es que con el añadido del colapso que generaron los meses de la primera ola de la pandemia. Pero los tiempos siguen menguando. Sin embargo, lo que no se soluciona todavía, aunque se va reajustando, son las diferencias de esperas entre hospitales, que llegaron a ser escandalosas.

Basta con mirar los caso de los hospitales de Valladolid, Clínico y Río Hortega, que se sitúan muy por debajo de la demora media, frente a los de Salamanca, Burgos, El Bierzo o León, que siguen por encima. Eso es fruto de la desidia de anteriores rectores de la Sanidad de Castilla y León, que se preocupaban más de las estadísticas que de la eficacia. Porque a alguien de un hospital de la periferia no le puedes contar que la media de espera es de tanto días, si la suya es de casi el doble. De las medias no vive nadie. El contribuyente y el paciente, que son los mismos, viven de su realidad.

Este de la sanidad es uno de los desequilibrios territoriales que padece Castilla y León más inasumible. Porque todos los ciudadanos son de la misma categoría en virtud de que todos pertenecen al mismo sistema sanitario y no pagan los impuestos en función de medias, sino de los porcentajes establecidos para todos, independientemente de lugar en el que te despiertes cada mañana de Castilla y León. La Consejería de Sanidad que dirige Alejandro Vázquez sigue haciendo los deberes y reduciendo los tiempo de espera, que es lo que importa, no el número de pacientes.

El tiempo es lo esencial, sean mil o un millón. Pero junto a ese cometido, la Consejería tiene que hacer un esfuerzo y aplicar criterios de discriminación positiva para reducir los plazos en esos hospitales en los que cunde el agravio, que se vino abonando durante otras épocas. Esos desequilibrios se han convertido, por no corregirlos a tiempo, en un problema estructural que no se solventa de la noche a la mañana. Pero que no se pude abandonar si, con tiempo y determinación se pretenden corregir. Y la política práctica está para eso para cambiar las cosas y mejorar la vida de la gente. Para empeorarla ya hemos tenido mediocres y sermoneros en política en distintos mandatos precedentes.

De los que sólo sabían pregonar el desacierto ajeno, pero que jamás aplicaron acciones de acierto propio. La política sanitaria en gran medida es gestión, la dialéctica y la retórica sólo contribuye a la negligencia y la insolvencia. Las cosas se hacen, no se dicen. El actual consejero es más de hacer que de decir, aunque no haya sido elegido por no se sabe quién mejor médico del mundo. Ni falta que hace. Con que sea un consejero trabajador y eficaz nos sobra.

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