Y el puchero a la lumbre
CADA uno cuenta la feria como le va. A un servidor no le salen las grandes cuentas. Alimentaria e Intur. Al menos, aquellas que deberían rentabilizar con todas las armas disponibles el panorama agroalimentario y turístico. Que son los dos grandes sectores que tiran de todo lo demás. De ellas dependen la ganadería, la agricultura, el paisaje, la historia, el arte y, últimamente, todo lo inmaterial, según la Unesco y, de paso, la inevitable descolocación del censo rural. Contamos con un vasto territorio, un ingente arcano productivo de nueve provincias más El Bierzo, sesenta potentes comarcas naturales, la Raya con Portugal y las lindes de las ocho vecinas que nos rodean, que también cuentan. Además de un ranking de vértigo que nos sitúa a la cabeza en multitud de varillas del abanico alimentario y turístico.
Algo que tampoco se nos escapa a nadie. Eso espero. Alimentaria e Intur, que eran nuestros certámenes estrella, cayeron en el olvido y, de alguna manera, traicionaron a los agentes implicados en ambos sectores que lo dieron todo cuando realizaron el esfuerzo de poner en valor sus recursos. Caímos en un desmantelamiento moral y logístico. En la pérdida absoluta de un liderazgo incuestionable. Tanto vestido blanco, tanta parola. Y el puchero a la lumbre. Con agua sola. Perdóneseme esta licencia popular, pero con las ferias es lo que nos ha ocurrido. Mucho presupuesto, mucha campaña y titulares de cifras y estadísticas infladas y huecas e insufladas de inyección institucional, sin empresas sectoriales. La culpa está muy repartida. Empezando por las ocurrencias de los consejeros/as del ramo. Cada uno y cada una tenía una idea, cada cual más alejada de la realidad. Las crisis económicas y los cambios en el calendario nacional ferial influyeron, pero Madrid y Barcelona recogieron la cosecha y el rentabilísimo metraje. Internet no tiene toda la culpa.
Es cuestión de negocio. El que sale de cada metro cuadrado que paga el expositor. No me salgo de la linde y me ciño a la cita ferial con mayúsculas. Otra cosa son las ferias provinciales y las apuestas de las diputaciones que, con matices, han salvado los trastos. Y las comarcales que, por supuesto, son fundamentales. Insisto: alguien debiera reflexionar sobre la necesidad de rentabilizar de nuevo Intur y Alimentaria sin fuegos artificiales. Y esto ¿por qué ahora? ¿Y por qué no?