Cuando la realidad es más tozuda que la política
LA REALIDAD suele ser muy tozuda y no da tregua. Y persiste, aunque se la niegue. La realidad suele ser más tozuda y persistente que la necedad política. La realidad del infierno de los fuegos a los que asistimos, alentados por las criminales alteraciones del clima, ha acabado por imponer a la Junta la necesidad de convertir en fijos a 900 agentes forestales eventuales para que, también en invierno, primavera y otoño, luchen contra el fuego de la forma que también hay que luchar, en la prevención.
Hemos tenido que ver, oler y saborear el agrio aroma del infierno a nuestras puertas para que la política, que siempre, y cada vez con más insistencia, llega tarde y empujada por la tozuda realidad, sea consciente de la necesidad de cambios en una gestión obsoleta de la lucha contra el fuego. Obsoleta desde hace varios años y dirigentes.
Lo que está ocurriendo se llama cambio climático. A ver si en la Consejería de Medio Ambiente, que ahora, repentinamente, cuesta pronunciar el enunciado, lo escriben en la fachada con letras grandes y todas las mañanas lo vocalizan y deletrean. Porque hasta hace cuatro meses no tenían ningún reparo en pronunciarlo. No puede ser que el riesgo de incomodar a un socio de gobierno cercene las convicciones que hasta hace cuatro meses estaban en el alma de la propia consejería. Vamos a dejarnos de tonterías, que ya son mayorcitos en esa Consejería de Medio Ambiente en la que muchos de sus directivos casi echaron los dientes y aprendieron a gatear en política, como para ahora andar con los escrúpulos de no mentar la bicha del cambio climático para evitar un encontronazo con los circunstanciales socios de gobierno. Lo único que debe incomodar a los políticos es no estar a la altura del cargo que representan para los ciudadanos. Y esa Consejería de Medio Ambiente es una pieza angular de la gestión de los intereses de Castilla y León. Somos un patrimonio natural inigualable. Ahí también reside nuestra riqueza y nuestra prosperidad. Es un departamento difícil. Cada vez más en virtud de ese cambio climático que ahora no pronuncian. A este paso, entre anomalías, concordias e inmigraciones ordenadas y otras estupideces van a acabar por urdir un metalenguaje que haga todavía más indescifrable para el ciudadano, el contribuyente, el que paga sus sueldos y coches oficiales, cuál es el verdadero destino de los políticos. A no ser que algunos se crean que son un destino en sí mismos.
La tragedia de estos días, con decenas de miles de hectáreas arrasadas, proyectos vitales arruinados y vidas segadas ha servido para que la política empiece a adoptar cambios en la gestión del fuego. Cambios que son necesarios para evitar que funcione todo tan a la perfección, como dijo el director del operativo de incendios hace menos de un mes, y se quemen casi 30.000 hectáreas en un solo incendio. Porque el día que falle la perfección ardemos todos. La política desgasta. La desidia política chamusca.