Más caro
RECUPERADA del Covid, se me presentó Carmina con un poema subversivo que recita el vecindario en la carnicería. Tú que eres el poeta más importante del portal, a ver qué opinas: «El que no tiene vergüenza/ grita con todo descaro,/ que mientras que en votos venza,/ ha de ser todo más caro». Pienso que no tiene desperdicio, Carmina. Con dos palabras refiere lo que es trending topic en las redes sociales: que cada día que pasa todo es más caro en España. Le doy un diez.
A mí me lo vas a decir que compro a diario pan, leche, fruta, carne y pescao, y gasto luz y gas. Hasta la cosetodo ha subido el pespunte. El mercado rebosa en suspiros. No hay persona que encuentres y no te diga: esto no hay quien lo aguante. Pones la televisión o la radio, o lees el periódico, y te bombardean con lo mismo: todo por las nubes. Y yo me pregunto, hijico, ¿para qué necesitará tanto dinero el Gobierno que nos mata a impuestos y a subidas?
Y caí en la trampa de dar explicaciones profesorales, que nunca deben darse y menos a una vecina. Pues mira, Carmina, el Gobierno tiene que repartir dinero a mansalva con los chiringuitos, asesores, vuelos del falcon, coches oficiales y, sobre todo, para comprar votos a los partidos que le sostienen en Moncloa. Y esto es carísimo. Cada voto del PNV, de los independentistas catalanes, y de la purriela que ha surgido con el cuento de la España Vaciada, salen por un ojo de la cara.
Pero esto es muy viejo, Carminica. Calderón de la Barca –en El gran mercado del mundo– ya tocó a rebatiña con estos versos que modernizo aquí: «¡Venid, mortales, venid/ y al gran mercado de votos/ de este Gobierno acudid!». Sánchez necesita esos votos en el Parlamento para subsistir. Un mercadeo público y vergonzoso a marcha de telediario. Y esto, te repito, es carísimo, y encarece desde el pan a la luz. Cada vez que sube el aceite, estás pagando los votos que compra Sánchez con total desvergüenza, querida.
El enemigo de la democracia ha sido siempre la compra de votos. Antes se hacía de persona a persona. Ahora de partido a partido. Asqueroso era el cacique comprando el voto como un servicio pornográfico. Y repugnante es también la compra del voto partido a partido a la vista de todos: igual de pornográfico, sectario, e inmoral. Además es machacante como advirtió Calderón, pues «si te caes de la tramoya/ te harás cuatro mil pedazos». ¿Y qué es la tramoya hoy día? Pregúntaselo al Servicio de Información de Moncloa que son expertos en inflación progresista.
Es más, Carmina: si votas a un partido lentejero –incluyo a los que acaban de inventarse en Castilla y León para conseguir de Sánchez un plato de lentejas–, todo será más caro. Esto no es producto del sistema capitalista. Hay países que lo son, gobernados por socialistas, y no ocurre como en España. ¿Qué le dijo a Sánchez hace nada el Canciller Federal de Alemania? Que no es tolerable el sistema impositivo sanchuno. Disgustada, la pobre, se despidió con este zapatazo: «¡Basta de golfos y sinvergüenzas, que me voy a la pescadería a ver si quedan unas sardinillas baratas!».
En fin, amigos, que como este es un país con muy poca memoria y que no suele relacionar en la vida las causas y los efectos, les he relatado mi encuentro con Carmina como una simple reflexión sobre la importancia que tiene el voto en las elecciones de febrero en Castilla y León. De nada sirve que estemos todo el día quejándonos y protestando, si luego –directa o indirectamente– nuestro voto es para que Sánchez siga haciendo de las suyas.
Parece que todo esto nos lo manda el espíritu santo de Davos, siguiendo la estricta consigna que lanza Calderón en su auto sacramental: «porque no ha de darse al necio/ más que la paja y cebada». Pues no. Habrá que preguntarse por qué razón es tan cara la paja y la cebada. Y sobre todo, quién se queda y utiliza en beneficio propio nuestro dinero. Lo más gracioso es que la propaganda oficial nos dice que hablar de dinero es de capitalistas y de mala gente, y que no tiene importancia. Claro que la tiene, sobre todo si se lo quedan ellos.
Estas son las nuevas técnicas de los Alí Babá y los 40 ladrones de nuestra época. Bueno, desgraciadamente, no son sólo 40. ¡Ojalá fueran los 40 del cuento! Para tener una idea aproximada: ¿cuántos asesores a dedo y a sueldo hay en Moncloa? Por esto me preguntó mi nieto Marquitos el otro día: oye, Lalo, ¿qué es un asesor? Es que mi amigo Dani de mayor quiere ser asesor del Gobierno. ¿Un asesor tiene poderes como el capitán Man?
Se lo expliqué, y el crío me dejó de piedra: ¡la madre que te parió, que no existe el Capitán Man! No, hijo, sólo el superdinero y los supersueldos. Entonces, Lalo, ¿se va a poner la magia por las nubes? Carísima, hijo. Y a propósito de subidas –y sin que parezca una indirecta– hablaré con el Director del periódico a ver si me sube un poco la columna. Y es que cada día está todo más caro. Una fruslería con el cheque en blanco que extiende Calderón a los Alí Babá: «¡Poderosos mercaderes/ del mundo, poneos los precios/ vosotros mismos a todos/ los grandes caudales vuestros!». Amén.