¿Y si todo fuese un sueño?
TIERRA ADENTRO
¿Y si todo esto fuese un sueño? ¿Y si las calles vacías y este encierro de la población en sus casas fuese una maldita broma? ¿Y si lo que nos está pasando es que estamos formando parte involuntariamente de un reality internacional y nos están viendo en las televisiones de todo el mundo descojonándose de nosotros? O ¿si lo que ocurre es que estamos ante una invasión extraterrestre?
A poco que analicemos, si es así lo están bordando los supuestos alienígenas. Han desarmado los medios de producción. Parado el mundo . Encerrado a los humanos en casas-jaulas y van haciendo desaparecer a sus presas, empezando por los mayores. Quieren el planeta limpio, con naturaleza recuperada. Y a los ejércitos, ocupados en tareas humanitarias, cambiando balas por mascarillas….
Hay muchas teorías descorazonadoras y truculentas que estos días nos llegan de forma viral y vírica a través de los medios de comunicación y del virus virtual que se ha vuelto loco en la redes. Salta todo por los aires. Cuesta mucho seguir las llamadas a la cordura, a la coherencia y a la tranquilidad cuando cada uno de nosotros –en cualquier parte del planeta– al abrir la ventana contemplamos la desoladora estampa de nuestras calles, plazas y campos. Todos estos pensamientos apocalípticos nos invaden, por mucho que queramos evitarlos. Nos pasa a todos. El que esté libre de culpa que cierre la ventana.
El caso es que, por muy nuevo que parezca, es viejo. La historia antigua y la contemporánea saben de tragedias, penas, lágrimas y muerte. Del cólera a los Balcanes, de la viruela al ébola. Ya hemos tenido avisos suficientes. Pero nunca, nunca se había alcanzado un consenso igual. La OMS, la UE, la ONU y los gobiernos de todas las naciones, todos son altavoces que coinciden: pandemia .
Pero pesar de ello no nos estamos sintiendo respaldados. Los que gestionan la situación tampoco saben cómo salir del paso, aunque a cada paso, nos digan que están en ello. Lo tenemos crudo. Muy crudo. Por ahora seguiré aplaudiendo desde mi balcón todas las tardes de mi vida. Solo me confiaré, egoístamente, a los de la bata blanca . Los demás –ninguno– no me inspiran ninguna credibilidad. Ni confianza. Que Dios nos coja confesados, que esa es otra: están cerradas las iglesias y no hay confesores. Ni creyentes.