El maná del turismo, ¿herencia o cosecha?

Castilla y León puede, no sólo presumir, si no alardear de muchas cosas. El turismo de interior es una de ellas. Somos líderes. Líderes incontestables. Y lo somos contra pronóstico e inversiones publicitarias multimillonarias de, por ejemplo, Andalucía. Y lo somos no de toda la vida. Lo somos desde la legislatura pasada, merced a un trabajo de humildad, constancia e ingenio durante muchos años. Muchos años de gobierno del ahora tan denostado Juan Vicente Herrera, el de la herencia. Líderes de turismo contra todo pronóstico y contra la todopoderosa Andalucía de Susana Díaz, que merced a ser objetivo 1 en los fondos europeos, los que se otorgan por estar es situación de ruina de Palmira, le proporcionaron una talegada inmensa, además de para EREs y lupanares, para anuncios a esgalla.

Por eso a todas horas veíamos por todas partes y a todas horas el mar de Cádiz o la serranía de Jabugo. Castilla y León, con un puñado de perras, arrebató el liderato y lo consolidó. Trabajo frente a derroche. Las cosas no se dicen, se hacen. El turismo ha ido como un tiro. Presumió de ello ayer el regente de la Consejería de Transparencia y Turismo bajo el magno pabellón de Fitur, la feria de la vanidades turísticas. ¿Herencia o cosecha? Es un clásico apuntarle al que se ha ido los errores propios y cosechar los éxitos precedentes. Un clásico de la política y la vida misma. Herrera, el de la herencia, dejó el turismo en cúspide. Es algo que no debe olvidar el encargado a ratos del departamento de Cultura y Turismo, Javier Ortega. Tras la cúspide no se puede ir más alto. Ni a las estrellas. Sólo estrellarte o despeñarte de tanto empeñarte en el vértigo. O quedarte tieso en algún risco de bajada o subida, como el misterio de Irvine y Mallory, cuya incógnita perpetúa la leyenda de Edmund Hillary. La herencia está nítida. La cosecha está por venir, e incluso por llegar.