De la lógica, los soviéticos y el (ego)centrismo

La coherencia en política, en la política de siempre, pero más en la de ahora, suele ser demoledora. Demoledora contra uno mismo. La coherencia resulta de aplicar, según los postulados aristotélicos, a tu propia lógica la lógica que pretendes para los otros. Y uno acaba destrozándose a sí mismo, convicciones incluidas, cuando a las primeras de cambio arremete contra unos estatutos diseñados por el comité encargado de diseñarlos en Ciudadanos. Arremete para, acto seguido, y tras una carga de crítica por antidemocráticos o muy soviéticos los estatutos esos, exhibir la necesidad de que esos estatutos que regirán la vida de la formación naranja, si es que hay vida, tras la era Rivera, serán buenos si son como el uno quiere. Y eso sin que haya opinado nadie más, que también pueden opinar, enmendar y remendar.

Pueden todos. Para eso se abre un proceso democrático. Para que opinen todos. Y no para que uno se crea el todo. Cada cosa a su tiempo y la lógica hasta en Adviento. Porque resulta que son soviéticos ahora, del sovietismo bolchevique del Lenin soviético de los soviets supremos, los mismos estatutos que soviéticamente colocaron a dedo en las candidaturas a los que hoy refunfuñan de tanto ordeno y mando.

Varios casos hay entre los dimisionarios con berrinche, que fueron en las listas por obra y gracia de los estatutos, saltándose a la soviética las querencias democráticas de los afiliados expresadas en votaciones descentralizadas. El Uno es uno de ellos. Pero bueno, ahora toca enmendar y olvidar la alternativa a Arrimadas en vista de que nadie está por unirse a la Revolución de Marzo. ¡Y mira que la Gestora anima a que haya candidaturas alternativas! No la habrá. Ya lo dijimos aquí antes de Navidad. A ver ahora con qué salimos para salir a diario en algún sitio, que de eso se trata, del centrismo, del (ego)centrismo.