Diario de Valladolid

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A PUNTO de concluir 2017, participé como jurado en un concurso que premiaba proyectos de emprendedores en el medio rural. Se palpaba la ilusión en todos los que se presentaban y uno no podía dejar de empatizar con todos ellos y desear, al margen del resultado del premio, que tuvieran suerte y llegaran a desarrollar su idea. Me sorprendió un poco que la atención del jurado, quizá con demasiada mirada urbanita, se centró sobre todo en planes relacionados con el turismo, en algunos casos de personas que iban al mundo rural desde las ciudades. El turismo es, sin duda, una de las alternativas para el campo, pero no tiene por qué ser la única y menos si supone abandonar el papel fundamental de producción de alimentos del mundo rural. Los proyectos que más captaron mi atención fueron los que buscaban crear empleo aprovechando los recursos tradicionales del campo, como uno de El Bierzo (León) en el que una docena de parados se había unido en una cooperativa, Micobierzo Gourmet, con el objetivo de recolectar setas y construir naves de cultivo y la aspiración de procesar el producto. En el concurso se llevaron una mención y en la vida real un palo. Se disolvieron antes de cumplir un año de vida porque la regulación micológica prometida que les animó a emprender no llegó a tiempo y no consiguieron la financiación que precisaban. Ahora, en el Royo (Soria) el Ayuntamiento está potenciando la plantación de frutos rojos, del bosque, y quiere atraer emprendedores. Curiosamente, tuvo que salvar el escollo de la oposición de un grupo ecologista, pero el proyecto va adelante, está funcionando y hay emprendedores interesados en poner en marcha sus propias plantaciones. Si esos frutos luego se procesaran de alguna forma para darles un mayor valor añadido podrían hacer surgir una pequeña industria agroalimentaria y generar empleo, crear una cadena de valor. Hace poco escuchaba que el campo no va a dar empleo a nadie, que solo se puede ir para emprender, pero no me parece que así vaya a atraer a demasiada gente, sobre todo si lo que premiamos los urbanitas es una casa rural que nos ponga un baño termal para disfrutar del campo con las comodidades de la ciudad. Convertir el mundo rural en una economía de servicios no parece que tenga gran futuro salvo que la meta sea que los urbanitas tengamos buenos servicios en el campo cuando vamos de fin de semana. No sé si el proyecto de El Bierzo era realmente viable o no, pero tenía el mérito de buscar futuro en el sector primario y en la transformación de sus productos, con mirada rural.

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