Aunque parezca inaudito, a veces Igea no tiene razón

aunque pueda parecer inaudito, hay ocasiones en las que Francisco Igea no tiene razón. Tan inaudito como que las hay en las que Oscar Puente la tiene. Y la controversia suscitada ayer por suspensión de la reunión que el regidor vallisoletano tenía pactada, a petición propia, con el consejero de Cultura, Javier Ortega, es una de esas ocasiones inauditas. No son ya las normas de protocolo entre instituciones a las que alude el vicepresidente de la Junta las que le desvisten de razón. Son las meras normas de educación y cordialidad social. Uno no puede apuntarse sin más ni más y a última hora a una reunión de dos sin antes pedir permiso a los dos. Y es comprensible que Igea no pida permiso a su consejero de Cultura. E incluso es comprensible que éste ni rechiste. Es lo que tiene haber hecho la mili, que sabes como se ejerce el escalafón. Pero el otro en cuestión, que no está bajo el amparo de Igea, y además es el alcalde de Valladolid tiene todo el derecho del mundo a saber con quién se reúne y con quien se cita. Porque de otra forma la relación institucional se convertiría en el corral de la Pacheca. Hágase esa reflexión, querido lector. Cada uno decide con quien queda y se reúne. No hay uno que decida que el está por encima de todo bicho viviente para autoinvitarse a lo que le dé la gana, como si estuviera por encima del bien y del mal. De esto se deduce que a Igea le pierde el ansia por tener foco con Puente. Y que Puente no sólo le bloquea en Twitter para berrinche del otro, sino que, castizamente, el otro se la sopla. De todas formas, qué ganas de enredarlo todo metiendo el cuezo en todo. Cuando alguien es la salsa de todos los cristos es para hacérselo mirar. Por aquello de la convivencia. El consejero, aún con la mili hecha, también se lo debe hacer mirar. Por ver si pinta algo. De lo contrario acabará convertido en holograma. Y ya hay varios en este gobierno.