Diario de Valladolid

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CADA vez que me encuentro con esas personas sabias, maduras, inteligentes, coherentes, aquellas de las que madre dice que son cabales y de fiar, esas gentes de palabra y de ley, pienso que es una pena lo desaprovechadas que están.

Me explico. Resulta que un altísimo porcentaje de este perfil, de edad madura, no manejan, ni quieren, ni les agrada utilizar las redes sociales. Sin entrar en que, entre ellos, también los hay que aluden a su edad y a que no es «su época» y que ellos son de «otra manera» y desprecian canales de expresión como Twitter, Facebook, Instagram y así… Y no solo es por una supuesta dificultad tecnológica en su dominio, lo que les aparta es su opinión nada favorable a estos medios por su frivolidad y el daño que se hace con lo que se vierte en ellos. ¡Ah! Y los hay que siguen reñidos con más campos tecnológicos, salvando el correo electrónico y el WhatsApp que en los últimos años hace furor en la tercera edad.

Fotos de nietos, amigos, grupos familiares y «mensajerío» permanente. El WhatsApp ha llenado y llena muchas soledades. Entre este grupo de «antidigitales» confesos todavía queda una legión dura de pelar: los que se mantienen en sus trece y nos martirizan con lo de «yo de móvil, nada». A estos agentes de la testarudez habría que recordarles que sus manías libertarias las pagamos los más próximos, que tenemos doble trabajo: el del «activista antimóvil» y el propio. Hay que avisarle, recibir su mensaje y luego hacerlo llegar de su parte… Me recuerda cuando había una sola centralita en el pueblo y nos iban a llamar a casa… Coged el móvil, por favor.

Vuelvo a la linde. Es una pena que los «hombres buenos» no manejen las redes sociales porque estamos desperdiciando un torrente de sabiduría y cordura. El común, o sea todos nosotros, nos perdemos consejos, datos, razones, reflexiones y opiniones claras sobre casi todo en redes sociales.

Piensen en el escritor, artista, estudioso, investigador, catedrático, viejo profesor… en esos sabios, esas personas sentenciosas. Imaginen que a todos esos personajes que tienen memorias increíbles y tantas cosas que contar les diéramos 280 caracteres para que todos los días se expresasen… No es broma, hay que intentar que los sabios se pronuncien. Y la balanza conseguirá un equilibrio.

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