Diario de Valladolid

REGALADO

De vetos, Ortega, Y Gasset y otros urugallos alados

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ALGUIEN DIJO que el veto es el instrumento de los inseguros y de los escasos de consistencia intelectual y racional. Es también consecuencia del sectarismo. Alguien lo dijo, hace mucho, mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy, muy lejana. La de la cordura, junto a la luna del sentido común. Eso en la vida. En la política los vetos denotan además intransigencia, por eso a China le asiste el derecho a veto en la ONU, instrumento fraguado en la órbita del frío, de cuando el hielo dibujaba un orden de dos bloques. Cuando lo que primaba no era la fuerza del argumento, sino la desmesura del veto. Y con tanto veto al de enfrente acabó derritiéndose hasta un muro alzado con piedra y desmesura. Vetar a un alcalde elegido por los ciudadanos es la esquizofrenia de la democracia. Es algo así como la transubstanciación del resultado de las urnas en los antojos procedentes de la aritmética parlamentaria. La democracia ahora y siempre es una cuestión numérica y de matemática simple. Pero también de convicciones. Y ante los vetos está el Estado de Derecho que es el que nos rige a todos. Incluso por encima del estado de la moral de cada uno y sus cadaunadas, además de sus apetencias, que diría Ortega, e incluso refrendaría el mismísimo Y Gasset. A nadie le asiste el derecho a imponer lo contrario a lo regulado por ley, incluso cuando esa ley presumió de promulgarla el mismo que ahora viste y pretende calzársela. Uno no siempre puede hacer lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere, dice el poeta uruguayo, en peligro de extinción como los urug(u)allos alados del Alto Sil. Dura lex sed lex. Teniendo en cuenta con dura lex no es una marca de cristalerías que pueblan la alacena de la casa de aldea. Y teniendo en cuenta estos asuntos y otros, ¡Vetos veredes, amigo Sancho!

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