Diario de Valladolid
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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Hace décadas, que somos conscientes del principal problema de Castilla y León: la despoblación. Últimamente, oímos decir a los responsables de la Junta de Castilla y León que este no es un problema exclusivo de nuestra tierra, que es un problema nacional, europeo… Es cierto, no lo es, pero es bien cierto que los problemas aquí son de un calado superior y de más difícil solución. Parafraseando el refrán, el mal de muchos sólo es consuelo de quienes no saben afrontar el problema o, incluso, han podido abordarlo y no han sabido hacerlo o lo han agravado.

Cuando digo que los problemas aquí son de mayor calado no es una afirmación vacua:

1º. Nos despoblamos, perdemos población, hasta ahí todo el mundo de acuerdo; el INE nos lo recuerda año a año con la evolución del Padrón de población.

2º. Tenemos muy baja densidad de población. Cuando se reúne el Presidente Herrera con los de Galicia, Asturias y Cantabria para hacer un frente común contra la despoblación, se evidencia que, si Castilla y León tuviera la densidad de población de esas comunidades (en torno a 100hab/Km), nuestra población rondaría los nueve millones de habitantes. Con ese rango de población, ¿veríamos el problema de la misma manera, lo consideraríamos un problema?

3º. Nuestra estructura urbana es muy débil. Más allá de las capitales de provincia, sólo unos pocos núcleos urbanos son referentes territoriales de sus entornos: Aranda de Duero, Miranda de Ebro, Ponferrada, Medina del Campo, Benavente, Béjar, Tordesillas… Excluyo intencionadamente algunos de más población que realmente forman parte del entorno de algunas capitales por ser la misma realidad urbana. Lo cierto es que muchos territorios de Castilla y León no tienen cerca un núcleo urbano o cabecera comarcal que ofrezca empleo y servicios. Y el transporte público a duras penas palía la situación. En resumen: la debilidad de esta estructura urbana aboca a una fractura entre lo rural y un urbano que también tiene sus dificultades.

4º. Si la tendencia no cambia, el envejecimiento irá agravando los problemas descritos en los tres apartados anteriores. El Presidente Herrera siempre dice que en los años de mayor crecimiento la situación se revirtió, pero realmente solo fue un adorno a nuestro problema estructural: el saldo migratorio fue positivo (vinieron inmigrantes) y maquilló un saldo vegetativo que seguía siendo negativo (se nos moría más gente que nacía). Con la crisis, los inmigrantes marcharon por falta de oportunidades, como ya lo hacían nuestros jóvenes, con o sin crisis, desde hacía años. Los dos saldos volvieron a ser negativos.

Obtendremos las causas respondiéndonos a la siguiente pregunta: ¿por qué nuestros jóvenes no se quedan? La respuesta es clara: no lo hacen por falta de empleo, un empleo que les permita hacer su proyecto de vida en nuestra comunidad, incluyendo la decisión voluntaria de tener hijos para garantizar, al menos, el relevo generacional.

Pese a la Arcadia que nos vende la Junta de Castilla y León, ¿por qué nuestra economía genera menos empleo que la de otros lugares? Porque nuestro PIB crece menos que la media nacional cuando esta crece y sufre más las crisis, es decir, no convergemos con la media española. La serie es inapelable: desde que el Sr. Herrera es Presidente, el peso de la economía de Castilla y León en la del total de España es un 10% menor. El mal de muchos se agrava cuando no se cuenta que, tras una menor tasa de paro, se esconde una menor tasa de actividad, es decir, hay menos paro estadístico porque los que están en edad de trabajar y no encuentran trabajo se van de Castilla y León.

Por eso decía al principio que el mal de muchos es consuelo de quienes han ejercido las competencias de promoción económica desde hace décadas y no han sido capaces de revertir esta tendencia, incluso han contribuido a agravar nuestros desequilibrios territoriales internos.

Los gobiernos no ponen empresas, pero sí tienen la responsabilidad de generar las condiciones óptimas para que éstas elijan un territorio en lugar de otro. Las cada vez mayores evidencias de corrupción sistémica en la Consejería de Economía en los años de despliegue de las energías renovables (solar y eólica), no son la mejor carta de presentación para atraer inversiones foráneas. Las evidencias de corrupción también aparecen en las operaciones de suelo industrial que primaron la especulación y cosas más feas frente al interés general de poner suelo barato a disposición de los empresarios.

La corrupción es una merma de recursos públicos para otras políticas, en particular, las que afectan a la educación, sanidad… que constituyen el otro de los elementos, junto al empleo, por el que alguien decide vivir en un territorio. Lamentablemente, en esto la Junta tampoco está para sacar pecho, especialmente en sanidad, a la vista de las movilizaciones habidas estos años atrás.

En síntesis, un Presidente y un partido que han estado al frente de la Junta de Castilla y León 18 y 32 años, respectivamente, que no han sido capaces de mejorar las opciones de empleo y prestar unos servicios públicos de manera adecuada para que muchos de nuestros paisanos y paisanas puedan vivir aquí.

Y una cuestión que no es menor: abordar grandes problemas necesita referentes políticos fuertes y reconocidos. Herrera ha tenido mucho tiempo para serlo, pero la actitud mantenida por su parte ha hecho que se oyeran antes las demandas de los territorios con sobrepoblación que las de Castilla y León. Ejemplo: la Presidenta de Baleares, Francina Armengol, asumió de inmediato los problemas de sobrepoblación por turismo de sus islas y los introdujo en la agenda del Estado, siendo esta su primer mandato, no el quinto como el de Herrera.

Sé que no es fácil abordar la despoblación y que Castilla y León tiene un reto de grandes dimensiones. Sé también que las propuestas que paso a formular pueden parecer genéricas pero mi impresión es que no se han practicado en serio en los últimos 30 años o, sencillamente, se han rechazado por parte de la

Junta de Castilla y León. Pero también estoy convencido de que son imprescindibles para formular un proyecto de Comunidad.

1º. Necesitamos concienciarnos de la dimensión de nuestro problema que es más grave que el de otros territorios que también lo tienen.

2º. Para crear más empleo que haga que la gente se quede en Castilla y León, el mayor reto de la Junta de Castilla y León es el de promover las condiciones oportunas para la implantación de empresas: un gobierno decente y transparente que no extorsione a posibles inversores, suelo asequible, apoyo financiero…

3º Ofrecer unos servicios públicos de calidad. Algo que no se hará con menos recursos como propone la derecha, recursos que tendrán que pasar por mejorar la financiación sí, pero también por que el Estado cuente con más ingresos fiscales para repartir. Ingresos que han de venir de un modelo impositivo más progresivo que el actual, en la línea de lo propuesto por el Gobierno de España. E ingresos obtenidos con corresponsabilidad: queda feo pedir al Estado más recursos y prometer rebajas en los tributos autonómicos, rebajas que la derecha siempre hace a los que más tienen.

4º. Necesitamos una alianza entre lo urbano y lo rural. Los territorios con ciudades potentes garantizan mejor la pervivencia del medio rural. Miren el centro de Asturias o el País Vasco: su medio rural aguanta mejor por contar con un sistema urbano estructurado. Y la riqueza de las ciudades es mayor con un medio rural sólido. Quien crea que esto es una lucha entre lo rural y lo urbano se equivoca.

Y todo ello requiere una Junta de Castilla y León concienciada y un Presidente reconocible y reconocido como referente político para que nuestra tierra cuente y tenga visibilidad. Les aseguro que quien no se hace visible no cuenta en este mundo tan complejo, es más, sufrimos las consecuencias de la invisibilidad y la irrelevancia política en las que la derecha ha sumido a Castilla y León.

En mayo todos tenemos una oportunidad para cambiar y revertir la tendencia de estos últimos 30 años, en nuestra mano esta aprovecharla.

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