Diario de Valladolid

Todoterreno de motor femenino

La exjugadora de balonmano formó parte del primer equipo femenino de Valladolid, el del colegio de La Enseñanza, que jugó un Campeonato de España y se convirtió en 1981 en la primera vallisoletana con licencia de árbitro

Mamer Gómez emula en Huerta delRey sus años de jugadora (izquierda).-M. Á. SANTOS (PHOTOGENIC)

Mamer Gómez emula en Huerta delRey sus años de jugadora (izquierda).-M. Á. SANTOS (PHOTOGENIC)

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Guillermo Sanz

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Cuando uno se sienta a observar uno de esos paisajes que aparecen en las postales, es inevitable preguntarse qué sintió la primera persona que pisó ese lugar. Como Armstrong en la luna (teorías conspiratorias aparte), ese cosquilleo de descubrir algo desconocido se instaló en algún momento en el alma de la vallisoletana Mamer Gómez; un nombre que acostumbra a salir en los prólogos del balonmano femenino.

Pasar una página de una biografía y encontrarse las raíces descansando en un colegio es una experiencia que vive cualquier niño. En el caso de Mamer Gómez esa primera semilla deportiva germinó en el colegio La Enseñanza de Valladolid. «Llegó una profesora de Medina y dijo que había que elegir un deporte para un día de clase, así que un grupo de amigas decidimos hacer balonmano». Con estas palabras la exjugadora dibuja sus orígenes sobre el 40x20. De esta manera, una generación inolvidable se presentó ante otra parcela de la historia del balonmano vallisoletano: Javier Colmenero y José Miguel Arriaga, sus primeros entrenadores.

Mamer Gómez recuerda cómo el mediano de los Colmenero metía a once jugadoras «en un 600 para ir a entrenar a las 8 de la mañana», una hora antes de que el timbre de entrada sonara en la calle Juan Mambrilla. El cemento del patio del colegio forjó a una hornada de jugadoras que harían historia en 1979 al ser el primer equipo vallisoletano en participar en un campeonato de España juvenil. Esas mismas chicas buscaban refuerzos entre sus compañeras de clase. Así, en un recorrido por las aulas para captar nuevas compañeras ‘descubrió’ a la olímpica Paloma Arranz. «En el colegio sólo estaba nuestro equipo y queríamos sacar más. Así que íbamos clase por clase para convencer a las chicas. Paloma se apuntó. Me acuerdo que con nueve años cogió el balón lanzó, golpeó al largero y dejó la portería temblando», recuerda con cariño la exjugadora.

La lateral («mejor defensora que atacante», como confiesa) continuó ayudando a hacer historia con un equipo en el que la batuta estaba en manos de Carlos Colmenero, que fue capaz de proclamarse campeón de la fase de ascenso a Primera División después de ganar en la final al OAR Gracia de Sabadell. Mamer vio desde la pista y desde fuera de ella cómo maduró el balonmano femenino en la ciudad: «Ahora es espectacular ver un partido, antes era diferente. Me acuerdo de esos balones mojados, de que no había pega y se la teníamos que robar al Michelín o de que jugábamos en campos de cemento», enumera. Años en los que Aula, La Enseñanza y el CDU se repartían el pastel.

Cuando el balonmano creció, Mamer se quedó sin espacio y decidió coger la puerta de salida. Carlos Colmenero tuvo que hacer casting para el nuevo equipo universitario y varias jugadoras se quedaron por el camino, entre ellas la protagonista de esta historia. «Cuca García jugaba en mi puesto. Era más alta y metía más... Iba a chupar mucho banquillo», bromea la exjugadora, que añade «Éramos muchas, Carlos tenía que elegir y eligió a lo mejor como es normal», subraya sin rencor Mamer, que no dejó el deporte con el balonmano, siguió ligada a él a través de la Fundación Municipal de Deportes, donde trabaja desde hace tres décadas.

Mamer Gómez tiene en su currículum otro hito para escribir en negrita. El 1 de diciembre de 1981 se expidió la primera licencia de árbitro a una mujer en Valladolid. En ella figuraba el nombre de Mercedes Gómez Cortés (Mamer), que con 20 años cogió el silbato. «Se necesitaban árbitros y se pagaba bien. Podía ganar 1.500 pesetas en un fin de semana», algodón de azúcar para un estudiante de la época, que llegó a pitar aDivisión de Honor como mesa.

El todoterreno con motor femenino que representa Mamer también pasó por la línea de salida de los entrenamientos, un paso breve por los escolares que no alimentó su interés mucho más allá.

El libro de su historia en el balonmano se cerró para volver a abrirse hace pocos años. Ir a ver sectores de balonmano la hizo reencontrarse con gente de un mundo que la volvió a cubrir con su manta. Así, la amistad llevó su barco hasta la directiva del Aula Valladolid, de la que ha formado parte hasta el presente curso, en el que ha puesto un paréntesis hasta que el silbato vuelva a hacer eco en una mujer con alma de pionera.

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