Diario de Valladolid

BALONMANO

De los libros de texto a los de historia

El pequeño club que nació como una actividad extraescolar se convirtió en una referencia en la élite y en la base, donde cuenta con 176 jugadores

La gran familia del Aula Valladolid posa en las instalaciones del Cristóbal Colón, centro de operaciones de la cantera del club vallisoletano.-MIGUEL ABRIL

La gran familia del Aula Valladolid posa en las instalaciones del Cristóbal Colón, centro de operaciones de la cantera del club vallisoletano.-MIGUEL ABRIL

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Guillermo Sanz

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Cuando se finaliza una gran obra, los cimientos son invisibles para el ojo humano. Sin embargo, sin ellos hasta la más faraónica de las construcciones se reduciría a un volátil castillo de naipes. Por todo esto, es imposible entender el presente si no se ha leído antes un libro de historia, donde precisamente ha escrito su nombre el Aula Alimentos de Valladolid, uno de los clubes de balonmano más longevos de la provincia.

El balonmano empezó a pasar de los libros de texto a los de historia hace 33 años, cuando un grupo de chicas insistió a Israel Maniega que querían jugar al balonmano, como lo hacían en el colegio, en una de las aulas culturales de la ciudad, la que se levantaba en el barrio de Las Flores. Allí, el que hoy es la mano derecha de Miguel Ángel Peñas en el banquillo del primer equipo, se vistió de chándal y cogió el camino de la biblioteca para coger libros de balonmano, un deporte que descubrió al tiempo que sus pupilas. Pocos podrían imaginar que esas primeras guerreras tallarían en el cemento el prólogo de una gran aventura.

Del aula cultural de Las Flores a Huerta del Rey, pero con la despensa instalada en el Cristóbal Colón. El colegio de Pajarillos se convirtió pronto en el cuartel general del club, que hoy ha extendido por necesidad su influencia al Narciso Alonso Cortés o al Leopoldo Cano. Cuestión de espacio. Entre estas tres canchas se cocina el futuro del hoy conocido como Aula Valladolid; un ejército que cuenta con 15 equipos en sus filas (cinco de ellos, más un prebenjamín, en competición escolar y diez de federada).

En total, 176 jugadores llegados desde 18 colegios e institutos de la ciudad defienden un escudo en el que lucen cinco estrellas. El Aula, como la canarinha de fútbol, presume de pentacampeón. Cinco veces han sido las que la cantera vallisoletana ha conquistado el balonmano de base nacional, un mérito al alcance de muy pocos. Esa cantera fue dando sus frutos y levantó los pilares de un equipo que hace seis años escribió la entrada más recordada de su diario: el ascenso a División de Honor, donde hoy es una inquilina más con plaza en propiedad con un equipo en el que la marca de la casa tiene mucho que decir. Hoy varias jugadoras se han formado en el Cristóbal Colón. Es el caso de Ana Viloria, Teresa Álvarez, Carmen Sanz, María Niño o Cristina Cifuentes, todas pasaron por una cantera por la que salió la primera internacional del Aula Alimentos de Valladolid: Amaia Garibay, hoy enrolada en el Zuazo.

Aquella generación inolvidable marca el camino de un club que puede presumir de presente y futuro. Este curso, en el que ha logrado meter a dos infantiles y un cadete en el sector, el club planteó una reestructuración de la base y Francisco Javier Arriaga es el encargado de la coordinación. En el organigrama, la histórica jugadora internacional Paloma Arranz es la encargada de gestionar la sección femenina y Jorge Gilbaja la masculina. La labor de trabajar con los escolares recae sobre Luis Redondo.

La implicación con la cantera es fundamental en un club que tiene la obligación casi imperiosa de alimentarse de ella a falta de un presupuesto jugoso en sus arcas. La filosofía Aula pasa de generación en generación y por eso el club apuesta por gente de la casa para contagiar esa ilusión, algo que se puede palpar tras los focos de la Liga Guerreras, donde se sientan Miguel Ángel Peñas e Israel Maniega, ambos hombres de club. «Nos nutrimos de jugadores de la casa. Gente que quiere seguir en el balonmano y su primera opción está en su club de siempre», explica José Luís Álvarez, vicepresidente del club. De la misma manera, las jugadoras del primer equipo también muestran esta implicación. Melina Cozzi se ha puesto al frente del alevín femenino, Teresa Álvarez del juvenil femenino o el papel que Lulu Guerra y Carmen Sanz hacen en el colegio Agustinas, ajeno al club.

En la hoja de ruta aparece el objetivo de potenciar al equipo sénior masculino. «Hay que potenciarlo, porque también los chicos quieren un equipo de referencia lo más alto posible», asegura José Luis Álvarez. Además, fruto de las buenas relaciones con otros clubes, el Aula firmó un acuerdo de filialidad con el BM Arroyo, por el que los juveniles y el equipo de Segunda Nacional pueden disfrutar de algunos minutos en la Primera Nacional.

Las alegrías van más allá de los goles en Pajarillos, donde la labor social se toma como un fichaje más cada año. Una necesidad no escrita. De esta manera, el Aula Valladolid «se pone a disposición de Inclusport para lo que haga falta», colabora con el Banco de Alimentos desde hace cinco años, participa en la iniciativa ‘Tu cuentas, me cuentas’ contra el acoso escolar o ayuda a dar visibilidad a la labor de Cetras para luchar contra adicciones sociales como la alcoholemia, la ludopatía, la anorexia o la bulimia... y es que el balonmano va y debe ir más allá de los 60 minutos que marca un reloj; un partido mucho más largo para el que el Aula presta su músculo.

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