Diario de Valladolid

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Estupor. Esta es la palabra más benévola que acaba de regalarnos Sánchez a los españoles. A los castellanos y leoneses no tanto porque, desde los tiempos del Conde Lucanor, huimos de los aventureros como de la picada del alacrán y de su sombra.

Con el presidente no ganamos para sustos. Acaba de lanzarnos dos buenos picotazos: vuelve a la escritura con un ‘Manual de resistencia’, y acepta un mediador para negociar con los golpistas catalanes porque él no tiene tiempo.

Lo del ‘Manual de resistencia’, o como se titule, es hasta cierto punto comprensible. Después de una tesis doctoral cum laude como la suya, la genialidad consiste en meter una zapatilla en la jaula y esperar a ver si canta. Con la pluma del canario piensa el presidente abrir sucursales de canto zapateril en Valderas –el pueblo de la su Begoña–, en Villalón de Campos –mi pueblo–, y en Cogeces del Monte donde vive una amiga mía.

De su contubernio con los golpistas catalanes tampoco nos extraña a los castellanos. Mucho antes del Conde Lucanor, ya supimos por el romance del Rey don Sancho hasta dónde puede llegar un felón en falcon: «¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso,/ que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;/ llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,/ cuatro traiciones ha hecho, y con esta serán cinco». Clarísimo.

Hasta mayo que votemos los de a pie, gran problema tienen los del PP, Ciudadanos, Vox, y los socialistas sensatos.

Como no hagan otra cosa, de poco servirá llamar traidor con todas las variantes –artero, perjuro, vendido, judas, desleal, magancés, hipócrita, sucio, renegado, y etc–, o manifestarse, a alguien que lo tiene asumido. Le importa lo mismo que a un mosquito en periodo de larvación. Además. Si a Sánchez le quitamos el tufillo de la traición infusa, ¿qué biografía le quedaría?

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